Martin Wolf, el editor económico del Financial Times, tiene la película bien clara: el desmesurado poder de los banqueros es el principal problema que enfrentan los EE.UU.
En su columna editorial del 14 de abril del 2009, expone el tema en toda su crudeza. Citando un artículo de Simon Johnson, ex economista jefe del FMI y actual profesor del MIT dice: «la elite de intereses de negocios – los financistas en el caso de los EE.UU. – han jugado un rol central en crear la crisis haciendo apuestas cada vez mayores con el aval implícito del gobierno hasta el colapso inevitable.»
Más aún «la gran riqueza que el sector financiero creó y concentró dio a los banqueros un inmenso poder político.»
Ahora, argumenta el profesor Johnson, el peso del sector financiero está impidiendo la resolución de la crisis.
Los bancos «no quieren reconocer la magnitud de sus pérdidas puesto que los expondría como insolventes… este comportamiento es corrosivo: los bancos poco sanos no prestan (se guardan el dinero para protegerse ellos mismos) o hacen apuestas desesperadas en créditos e inversiones muy riesgosas de las que podrían ganar mucho pero probablemente no ganarán nada en absoluto. En cualquiera de los casos la economía sufre más todavía y los activos bancarios se deterioran aún más – creando un círculo altamente destructivo.»
En estas notas se ha venido mostrando como la crisis ha develado el corazón del auge y caída del Neoliberalismo y la globalización: el desmesurado crecimiento de los activos financieros desde los años 1980 hasta el 2000, y consecuentemente el desequilibrante poder que han adquirido los banqueros sobre las otras fracciones del capital; y su posterior derrumbe (ver nota «Hyperburbujazo financiero«).
Ellos fueron quiénes abrieron el ataúd donde yacían muertos en vida los extremistas y anarquistas profesores Neoliberales desde la crisis de 1930. No sólo los sacaron de allí sino que les dieron cartabón de respetabilidad al ubicarlos en distinguidas cátedras y sobre todo poderosos cargos en el Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Bancos Centrales y Ministerios de Hacienda.
Wolf presenta nueva evidencia que se suma a la que antes se había mostrado en estas notas (ver «Auge caída de banqueros y Neoliberales«).
Las utilidades del sector financiero alcanzaron la increíble proporción de 42% del total de las ganancias empresariales el 2000, y ahora han caído a poco más de 25%, camino al fondo (ver gráfico).
El problema, dice Wolf, es que no aflojan. Su influencia en el gobierno de Obama continúa siendo decisiva. Los que critican el último plan de Geithner tienen razón – dice Wolf -, si funciona es porque permitió traspasar dineros públicos generosamente a los bancos. Sin embargo, no resolverá su insolvencia básica.
Tampoco la «prueba de blancura» a que están siendo sometidos ahora – dice Wolf – conducirá a medidas que resuelvan este problema.
Al igual que Japón – concluye Wolf – los EE.UU. están atrapados entre el temor a la bancarrota de la elite y la molestia del público con los salvatajes.
Al final – dice – la quiebra y consecuentes pérdidas de los banqueros y sus acreedores debe ser parte de la solución. En caso contrario, la resolución de esta crisis sólo será el caldo de cultivo de la siguiente.
Es interesante el paralelo que se puede establecer entre el apoyo «bipartidista» a los banqueros en los EE.UU. que denuncian Wolf y Johnson y la verdadera muralla «binominal» que protege en Chile el llamado «modelo Neoliberal.»
Éste no es otra cosa que el distorsionado y perverso capitalismo de los banqueros, como siempre ha denunciado Ricardo Ffrench-Davis.
No hay mal que dure cien años, ni tonto…
Manuel Riesco
Economista CENDA