Un gran ausente en las formulaciones previas a los actos electorales son los temas del sector externo particularmente trascendentes en un país como Chile absolutamente abierto en el plano comercial y en el movimiento de capitales. A nivel global están planteados una serie de tratados de profundas implicancias. En este escenario, en su reciente encuentro bilateral en la Casa Blanca, el presidente de EE.UU., Barack Obama, le planteó como informó públicamente el propio Sebastián Piñera que el país desempeñe un papel de liderazgo en impulsar la Asociación Trans-Pacífico, en la cual Washington asumió el papel dominante. El tema a discutir es qué ganaría el país de suscribirse, cuáles serían sus beneficios, cuando ya tiene firmados tratados con todos sus integrantes, y cuáles sus costos. Entre ellos aparece como el principal que Washington impondrá las pocas limitantes que en su concepción quedaron pendientes cuando durante el gobierno Lagos se suscribió el TLC Chile-EE.UU., que significó dejar de lado privilegiar procesos de integración regional para posteriormente plantearse de conjunto desafíos globales y afirmar aspectos básicos del modelo económico instaurado en los años de dictadura.
Sebastián Piñera, al regresar a Chile después de su entrevista a comienzos de junio con el presidente de EE.UU., Barack Obama, en un encuentro con corresponsales extranjeros destacó refiriéndose al Acuerdo de Asociación Trans-Pacífico: “Somos el único país que tiene Tratados de Libre Comercio con todos los demás y Estados Unidos nos pide que ejerzamos el liderazgo y empujemos este proyecto” (07/06/13). Este proceso surgió preliminarmente de un grupo de cuatro países –entre ellos Chile- de impulsar aún más los procesos de apertura económica a nivel mundial. Junto al país dieron el paso inicial Brunei, Nueva Zelandia y Singapur. En la actualidad participan 14 países: EE.UU., Japón, Australia, Nueva Zelandia, Malasia, Brunei, Singapur, Vietnam, Canadá y tres países latinoamericanos integrantes de la Alianza del Pacífico, Chile, Perú y México, constituida durante la actual administración.
La Casa Blanca se apoderó de esta iniciativa para ubicarla como un eje importante de su política exterior. Su propósito central no es tanto el libre comercio sino establecer un contrapeso en la región a la influencia cada vez mayor de China. “Estados Unidos –escribió el analista político peruano Álvaro Vargas Llosa-, aunque no sea ese el discurso oficial, ve en el Trans-Pacific Partnership (TPP) su mejor baza para “contener” en lo posible a China, resguardar su influencia en la región y, al mismo tiempo, dar a la política exterior un contenido apropiado para esta época en que el eje del mundo, por razones económicas, transita del Atlántico al Pacífico” (08/06/13).
Washington quiere materializar el Acuerdo en un plazo breve. En noviembre de 2012, en una cumbre con países asiáticos efectuada en Camboya, Obama puso como objetivo que las negociaciones culminasen a fines de 2013. En la reunión con Piñera insistió en esta idea. Este plazo es claramente irreal, más aún si se incorpora Japón. Las divergencias para alcanzar un consenso no son menores. “Nueva Zelandia –expresó en abril por ejemplo su primer ministro, John Key –se enfocará en asegurar más un acuerdo de alta calidad en lugar de regirse por la fecha para concluir el controversial acuerdo de asociación TPP” (05/04/13).
Obama piensa utilizar la Alianza del Pacífico –conformada hasta ahora además de Chile por Perú, México y Colombia- como un punto de apoyo en su estrategia. La mayoría de sus integrantes participa en el Acuerdo Trans-Pacífico. Pocos días después de su encuentro con Piñera, en una reunión con el presidente peruano, Ollanta Humala, Obama insistió en que “para EE.UU. y Perú el crecimiento económico depende de nuestra expansión en el mercado global” (12/06/13), destacando en particular la colaboración mutua en el TPP que de concretarse pasaría a ser la zona de libre comercio mundial más grande.
Al mismo tiempo, busca así incidir en América Latina estableciendo un entendimiento estrecho con un acuerdo que es funcional a sus objetivos. “¿Qué gana –se preguntó Alvaro Vargas Llosa- con esto? ¿Por qué usó la visita de Piñera para expresar esta visión? Esencialmente porque por fin, –se contestó- el gobierno estadounidense cree haber encontrado la manera de tener una política latinoamericana o algo que se le parezca. El hecho de que un grupo de países (…) que suman una economía comparable a la brasileña, se asocien entre sí le abre a Washington la oportunidad de lograr lo que hasta ahora era imposible: una relación que vaya más allá de lo circunstancial y lo bilateral. Todo quedó (…) reducido en estos años a rituales y siempre accidentadas cumbres continentales, a alguno que otro acuerdo comercial y a encuentros presidenciales bilaterales fugaces” (18/05/13).
