Elefantes blancos: Soñar es una promesa

Santiago como toda ciudad posee vestigios de su historia impregnados en su arquitectura, a la inversa de las capitales del primer mundo, aquí generalmente los monumentos adquieren rasgos involuntarios de periodos significativos que nos recuerdan generalmente fracturas y derrotas


Autor: Mauricio Becerra

Santiago como toda ciudad posee vestigios de su historia impregnados en su arquitectura, a la inversa de las capitales del primer mundo, aquí generalmente los monumentos adquieren rasgos involuntarios de periodos significativos que nos recuerdan generalmente fracturas y derrotas. A diferencia de las catedrales góticas europeas que son testimonio de la unión y concreción de voluntades, aquí ciertos edificios y lugares escenifican los factores de división de una sociedad joven e inexperta.

Como artista visual en 2003, realicé un proyecto de instalaciones que operaban principalmente con maquetas arquitectónicas. Armando una nueva cartografía de Santiago a través de 5 lugares paradigmáticos de nuestra historia reciente, lugares que nunca serían incluidos en una guía turística. Ahí figuraron el Cuartel Ollagüe de la DINA, la desaparecida Galería Cromo sede importante de la Escena de Avanzada a fines de los 70’, la Discoteque Regine’s como epicentro jetsetero del fugaz boom económico de comienzos de los 80’, el teatro Humoresque devenido a Iglesia evangélica como testigo del Toque de Queda que terminó con la vida bohemia capitalina. Y finalmente el Hospital Abandonado de Ochagavía.

Esta célebre obra inconclusa y que es probablemente el símbolo mas visible de lo que conocemos en nuestra capital con el signo de Elefante Blanco, fue iniciado en el Gobierno de Salvador Allende como futuro Hospital del Empleado Público y pretendía ser el hospital mas grande de Sudamérica, en la entonces comuna de San Miguel, antes de que esta fracción territorial pasara a constituirse en la actual comuna de Pedro Aguirre Cerda. Hoy el nombre de este Presidente Profesor se recuerda como bastión del antiguo Estado Protector, aquel que intentó mediante políticas públicas en salud, educación y vivienda condiciones igualitarias de progreso y movilidad social para nuestro país en las décadas de los 30’ al 70’.

Este edificio casi al término de sus obras es sorprendido por el Golpe de Estado. Luego de múltiples saqueos, avatares de los rigores del tiempo y abandono que descascaran y corrompen su obra gruesa, termina siendo licitado a comienzos de los 90`. Su placa prometía ser un futuro Mall y ambas torres futuros departamentos, continuando aún su abandono.

En mi obra, quise rescatar el esqueleto de este edificio, su apariencia inconclusa iluminada por un foco dicroico que proyectaba su sombra fantasmagórica y enorme sobre un muro, como promesa inconclusa en un anochecer lúgubre tal como el de la ciudad fantástica creada por Fritz Lang en Metrópoli.

Santiago sigue sorprendiéndonos en su devenir, y a antiguos elefantes blancos como éste se suman nuevos. Así como este hospital se ubica al poniente pobre de la capital relativamente cerca espacialmente pero al lado en nuestro imaginario del Zanjón de la Aguada, hoy al oriente rico y privilegiado de la ciudad y justo al lado del Canal San Carlos se ubica el proyecto comercial inconcluso del empresario Horst Paulmann, conocido como Costanera Center.

Zanjón de la Aguada y Canal San Carlos son históricos afluentes de aguas servidas, desechos orgánicos de los que habitan y producen en la ciudad. Sus nomenclaturas son distintas, mientras el Zanjón virtualmente Zanjó la ciudad como histórico limite urbano entre el limite histórico del centro del siglo XIX de los barrios periféricos que poblaban de callampas y tomas de terreno a comienzos y mediados del siglo XX, el zanjón operó como trinchera divisoria mientras el canal San Carlos mantiene en su canal – ización el recuerdo bucólico y pastoril del sector oriente como vergel indómito y limpio de bien entrados el siglo XX. El canal aún recuerda cuando servia para regar verdes prados y cosechas mientras hoy transporta la mierda de los barrios acomodados y los vomita en el Río Mapocho justamente en el sector que algunos llaman Sanhattan.

