Lo más ocurrente de una guerra difusa es que intentan engañar a todo el mundo, justamente el engaño es un recurso muy persuasivo con el cual no gastan municiones, armamentos y no sacrifican personal, así que es una guerra “barata” comparada con la guerra convencional. No es que por ser menos costosa, no deja “casualidades”, claro que sí, algunos caen redonditos, otros ingenuos hacen que otros caigan sin darse cuenta, otros se van asustados como algunos cuando corrieron al sur del subcontinente desde Venezuela y luego regresaron desengañados pidiendo auxilio al gobierno venezolano porque la pandemia y la fatalidad por allá los tomó por sorpresa en países con pocas posibilidades de vida y salud.
Tampoco es tan barata porque los Estados Unidos ha gastado miles de millones de dólares creando y fomentando trampas y mentiras con una jarana de estafadores que han hurtado parte de esos recursos, pero a su vez el gobierno de Trump ha despojado al pueblo de Venezuela, una inmensa cantidad de recursos en oro y bienes confiscados como Citgo. Yo no si vale para Juan Guaidó, el dicho popular de que “ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón”. Es demasiado para ese decir. Claro que es responsable del desastre provocado por esa banda de codiciosos porque ni él, ni Julio Borges ni algunos de sus trúhanes son unos niños inocentes y saben que están provocando un enorme sufrimiento al pueblo venezolano.
¿Qué hay guerra en América del Sur? Claro que si, en Colombia, no se han consumado los Acuerdos de Paz, a pesar que una gran cantidad de insurgentes entregaron sus armas y se asociaron a los procesos de inserción social, sin embargo muchos de esos líderes sociales están siendo asesinados por bandas paramilitares que privilegian el narcotráfico bajo la mirada indiferente y en algunos casos con participación de unidades de seguridad del gobierno. Colombia vive hoy un estado de presión social en proceso de estallido con consecuencias insospechadas si sus fuerzas transformadoras no le orientan por rutas favorables para la justicia social.
En Venezuela desde 2012, Estados Unidos se ha empeñado tercamente en asediar y bloquear al pueblo venezolano para hacerlo claudicar, tratan de aplicar los nuevos modelos de guerra que pregonan ataques “antropológicos” para golpear la simbología de la resistencia de ese pueblo. No lo podrán derrotar porque no están luchando contra seres desprendidos de conciencia social y política, sus símbolos culturales, ancestrales, épicos, mitológicos y religiosos que son poderosas armas defensivas y ofensivas en esa guerra. Ya es muy difícil demoler las bases culturales de este pueblo porque tan solo en 20 años el chavismo logró levantar esas fortalezas. Los Estados Unidos lo sabe, y sus gruñidos y chillidos de gata en celo no van a atemorizar a los venezolanos. Si fuera fácil desde cuando lo hubieran hecho.
Ante las constantes amenazas, guerra económica, de incertidumbre inducida, noticias falsas para generar zozobra pública “nuestra tarea es prender la chispa de la esperanza que se enciende como fuego vital humano en la revalorización de la política, la estética de lo popular, lo latinoamericanista, lo antiimperialista, la diversidad, el respeto al derecho del otro como lo señaló recientemente el profesor Alexander Torres Presidente del Centro Nacional de Historia de Venezuela.
Son nuestras responsabilidades generar conocimientos, análisis y debates para caracterizar esa guerra, primero reconocer que estamos en un conflicto de ese tipo, no hay dudas, pero en el caso de Venezuela, ésta es múltiple, difusa, engañosa y ahora está en una fase crucial, el presidente Donald Trump necesita un empujón para su relección y la dirección guerreristas del Pentágono apunta a América del Sur y a Venezuela.
Hemos sostenido que la noción de soberanía es fuertemente golpeada desde el mensaje de “encantamiento” de lo extraño pero en estos tiempos extremos violentos otra variable de esos golpes a la personalidad nacional o suramericana es el miedo, el terror que ahora en Venezuela se está poniendo a prueba y que en Colombia ya tiene algunos años ante la presencia organizada del paramilitarismo y el narcotráfico.
¿Ahora cómo combatimos? Los que no somos militares activamos “trincheras” en medios públicos, en el plano organizativo como la Red de Historia[1] , en Colombia la solidaridad binacional como la Comisión Orinoco Magdalena entre otras redes sociales organizadas que se tejen a los largo de Suramérica donde hay simetrías de intereses comunes por la justicia y la paz, el diálogo constructivo, democrático, la verdad y la memoria histórica.
El profesor Henry Navas del Instituto de Altos Estudios de la Seguridad de Venezuela señaló recientemente en una sala virtual desde Caracas que: “Todos los sistemas de dominación apuntan en principio a la destrucción de la memoria de los pueblos que dominan, eso lo hemos visto de manera permanente en cada uno de los procesos de dominación a escala planetaria y la defensa de la memorias se convierte en una instrumento fundamental de resistencia,” Lamemoria del pueblo vista así es una herramienta defensiva y ofensiva, la, “el arma” que tienen estos pueblos para resistir y derrotar a un enemigo común.
Es precisamente en esta parte del mundo donde ahora se escenifican los grandes conflictos del Norte contra el Sur, igual se desarrolla un procesos de escalamiento de conflictos de carácter militar como lo hemos visto en Colombia azuzados por los EEUU. Venezuela en estos momentos, cercada por el gobierno de Washington y por su poderosa maquinaria de chantaje, ha golpeado la misma economía monótona petrolera que ellos ayudaron a construir para apropiarse de esas riquezas del suelo aluvial venezolano. Sin embargo y a diferencia de Colombia, su gobierno ha implantado medidas colaterales de diversidad productiva, políticas multipolares en el plano internacional que han oxigenado la resistencia del pueblo venezolano, estoico y múltiple por su capacidad organizativa masiva.
Ese mismo pueblo, Simón Bolívar lo levantó como ejército libertador durante el proceso de Independencia y a principios de 1820 describió un escenario parecido al de hoy, como memoria histórica extraordinaria que hoy evocamos a través de una carta enviada al jefe realista Mariscal Miguel de la Torre, inmediatamente después de firmar el Tratado de regularización de la guerra y ante la inminencia de la ruptura del Armisticio suscrito entre Morillo y El Libertador Simón Bolívar, escribió: “Cuando más motivos haya para una ruptura, tanto más debemos ser circunspectos en el cumplimiento de los tratados y del derecho de gente, porque nosotros somos el centro de una inmensa esfera de operaciones en el nuevo mundo; porque somos en el día el objeto de la consideración de los espíritus superiores y porque nos debemos a nosotros mismos honor y buena fe”.[2] Al imperio español, no le quedó otra que, primero reconocer al soberano estado de Colombia (Gran Colombia) y a Bolívar como su Jefe y luego morder el polvo la derrota cuando los enclaves de las fuerzas realistas en América del Sur fueron cayendo como naipes uno tras de otro. La historia no se repite, pero por lo visto al Imperio Norteamericano le está pasando lo mismo que a España en el siglo XIX. El vuelo del águila Mike Pompeo por Boa Vista, Brasil al parecer no resultó tan clave como se anunció.
Aldemaro Barrios Romero
Foto: Miguel García Moya.
[1] La Red de Historia Memoria y Patrimonio de Venezuela, es una organización que agrupa a docentes, historiadores y cronistas en el país.
[2] Cartas del Libertador. Corregidas conforme a los Originales por Vicente Lecuna. Diez volúmene
s, 1799-1830. Con un índice y un apéndice. [Mandadas publicar por el Gobierno de Venezuela presidido por el General JV Gómez.] (CaracasMinisterio de Relaciones Interiores1928)