Manual para tomarse el colegio

 Tomarse el colegio siempre debe ser un acto político para algo mayor, lo que queremos es tomar el poder, no simplemente recrear una trinchera local y temporal para “resistir hasta el final”, dar “testimonio de nuestra lucha” y mostrar lo blanca que es nuestra consecuencia, no queremos ser ni limpios, ni blancos, ni consecuentes, queremos […]

Manual para tomarse el colegio

Autor: Sebastian Saá

 Tomarse el colegio siempre debe ser un acto político para algo mayor, lo que queremos es tomar el poder, no simplemente recrear una trinchera local y temporal para “resistir hasta el final”, dar “testimonio de nuestra lucha” y mostrar lo blanca que es nuestra consecuencia, no queremos ser ni limpios, ni blancos, ni consecuentes, queremos ganar la guerra.

Como es sabido, las guerras se ganan con ejércitos grandes, los ejércitos chicos, por más iluminados y santos que sean sus soldados, siempre terminan siendo aplastados por el enemigo y sus miembros terminan convertidos en mártires, y como no queremos ser ni santos, ni mártires, ni monjas, tenemos que tener un ejercito grande. Por eso, nuestro ejercito tiene que ser el conjunto del pueblo y la lucha política tiene que ser la lucha de masas. Pero también, las guerras se ganan con audacia e inventividad, para pasar a otro lado, muchas veces es más fácil saltar la muralla que intentar botarla.

Para esto, los revolucionarios deben hacer política, cada acto de los revolucionarios debe ser un acto político, es decir, debe tener un significado claro y contundente, pero por sobre todo, debe ser lo suficientemente amplio como para conquistar el sentido común del conjunto del pueblo, para esto, los revolucionarios deben ser audaces, inteligentes e inventivos.

Seamos sinceros, tomarse un colegio entre pocas personas, cerrar las puertas y esforzarse insistentemente por echarse a los vecinos y a los demás compañeros encima no es una buena estrategia. No sirve de nada si hay 30 personas adentro, el objetivo de la toma es lograr convocar a la mayor cantidad de compañeros durante el mayor tiempo posible. Que los compañeros se queden en sus casas al lado de sus estufitas y no vayan a la toma nunca es suficiente motivo para hacer llorar a un revolucionario, los revolucionarios deben generar instancias de agitación y convocatoria, para eso hay que hacer trabajo de masas. Los campeonatos de baby futbol o de ping pong siempre dan buenos resultados, si el colegio no tiene cancha, un campeonato de Pro Evolution Soccer siempre es una buena alternativa. Una toma es una excelente instancia de formación política, si el colegio cuenta con proyectores o si se puede improvisar una sala de cine, películas como Tierra y Libertad, La Estrategia del Caracol o documentales como los que se encuentran en www.rebeldemule.org siempre son una excelente forma de concientizar, politizar y atraer a nuestros compañeros.

Que el día de mañana la toma se caiga por votación democrática, precisamente por los que no van a la toma, no es razón suficiente para hacer llorar a un revolucionario, los revolucionarios saben que la revolución no es un evento, si no un proceso largo de acumulación, sumar y empujar, sumar y empujar como decía Allende.

Los colegios deben ser apropiados por la comunidad. Una toma no sirve de nada si cerramos el colegio y nos atrincheramos en él, impidiendo el acceso a la comunidad. Hay que recordar que los que se toman el colegio son los hijos de la clase trabajadora y deben abrir el colegio a los trabajadores. Para esto se pueden organizar completadas, tallarinatas, rifas, campeonatos de apoderados, etc. Todo eso sirve, por supuesto, para comprometer y acercar a la comunidad a las actividades realmente importantes, los ciclos de cine y documentales críticos, los foros sobre la renacionalización del cobre, sobre la gratuidad en la educación, sobre la concentración de la riqueza o sobre la recomposición del campo popular en Chile, también se pueden hacer ciclos reflexivos y asambleas vecinales para tratar los problemas de la comunidad.

Siempre hay que recordar una de las tareas más importantes de los revolucionarios siempre es ampliar los margenes de la lucha social. Cortar calle con los compañeros conscientes está muy bien, pero lo que hay que lograr es que la vecina, la señora Juana, salga a cortar la calle con nosotros. Si la señora Juana no quiere cortar calle, no importa, hay que invitarla a la plaza a hacer caceroleos vecinales junto con los demás vecinos, hay que filmar el caceroleo y compartirlo en las redes sociales. Si la señora Juana no quiere salir a la plaza, no importa, hay que hacer que toque la cacerola desde la ventana de su casa. 

Algunas batallas no se pueden ganar, pero un buen revolucionario es capaz de sacar lo mejor incluso de las situaciones adversas. Si resulta que el alcalde de nuestra comuna ordena desalojar la toma, resistir y aguantar esta muy bien, pero hay que recordar que todos los actos de los revolucionarios deben ser actos políticos eficientes, un buen ejemplo de resistencia fue el que hicieron los compañeros del Liceo Manuel de Salas, no por que haya sido pacífico, si no por que fue estratégico. La fuerza represiva tardo horas, hasta la madrugada en sacar a todos los estudiantes del colegio. Por otro lado, la resistencia inteligente e inventiva pone del lado de los estudiantes a los vecinos, a los transeúntes y al público que ve el vídeo masificado por internet.

Entonces cada colegio tomado debe ser un colegio abierto, las tomas deben ser lo más amplias posibles. Cada protesta, desde el simple caceroleo hasta la toma de calle, incluso la barricada, deben ser protestas sociales y no simples protestas de vanguardias.

Los colegios son lugares estratégicos, incluso más que las universidades, hay un colegio prácticamente en cada barrio, si el televisor de los trabajadores de nuestro barrio está tomado por la prensa burguesa, entonces tomémonos el colegio del barrio y usémoslo como medio de lucha y propaganda popular.

!Tomarse el colegio es un paso más para desalojar a los ricos que se tomaron Chile!

!A tomarse los colegios! !en cada barrio y en cada ciudad!

Por Gabriel Sánchez Antonucci

Unión Nacional Estudiantil


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