En 1994 canal 13 difundió una teleserie llamada Top Secret en la que un joven diputado (Cristián Campos) lideraba un partido político llamado Fuerza Joven para tener la excusa de mostrar la vida de los políticos, mientras al mismo tiempo era tentado por una hermosa señorita para serle infiel a su esposa.
El ambiente existente en la época hizo que las revelaciones sobre la vida de los políticos se fueran diluyendo y que el romance terminara ante la prioridad de respetar el santo matrimonio, y de la juventud en política no se volvió a hablar hasta ahora, a propósito de la entrada de Sebastián Bowen en la campaña presidencial de Eduardo Frei.
Sin entrar a calificar las cualidades de Bowen, no deja de llamar la atención esta repentina vocación por abrir las puertas del ejercicio de la política a los jóvenes, cuando ha sido precisamente este el grupo de nuestra sociedad sobre el que más esfuerzos de omisión se han hecho para mantenerlo marginado de su participación en esta actividad y de prácticamente cualquier otro ámbito de nuestra vida en sociedad.
Resulta especialmente curioso por el hecho de que la gran mayoría de los jóvenes no está inscrita para votar y que al candidato que más le convendría incorporar a los menores de 30 años a las urnas sería Sebastián Piñera, no Eduardo Frei y sin embargo es este y no el primero el que hace el gesto de sumar a un joven emblemático como Bowen.
Si lo que busca Frei es “chasconearse” y aminorar su imagen de hombre empaquetado, la señal resulta demasiado poderosa y puede volverse en su contra si los partidos de la Concertación, tal como lo hicieron antes con el gobierno ciudadano de Michelle Bachelet, no aceptan que les cambien las reglas que les permiten mantener la manija del ejercicio del poder.
Desde el punto de vista de Piñera, si quiere apelar a los jóvenes para que se inscriban y voten, sus señales han sido débiles o derechamente inexistentes.
De todos modos, lo que los jóvenes parecen requerir es que se los tome en serio en todos los planos necesarios, que se reduzca la edad para ser elegidos como autoridades, que se simplifique su participación en política, pero sobre todo que se les den facilidades para trabajar y estudiar cuando requieran hacerlo al mismo tiempo, y que no se les siga aplicando eso de que la juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo. Los jóvenes son mayoría y si quisieran hacerse del poder, es tan sencillo como que levanten una alternativa propia, y es antes que ocurra eso que se intenta incorporarlo tras casi dos décadas de marginación.
Por Andrés Rojo