Por Marcos Uribe Andrade
El Rechazo sigue siendo el resultado ideal para la derecha, pero ella no confunde el deseo con la factibilidad histórica y se esfuerzan en desarrollar una estrategia capaz de competir en el contexto del muy probable ganador del próximo plebiscito de octubre (la opción Apruebo).
Los PRO-AC fundamentalistas (porque la gran mayoría somos Pro-AC pero no tan limitados en lo político) parecen no caminar y masticar chiche en sincronía, y en sus mundos paralelos llenos de vanidad y autorreferencia, son incapaces de separar deseo con factibilidad y ello cierra la puerta a la eficiencia de una táctica eficaz.
No hace falta redundar en lecciones claras, contundentes y dramáticas, abundantes en nuestra historia cercana, para terminar de entender el daño del abstencionismo, que muy bien se puede rebautizar como «evasionismo» y que se viste de diversos trajes para asistir a la misma fiesta:
- Marcar el voto y elegir una de las dos opciones de la segunda papeleta.
- Agregar una tercera opción (AC)
- Votar sólo la primera papeleta con la opción APRUEBO.
- Abstenerse de ir a votar porque el evento no es legítimo.
- Otras: todas las que la imaginación permita.
Este no es momento de «chacotear» con propuestas «confusionistas», sin ninguna base en análisis políticos que se ajusten a la condición de la realidad en que se mueve el ancho espectro de las fuerzas políticas.
Para la gran mayoría de los ciudadanos que sostuvo las más grandes movilizaciones de la historia de Chile en contra del abuso institucionalizado, la AC sigue siendo el norte, pero ella ya no se abrió camino en lo inmediato.
Decir lo contrario no se sostiene ni con el más mínimo de objetividad. Ello no implica que podamos sumarnos responsablemente para hacer una rabieta como la que muchos hicieron el 2017, con los evidentes resultados catastróficos que afectan hoy las iniciativas legislativas, regalando el mejor posicionamiento táctico a los tradicionales enemigos de pueblo, porque no se comprende la complejidad ni la dinámica de los caminos políticos.
Resultó lamentable que los fundamentalismos hayan roto los puentes necesarios con la corrupta institucionalidad política y nadie duda de dicha calidad del poder institucionalizado. No comprender la actual ‘transitoria necesidad’ de dichos lazos, permitió que se abriera camino -sin contraparte- a un espurio «pacto por la paz», que logró instalarse como realidad y que tendrá su mayor ganancia histórica si logra capitalizar esa -ya demasiado funcional para sus intereses- inmadurez del inmediatismo, que no logra diferenciar entre las variables del ideario moral y las circunstancias políticas.
Les propongo que revisen cómo se viene aclarando la forma de comprender la dinámica de las variables del poder, a lo menos desde el año 1521, solo para focalizarnos en la historia moderna de occidente.
Desde ya me disculpo si no endulzo el discurso, pero queda menos de un mes y es tiempo de hacerse responsables y aunar las fuerzas en ganar el descanso de la escalera, para seguir avanzando (de inmediato después del 25/11) hacia el objetivo de la AC, y no hacer otro oneroso regalo a los enemigos de la felicidad del pueblo.
De aquí al 25 de octubre, por favor, diré por necesidad esa odiada expresión: Hagan caso. Cualquier intento de imponer ahora algo diferente a la única opción útil (limitada pero útil) de llamar a votar Apruebo en la primera papeleta y Convención Constitucional en la segunda, es una maniobra que solo debilita la posibilidad de posicionarnos en el mejor resultado de esa instancia, sin perder de vista que no es el puerto deseado.
Nada que se agregue a los votos tendrá un resultado vinculante, ni siquiera serán opciones identificables y desagregadas en las estadísticas del Servel y los votos que señalen AC como leyenda agregada, deberán ser defendidos con la clara opción de ser rechazados si no existen buenos defensores de votos, para quedar contabilizados erróneamente como nulos, o quedarán en el lote de objetados y válidamente emitidos, junto con los que tienen un Walt Disney (eufemismo para los dibujos de penes) o contengan literalmente un inapelable “pico pa’l que lee”.
Por supuesto que la opción de restarse del proceso ni siquiera merece mención: lo inservible de ella, ya está sólidamente probada.
Los fundamentalistas AC, los evasionistas, los abstencionistas, podrían tener un acto de humildad, dejar sus obcecadas disquisiciones encerradas en sus legítimos deseos y guardar sus fuerzas para impulsar -después de ganada la Convención Constitucional- la lucha ciudadana para conquistar las reformas a la normativa sobre el mecanismo y conformación del órgano constituyente, porque aún queda paño por cortar, para imponer en todo su ancho la soberanía del pueblo, que está siendo secuestrada por el poder de la institucionalidad.
Chiloé, 27 de septiembre de 2020.–