¡Devuélvannos los parques!

Cada vez son menos las áreas verdes en las ciudades, y los pocos parques en que podemos aprovechar del contacto con la naturaleza o simplemente para reunirnos, nos están siendo arrebatados por la “autoridad”


Autor: Sebastian Saá

Cada vez son menos las áreas verdes en las ciudades, y los pocos parques en que podemos aprovechar del contacto con la naturaleza o simplemente para reunirnos, nos están siendo arrebatados por la “autoridad”.  En todos los casos, el argumento de los detractores son los supuestos ruidos molestos o desorden que ocasionarían estas espontáneas convocatorias, llegándose incluso al uso de la fuerza pública y a las multas municipales.  Lo que constituye un atentado abierto al derecho a la libertad de expresión y a la reunión pacífica para manifestarse, garantizados constitucionalmente en éste o cualquier otro espacio público.  Ya nos privaron de la calle, devuélvannos los parques.

Desde que nací, el Parque Forestal ha sido parte de mi vida.  Allí tengo una foto tomada el 4 de septiembre de 1970, el mismo día que Allende ganaba en las urnas y yo, con algo más de un mes, posaba sobre el césped con traje de lana verde claro.  Vivíamos a solo unos metros, en Paulino Alfonso, para nuestra dicha y nuestros juegos, una calle sin salida.  La inmensidad del Parque, era nuestro territorio; nadie nos detenía, éramos libres, éramos niños.
Pero las cosas han cambiado.  No somos los mismos críos y el país es distinto.  No prima ni se valora, como antaño, la expresión y la diversión en espacios abiertos.  En parte, debido a la paranoia de la seguridad y el control en la que nos han sumido, pero también porque la dinámica social parece otra.  Hoy son muchas las familias que yacen los fines de semana frente al televisor o simplemente dando vueltas en los malls.  Por otro lado, tras la gesta de los pingüinos, los estudiantes son siempre sospechosos en estos espacios, así que la juventud también comienza a desaparecer de sus parajes.  Tampoco encuentro a esos ancianos que alguna vez me tendieron la mano cuando caí en bicicleta.
Por eso me ofusqué tanto esa tarde, cuando supe de la masiva y brutal detención de músicos y artistas circenses que brindan su arte en el Forestal.  Fueron dos fines de semana seguidos, los domingos 15 y 22 de marzo recién pasado y para hacerlo todavía más kafkiano, los partes cursados por la Primera Comisaría de Santiago los acusa de “tocar yembé”, “hacer v(b)atucada”, “utilización de bien de uso público sin permiso municipal, interrumpiendo paso peatonal”, entre otras de este entusiasta calibre.
La falta en la que habrían incurrido, para ser detenidos y luego multados, estaría contemplada en la Ordenanza Municipal 59, establecida para el Comercio Estacionado y Ambulante en Bienes Nacionales de Uso Público.  Es decir, ni a misa una cosa con la otra, como diría mi abuela.  Aún así, la policía y el municipio le encuentran el acomodo al asunto, aplicándoles –indebidamente- el artículo 2, que define al Comercio Ambulante como “Toda actividad comercial o prestación de servicios que se ejerza en un bien nacional de uso público desplazándose mediante la utilización de elementos móviles o portátiles», y el artículo 98 que facultaría para que “Los comerciantes sin permiso municipal, (sean)serán sancionados con el comiso de las mercaderías, de las instalaciones y demás elementos usados en la comisión de la infracción y, además, multa de cero coma cinco a uno coma cinco Unidades Tributarias Mensuales, vigente a la fecha de pago, fijada por el Juzgado de Policía Local de Santiago”.  Cabe destacar que el texto de esta ordenanza fue actualizado y refundido en junio de 2008 y que se encuentra firmado por el alcalde Jaime Ravinet.
No sé si Ravinet tiene clara la diferencia entre artista callejero y comercio ambulante; a simple vista, parece seguir el camino iniciado por Lavín y secundado por Alcaíno respecto a prohibir cualquier tipo de manifestación en el Parque Forestal.  Pero lo que si me queda claro, es que no entiende para nada el beneficio de contar con arte en estos espacios.
La tolerancia cero, contrariamente a lo que se nos quiere convencer, no pregona un aniquilamiento de los espacios públicos para mantener el control.  De hecho, lo que se hizo fue poner un vehículo intacto en una zona de supuesto riesgo, y al cabo de días seguía allí.  Sin embargo, bastó se quebrará un cristal, para que el auto fuera totalmente desmantelado.  El mismo estudio señala que la mejor forma de combatir la delincuencia, es que las personas vuelvan a apropiarse de los espacios públicos de los que ésta se ha apoderado.
Por eso la presencia de artistas en el Forestal, contrario a provocar desorden o alteración, permite recuperar espacios que hemos olvidado…o mejor dicho abandonado.
Es hora de gritar a todo pulmón: ¡devuélvannos los parques!

por Paulina Acevedo
* Comunicadora en Derechos Humanos

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