Ahora bien, es necesario preguntarse qué gana Chile con el liderazgo encomendado a Piñera. Desde luego, el peso económico del país en el Acuerdo Trans-Pacífico es bajo y ya tiene tratados de libre comercio con sus integrantes, hecho nada de sorprendente por tratarse de una de las economías más abiertas a nivel mundial. Por tanto, el cambio debería darse en temas específicos. En materia de propiedad intelectual, como explicó Piñera en su reunión con los corresponsales extranjeros, “se está discutiendo la extensión de las patentes farmacéuticas (…)”, tema en el cual Chile está sometido a una fuerte presión de los poderosos consorcios norteamericanos del sector, respaldados por la Casa Blanca. “Es evidente –agregó Piñera- que cada país protege lo que es su fortaleza y Estados Unidos quiere proteger al máximo todo lo que es propiedad intelectual (…)” ¿Y el país que protege?
La XVII ronda del Acuerdo Trans-Pacífico acordó impulsar el acuerdo propiciado por EE.UU. sobre patentes farmacéuticas que conduciría a incrementar el precio de los fármacos a la población. “Hasta ahora -como señaló el abogado asesor de la Asociación Industrial de Laboratorios Farmacéuticos (Asilfa), José Luis Cárdenas- solo ha estado sobre la mesa un borrador de capítulo impulsado por EE.UU., que en vez de buscar un verdadero balance entre incentivos para la innovación farmacéutica y mecanismos que garanticen acceso a medicamentos a precios razonables, solo se ha centrado en el primer objetivo, el que ha sido ampliamente rechazado. (…) la actual versión impulsada por EE.UU. –agregó- generará que monopolios de medicamentos protegidos principalmente por patentes sean mayores, afectando el acceso a medicamentos” (12/06/13). Desde luego aumentando también sus precios y obstaculizando además la comercialización de genéricos.
El Acuerdo Trans-Pacífico no puede ser un tema sobre el cual no se produzca debate público. El canciller Alfredo Moreno al informar en el congreso demandó confidencialidad a los parlamentarios. “Chile –señaló el exsubsecretario de Economía Álvaro Díaz- no debe suscribir tratados sin considerar previamente los beneficios y los costos. En el caso del TPP –añadió- , no observo beneficios sustantivos porque Chile ya tiene acuerdos de libre comercio con todos los países que participan en esa negociación. Pero sí observo costos. (…) fuera de los costos en materia de propiedad intelectual, hay posibles costos en materia de armonización regulatoria, en empresas públicas, en medio ambiente y en materias laborales. Pero también hay posibles costos políticos, porque el TPP fue concebido por EE.UU. como una estrategia para aislar a China, que resulta ser nuestro principal socio comercial. Y (…) también podría afectar nuestras relaciones con Brasil, que resulta ser nuestro principal socio comercial en la región (…)” (12/06/13).
Con el TPP, EE.UU. establece acuerdos con nuevos países en su esquema de tratados de libre comercio: Brunei, Malasia , Nueva Zelandia y Vietnam. Pero con Chile, como acontece también con Perú, Canadá, México, Singapur y Australia, trataría de alcanzar otros objetivos hasta ahora no logrados. El tratado pone en discusión varios temas trascendentes, además del ya señalado de las demandas de la Casa Blanca sobre propiedad intelectual, entre otros el control del Banco Central sobre el movimiento de capitales especulativos y la autorización para la instalación de bancos extranjeros, temas que interesan poderosamente a Washington. En el TLC Chile-EE.UU., escribió Osvaldo Rosales, que fue negociador jefe del gobierno Lagos durante el proceso, se establecieron “líneas rojas” en “reserva cultural, en salud pública se mantuvo el alcance de las licencias obligatorias y de las importaciones paralelas en medicamentos, favoreciendo un acceso más universal y de menor costo en la salud” (10/06/13). En resumen, EE.UU. aumentaría las ventajas que ya alcanzó con el TLC, buscando como señalamos en ese entonces “un amarre del modelo”[1], que ahora pretende prolongar aún más. ¿Un próximo gobierno estará dispuesto a ceñirse a sus estipulaciones? Piñera pretende colocar al país frente a hechos consumados.
El tratado bilateral que se suscribió antes de la crisis financiera desatada en 2007, defiende el libre movimiento de capitales, a pesar que los hechos muestran su carácter desestabilizador y volatilidad, así como de los intercambios comerciales. Una renegociación multilateral coloca al país aún en una condición más desventajosa, dado que un contrapeso se produciría si, por el otro lado, se expresasen el conjunto de países latinoamericanos y no de aquellos que Washington, como Chile con Piñera, considera aliados para alcanzar sus objetivos. “Si para Chile, México y Perú el objetivo del TPP es mejorar su vínculo con China –señala Osvaldo Rosales-, les sería útil (comprender) que si bien ‘todos los caminos conducen a Roma, no todos conducen a Beijing” (10/06/13).
