Desde hace varios años que el sistema chileno de administradoras de fondos de pensión (AFP) se encuentra en un profundo cuestionamiento. Dentro de las principales críticas a las AFP están el hecho de que sólo seis AFP administran cerca de cien mil millones de dólares cuyos propietarios son más de siete millones de trabajadores obligados a depositar sus fondos de pensión en ellas, sin el menor derecho a ser representados democráticamente en el directorio de estas instituciones financieras. Junto con que el dato alarmante de que las AFP han recibido utilidades persistentemente altas con un retorno anual sobre el patrimonio del 30% en promedio en los años recientes, el doble de los bancos comerciales.
Recordemos que este sistema se creó a comienzos de los años 80, y que establece el descuento a cada trabajador de un porcentaje (aproximadamente 11,5%) lo cual se va acumulando en un fondo, que se invierte en instrumentos financieros fijos y variables tranzados en la bolsa de valores de Chile y el extranjero, con lo cual se espera que el ahorro y la rentabilidad permita el engordamiento de un poso que servirá para financiar las futuras pensiones de quienes jubilen. Sin embargo lo inconveniente del modelo queda en evidencia si consideramos que del 11,5% que entrega cada trabajador a las AFP, un 10% va al fondo de capitalización individual y un 1,5% va a gastos de administración, donde tal gasto de administración corresponde en realidad a un margen que varía entre un 11 y un 21% del monto que administran, pese a que en promedio solo entregan un 8% de rentabilidad (fondo C). Esto último es incomprensible, puesto que en cualquier otro servicio un consumidor no estaría dispuesto a pagar por él, más de lo que recibe a cambio, acá sin embargo está obligado a hacerlo por ley.
El sistema genera grandes preocupaciones si consideramos la irregularidad por parte de los trabajadores en los aportes que realizan al sistema previsional. Esto es fácil de observar dado que casi ningún trabajador tiene la continuidad laboral supuesta en los cálculos iníciales y el fuerte de las cotizaciones está en los primeros 15 años de trabajo, período en que los trabajadores reciben un salario más bajo, por lo que el monto de las remuneraciones que se entregan a la hora de jubilarse dista mucho del prometido al inicio del sistema. Ejemplo de ello es que las pensiones actualmente no sobrepasen en promedio los 170 mil pesos, pese a que hemos tenido un periodo de más de 30 años en los cuales ha habido altas rentabilidades para las AFP y en el cuál la industria no han sido capaces de entregar mejores pensiones a los chilenos. Esto no se puede entender sino como una clara señal de la ineficiencia del mismo sistema, que por lo demás, arrojaría resultados inferiores a los que se obtendrían de invertir en el mercado inmobiliario o mejor aun en las empresas de servicios básicos, donde en cambio la decisión política fue dejar en manos de inversionistas extranjeros estos monopolios regulados.
El Banco Mundial señala lo sorprendente que Chile es, a través de su sistema de AFP exportador de capitales, con porcentajes equivalentes a los que se manejan en países desarrollados. Esto en contraste con el hecho de que la mayoría de los gobiernos de los países en desarrollo luchan por atraer e incrementar la inversión privada, los activos del sistema de pensiones chileno, como porcentaje del PIB, rivalizan con los de los Estados Unidos y el Reino Unido. Es la misma sorpresa que sentimos muchos cuando constatamos que las tremendas carencias existentes en infraestructura en nuestro país podrían verse subsanadas utilizando fondos frescos, de largo plazo y a tasas muy convenientes.
Y no solo se cuestiona que estos recursos no se utilicen en nuestro país o que no se haya logrado cumplir con los estándares prometidos, sino que los ahorros tengan que estar sometidos a los vaivenes de la economía, el excesivo cobro de comisiones y el fortalecimiento de un oligopolio dentro de las administradoras, tal como lo detalló en 2004 el informe del Banco Mundial “Mantener la promesa de la seguridad del ingreso en la vejez en América Latina”, donde se previene de los peligros del modelo chileno.
Al respecto, es el mismo premio novel de economía (2008) Paul Krugman, quien se suma a las críticas al modelo chileno de AFP. El economista afirmó en Santiago que EE.UU. no sufrió consecuencias más graves en la última crisis financiera gracias al hecho de no adoptar el modelo chileno de fondos privados de pensiones y que la decisión de los estadounidenses evito que se cayera en una Gran Depresión. Por otro lado, el economista también aprovecho de elogiar el aumento del gasto fiscal por parte de los gobiernos, que en diversos países contribuyó a amortizar el golpe de la crisis.
Como única salida factible al tema y una idea que viene tomando fuerza, es la de crear una AFP estatal, sujeta a las mismas normas que las otras AFP. En el entendido de que si las personas son libres para escoger entre un Banco del Estado y los Bancos privados, entre Instituciones de Salud Previsional (ISAPRES) o FONASA, entonces resulta consecuente que de igual forma puedan tener la alternativa d escoger en materia de AFP. Una entidad de este tipo, administrada sin fines de lucro, agregaría transparencia al sistema, reduciría enormemente los costos y podría ser de gran utilidad para evitar la concentración económica y el control por grupos económicos de los recursos de los trabajadores.
Por Fredy H. Wompner G.
Economista y escritor.