Recuerdo un antiguo mito urbano que explica que Sanhattan a comienzos del siglo XX era una especie de archipiélago de zonas pantanosas donde se unían mediante acequias el Canal San Carlos con el Río Mapocho, el mismo lugar nace de los terrenos de la ex fábrica CCU que funcionó hasta mediados de ese siglo recordando su memoria no precisamente como un barrio glamoroso al de hoy

Costanera Center se proclamaba como el futuro edificio más alto de Chile y Sudamérica mientras ayer el Hospital Abandonado de Ochagavía prometía ser también el más grande en nuestro continente. Ambos sueños coinciden en su cenit con mandatarios socialistas y médicos, Allende y Bachelet, su interrupción no podrá ser curada ya que sus causas fueron fraguadas por la torpeza y codicia de quienes al parecer no conocen ni les afecta la Salud Pública demostrando que las mayores desgracias históricas se generan lejos de la órbita de las mayorías, aunque justamente les afecta mayoritariamente a estos últimos.

El Hospital abandonado de Ochagavía y Costanera Center representan en su abandono el cierre de ciclos históricos de nuestra precaria economía, así como el congelamiento del sueño épico de una salud pública de Salvador Allende que representa la mole gris de la comuna de Pedro Aguirre Cerda y que termina con la vía chilena al socialismo tras el Golpe, por contraparte el sueño megalómano de Horst Paulmann culmina un corto periodo de la bonanza parpadeante del modelo neoliberal implantado en Dictadura. No es extraño ver como estos periodos de esperanza de un mejoramiento de las condiciones de vida para la gran mayoría mediante la igualdad solidaria o el chorreo mercantilista terminan de forma abrupta, eso nos revela como nuestra economía es feble, pequeña y mientras en los breves y espasmódicos instantes de esplendor los mas afortunados gastan y aprovechan sus lujos, la gran mayoría es llamada a gastar con cautela, en esperar que las tazas de interés bajen o suban, que los invisibles hilos de la especulación algún día se acuerden de ellos. La única certeza para nosotros, la gran mayoría, son estos signos concretos de derrota y ruina instalados en la ciudad.

La primera imagen que se me vino a la mente cuando vi por televisión la noticia de la paralización de las obras de Costanera Center es una fotografía que saqué un atardecer de noviembre del año pasado, la luz era escasa y cuesta discernir la mole inconclusa de la ribera del Canal San Carlos, serpiente de aguas servidas que vacía su contenido en el Río Mapocho. Sobre esta imagen tenebrosa imaginé la sombra en blanco, en alto contraste con la silueta del elefante Jumbo perteneciente al Holding de Paulmann, vi por un momento su patita levantada, su mano en alto, como un clown que trata de afirmarse a lo King Kong y subir por el acero de la mole. También lo imaginé como una versión criolla de Ganesha saludando desde este Taj Mahal, pestañeando coquetamente o encogiéndose de hombros pícaro con un YO NO FUI !!! Justificando los malabares del mercado y sus jeroglíficos que solo los economistas explican especulando como escribas oteando el horizonte en el árido desierto que nos espera.  Pensé en lo EASY, en lo fácil que los sueños se derrumban en este Paris sudamericano, por que los procesos económicos son a corto plazo, pillándonos con los pantalones abajo arrancando del incendio de la casa, como sonámbulos en medio de esa larga noche llamada recesión.

Recuerdo el video promocional de Costanera Center que en realidad virtual presentaba un largo paneo aéreo por la ciudad de Santiago desde su centro histórico, casco viejo y político hacia el nuevo centro reluciente y privatizado, la Tierra Prometida tecnológica instalada en el oriente de ésta. Ahora en contraste pienso muchas veces en el devenir formal y material de Costanera Center, como los metros y metros de malla mesh que recubren su fachada, así como los edificios patrimoniales   – que son recubiertos por publicidad mientras son rehabilitados mediante el auspicio de la empresa privada que aloja sobre ellos la otra fachada de sus mercancías-   , terminen jalonados por el viento deshilachando sus fibras como una bandera arriada. El oxido es también inclemente con la superficie del acero, le otorga una pátina que lo carcome pero mas refinadamente que las inclemencias del tiempo sobre el cemento y ladrillo del Hospital Abandonado de Ochagavía, podríamos hablar de una narración tecnológica versus orgánica que se esculpe por contraste sobre las superficies de ambos elefantes blancos.

Leonardo Portus

Artista Visual


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