En resumen, más aún en un período electoral, se requiere abrir un debate nacional, que en lo fundamental cuestione la concepción de una apertura irrestricta de la economía y considerar al gobierno de Chile buscando ser una pieza para alcanzar esos mismos propósitos a nivel mundial[2]. La política a seguir en el sector externo es un tema, lamentablemente, considerado muy insuficientemente en las propuestas programáticas electorales conocidas. Es un déficit a corregirse, con mayor razón cuando Chile es uno de los países más abiertos a nivel mundial, y por tanto extraordinariamente dependiente de lo que acontezca más allá de sus fronteras.
De otra parte, el liderazgo demandado rompe con la acción conjunta por los países de la región. “Es fundamental –manifestó Osvaldo Rosales, director de Comercio Internacional e Integración de la Cepal- que nuestra aproximación (…) sea colectiva, porque todos sabemos que el motor de la economía mundial en el futuro, va a ser China y el Asia Pacífico, sin ninguna duda” (27/05/13). Por ello acciones desarrolladas sin la presencia de Brasil, un gran protagonista a nivel mundial, pierden relevancia.
La Alianza del Pacífico se ubica en la dirección opuesta a los procesos de integración existente en la región. El acuerdo de los cuatro países tuvo su acta de nacimiento en junio de 2012 en el Observatorio Paranal. La iniciativa comenzó a construirse el año anterior en una reunión de los jefes de Estado a iniciativa de Alan García. Se plantearon desde un principio entre sus pasos iniciales el libre intercambio de bienes. Su última reunión efectuada en Colombia se propuso llegar a la desgravación de un 90% del intercambio mutuo, pero sucede que ello ya existe en un 88%. En consecuencia por el momento el logro en este plano será marginal. Fundamentalmente por la presencia de México, la segunda mayor economía de la región, representa el 35% del producto latinoamericano, con una población superior a los cien millones de personas.
El acuerdo Trans-Pacífico no es el único proceso de libre comercio de repercusión global en discusión. También está en tabla la Asociación Trasatlántica de Comercio e Inversión entre la Unión Europea y Estados Unidos. A mediados de junio, los ministros de comercio de la UE establecieron su posición para iniciar las negociaciones formales. Eso sí dejando fuera del texto el capítulo audiovisual, por la defensa vigorosa de Francia a la excepción cultural. “Hoy por hoy –dio a conocer el comisario europeo de comercio, Kasel De Gucht- podemos decir que el sector audiovisual no está en el mandato de la negociación”. Dejando constancia que la Comisión “podrá hacer cualquier recomendación al Consejo para añadir cualquier negociación adicional” (15/06/13). En otras palabras, como suele ocurrir, postergaron el punto de divergencia para más adelante. “Paris –comentó El País- tiene todavía la última palabra en este asunto, pero ha dado una señal clara de debilidad al respecto. Más aún con una economía metida en una crisis crónica y con un gobierno en horas bajas” (15/06/13).
En la víspera de la reunión el G-8, realizada pocos días después en Irlanda del Norte, EE.UU. y la UE anunciaron formalmente en conferencia de prensa conjunta el inicio de sus negociaciones para el tratado trasatlántico. La primera ronda de tratativas tendrá lugar en Washington el día 8 de julio, esperándose concluirlas antes de finalizar el 2014. De suscribirse este acuerdo, advirtió un estudio del instituto germano de investigación económica IFO, “los países con los que la Unión Europea o Estados Unidos ya tienen un Tratado de Libre Comercio son los más importantes perdedores. Entre ellos se encuentran México, Canadá o Chile”. Se produciría, manifestó uno de los autores del estudio, Sebastián Benz, un desvío de comercio. “El fuerte aumento del comercio entre EE.UU. y la UE –argumentó- hará que éste se abarate, por lo cual comerciarán menos con otras regiones externas” (25/03/13). Por su parte, Roberto de Azevedo, representante brasileño de la OMC advirtió que estas negociaciones constituyen “una alerta para la viabilidad del sistema multilateral” (07/04/13).
No es la primera vez que se habla de este objetivo. Se planteó el año 1995 en una cita conjunta en Madrid, sin avanzarse más allá de la formulación inicial. En 2007 la iniciativa volvió a ponerse sobre la mesa, pero rápidamente se estancó al plantearse diferencias similares a las registradas en la Organización Mundial de Comercio. Los argumentos a favor que en esta oportunidad sea diferente descansan, ante todo, en las dificultades de ambas economías.
Por su parte, Asia, China, Japón y Corea del Sur concordaron en mayo de 2012 también efectuar negociaciones para alcanzar un acuerdo comercial. China es el principal socio comercial de los otros dos países. En consecuencia, el mundo se enfrenta a varios movimientos simultáneos. Ante este escenario debe colocarse el país. Sin duda los intereses nacionales estarían mejor defendidos en un accionar conjunto de la región.
Por Hugo Fazio
El Ciudadano