Estados Unidos nutre y apoya sin condiciones a esperpentos políticos que estén dispuestos a combatir el sueño de Bolívar y la ‘patria grande’, impidiendo cualquier tipo de unidad entre las naciones de América Latina
COLOMBIA, Perú, México, Costa Rica y Chile se han asociado comercial y económicamente en un organismo destinado, en lo principal, a derribar los procesos progresistas y socialistas de Venezuela, Bolivia y Ecuador, obedeciendo a un mandato emitido por el gobierno estadounidense que encabeza hoy el falaz Nobel de la Paz, Barack Obama.
Estos cinco países, el año 2012 conjugaron su dependencia y servilismo en orden a estructurar un proyecto destinado al afianzamiento del neoliberalismo en la región, amén, por cierto, de solidificar a esas naciones cual ‘bodegas de insumos y recursos varios’ para servir de nutriente –o de salvavidas- a un cada vez más famélico Mercado Común Europeo. Se trata de la Alianza del Pacífico (AP), una idea original del ex presidente peruano Alan García, el que habiendo cambiado de chaqueta política se transformó en el enemigo número uno de todo proceso socialista y liberador existente en Latinoamérica, entregando a la vez su conciencia y su alma a los intereses transnacionales sitos en el subcontinente.
Todo lo anterior -qué duda cabe- persigue dos objetivos innegables: suscribir el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas o ALCA, nombre oficial con que se designa la expansión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte -Estados Unidos, México y Canadá- al resto de países del continente americano excluyendo a Cuba) y, además, cercenar el proceso de desarrollo bolivariano y socialista que se desarrolla en Venezuela.
Obviamente, de paso, con ello procurarían también echar abajo los avances obtenidos por los gobiernos de Ecuador (Correa) y Bolivia (Morales), dejando en muy incómoda posición a Argentina y Brasil, naciones a las que obligarían a enfrentarse a la ingente necesidad de suscribir los lineamientos del proyecto AP ya señalado…o experimentar en carne propia –cómo no- las veleidosas iras del imperio estadounidense y las venganzas del FMI.
Los Presidentes de las naciones que conforman la “Alianza del Pacífico” celebraron, en tan sólo un año, siete cumbres; una de ellas en Antofagasta (Chile), y la última en Cali (Colombia). Esos mandatarios han hecho esfuerzos por presentar a la AP como un proyecto económico y comercial, pero no lo es, y ello se sabe en toda la anchura de América, ya que les resulta imposible esconder el propósito principal, que no es otro que desestabilizar a los regímenes latinoamericanos que vienen -desde hace años- luchando contra el neoliberalismo y sus bolsones de pobreza, contra el servilismo suicida respecto de las empresas transnacionales y contra la disminución trágica del tamaño del Estado.
Esos objetivos anti latinoamericanos propalados y defendidos por los cinco países que conforman la AP, pueden explicar la existencia de bases militares que EEUU alza en territorios al sur del río Bravo, particularmente aquellas ubicadas en Colombia, Brasil, Paraguay y Chile, las cuales infiltran partidos políticos, universidades y prensa de los países ya mencionados. No sólo ello, sino también sirven de ‘academias instructoras’ para policías y fuerzas armadas locales, en un inefable y falaz “convenio de mutuo apoyo”, dizque para combatir el terrorismo y el narcotráfico.
En lo esencial, esta AP busca hoy sacar al ‘chavismo’ de Venezuela (ergo: derribar el gobierno constitucional y democrático encabezado por el presidente Nicolás Maduro) e intentar algo similar en Bolivia, contra Evo Morales, para, de esa laya, reavivar nuevas relaciones con Paraguay (donde gobierna el derechista y corrupto Partido Colorado), y avanzar en los flirteos con Brasil, al mismo tiempo que se lanzan cantos de sirena hacia Uruguay, mientras se invita a naciones extra continentales a participar en esta Alianza, como es el caso de Japón y Australia. Todo ello, por cierto, bendecido por el gobierno norteamericano… o, mejor dicho, ‘aconsejado’ por ese gobierno.
En todo este intríngulis -además de los pueblos latinoamericanos- aparece un perdedor inmediato, o un primer ‘sacrificado’: Bolivia, país al cual se le ha excluido como integrante de la AP y, por ende, de la Cuenca del Pacífico. A este respecto, una columna de opinión publicada en diarios de La Paz señala lo siguiente:
“”La AP es un cerrojo a las aspiraciones de un país mediterráneo como Bolivia. Si uno mira el mapa de la AP, es como un escudo neoliberal que obra, esto es lo que nos interesa, contra Bolivia. En efecto, el corredor bioceánico ya ha sido concluido y el Presidente boliviano invitó a sus colegas de Brasil y Perú a inaugurarlo; pero hay reticencias porque se ha excluido a Chile. Ollanta Humala posterga la inauguración porque Chile y Perú son miembros activos de la AP y el Congreso peruano dilata la ratificación de los Acuerdos Mariscal Santa Cruz, por los cuales el Perú nos cedió (a Bolivia) una franja de mar al sur de Ilo por 99 años. Al menos dilata la ratificación hasta que se sepa el fallo de La Haya sobre la demanda interpuesta por el Perú en torno a aguas territoriales. Chile se ha apurado en ratificar que cumplirá el fallo de La Haya (con el Perú) y que a los dos países, Chile y Perú, los une una vieja amistad desde 1866, año en que rechazaron un intento colonialista de la flota española contra los puertos de Valparaíso y El Callao, con declaratoria de guerra de Bolivia y Ecuador. El canciller chileno recuerda esa alianza, pero olvida el empeño de su país en la destrucción de la Confederación Perú-Boliviana y la Guerra del Pacífico, en la cual el ejército chileno ocupó Lima, la capital peruana.””
Como es dable barruntar, la mentada Alianza del Pacífico no es sino una perfecta cuña alimentada y puesta en marcha por EEUU a través de los ya mencionados gobiernos latinoamericanos que le son no solamente amigables, sino obsecuentes y lacayos. La idea central del amo del neoliberalismo es quebrar el ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de América), extirpar de Sudamérica toda corriente progresista y socialista, mantener a ultranza al subcontinente americano como patio trasero, y apropiarse sin exclusiones de los recursos naturales de las naciones sudamericanas, muy especialmente petróleo, gas, minerales y…. ¡¡agua dulce!!
Para lograr lo anterior (y ya ha avanzado mucho en tal sentido), esta AP requiere como condición sine que non, lo siguiente:
1. Mantener en la cúspide de la pirámide gubernativa –en cada uno de esos países- a partidos y/o movimientos de derecha (o a sus aliados, mayordomos o séquitos) que sean confesos ‘amantes’ del neoliberalismo y serviles cipayos de las mega empresas transnacionales
2. Lograr atraer hacia el neoliberalismo a los viejos y ya desgastados partidos de izquierda, los que en beneficio del propósito de la AP deberían seguir siendo conducidos por dirigentes añosos y vetustos, atornillados a sus cargos, pues ellos son materia fácil para la corrupción y la traición
3. Evitar, a como de lugar, la modernización y democratización de las instituciones fundamentales, como es el caso del Poder Legislativo, el que por motivo alguno puede ser reemplazado por una Asamblea Nacional que ponga al día las exigencias de la ciudadanía mediante una nueva carta Fundamental o un sistema electoral realmente democrático.
Todas esas materias, los chilenos las conocen sobradamente. El quid del asunto, entonces, radica en saber si la mayoría de los electores decidirán mantener el modelo, o provocar cambios sustanciales que apunten a liberar el país de las ambiciones e intereses del imperio del norte cuya vida económica depende, hoy casi exclusivamente, de su capacidad de invadir, robar y explotar recursos pertenecientes a territorios ajenos.
La mejor fórmula que Estados Unidos ha encontrado para evitar la ocurrencia de un desastre interno y aproximarse al ‘éxito’ de sus objetivos, es nutrir a esperpentos políticos que estén dispuestos a combatir el sueño de Bolívar y la ‘patria grande’, impidiendo cualquier tipo de unidad entre las naciones de América Latina, y además, como requisito intransable, que estén alegremente dispuestos a vender a bajo precio el 100% de los recursos naturales de esos países a manos privadas, expoliadoras y transnacionales.
Es un hecho irrefutable que en esa conspiración contra sus propias patrias, gobernantes como Santos, Piñera, Humala y Peña Nieto destacan con luz propia.
Por Arturo Alejandro Muñoz