Por Richard Canán.- El colmo de los colmos en este mundo al revés, es que un deschavetado diputado noruego de nombre Christian Tybring-Gjedde (partidario de la extrema derecha y ardiente promotor de leyes antinmigración) ha propuesto nuevamente (es reincidente este adulador profesional) que al confeso criminal llamado Donald Trump le otorguen el premio Nobel de la Paz. Pañuelo en la nariz, por favor.
No menciona el diputado Tybring-Gjedde las atrocidades cometidas por el ejército imperial norteamericano, bajo el mandato de Trump, en Afganistán, Irak, Siria y los acosos a países soberanos como Irán, China, Rusia o Venezuela. No habla del calamitoso plan de Trump para el Medio Oriente, imponiendo su unilateral y despreciable proyecto denominado el “Acuerdo del Siglo” (sin la participación de autoridades Palestinas) que en la práctica autoriza al colonizador opresor israelí, a ejecutar sus planes de expansión mediante la aniquilación del pueblo Palestino y el despojo total de su territorio ancestral.
Este tema no es broma. Ya hay un nefasto precedente con Barack Obama, a quien le “regalaron” en el año 2.009 el premio Nobel de la Paz sin haber hecho nada transcendental en comparación con docenas de personas e instituciones con décadas de verdadero trabajo y sacrificio en función de la paz. Como era de esperarse, el nefasto Nobel Obama, sucumbió de inmediato a las confabulaciones de los halcones del Pentágono, pasando sus dos períodos de gobierno atragantado en “combate activo” por todo el planeta.
A la propuesta del Nobel para Trump le salieron rápidamente miles de detractores poniendo el grito en el cielo por tamaña aberración. Sin embargo, algunos ocurrentes detractores se inclinan por recomendar que a Trump se le entreguen simultáneamente todas las variantes de los Premios Nobel. Entre sus méritos más resaltantes tenemos:
El premio Nobel de Medicina por sus invaluables aportes a la lucha contra la pandemia del Covid-19, que tiene a Estados Unidos encabezando todas las nefastas cifras rojas con más de 6.526.000 personas contagiadas y 194.000 muertos. El negligente desempeño de Trump lo acerca peligrosamente a la responsabilidad penal y política. Primero, por su postura negacionista, restando importancia a la pandemia e impidiendo la preparación adecuada de los organismos federales; luego por burlarse, desacreditar o despedir a los expertos y especialistas médicos; por bloquear recursos a los gobernadores y entes federales; y por la descabellada decisión de enfrentarse con la Organización Mundial de la Salud en medio de la lucha planetaria para contener la pandemia. Su única acción proactiva ha sido la de poner millardos de dólares en manos de las corporaciones farmacéuticas, para financiar el desarrollo de las vacunas. Estas avariciosas empresas siempre se han destacado por su afán de lucro. Es decir, hablan el mismo idioma que Trump, el del dinero. Todos aprovecharán la pandemia para incrementar sustancialmente sus insaciables arcas.
Entre los disparates más resaltantes lanzados por Trump destacan: “Siempre quise minimizarlo. Todavía prefiero minimizarlo, porque no quiero crear pánico”; “Lo tenemos bajo control”; “La Hidroxicloroquina y la Azitromicina, tomadas en conjunto, tienen una oportunidad real de ser uno de los mayores revolucionarios en la historia de la medicina”; “los test son un arma de doble filo, debido a que cuando realizas tantos test vas a encontrar más casos… Así que le dije a mi gente, frenad los test, por favor”. Cándidas confesiones del presidente norteamericano más irresponsable de toda su historia.
Algunos entusiastas también proponen que al colérico Donald Trump le den el premio Nobel de Economía por su increíble capacidad para apropiarse del dinero de los demás, principalmente por sus artimañas para esquilmar fondos públicos. Todos saben que su fortuna personal, construida en el sector inmobiliario, se levantó a punta de aprovecharse de generosos “beneficios fiscales” basados en la exención de impuestos. Privilegio exclusivo de los más ricos, los que mueven los hilos del poder siempre a su favor. Pero donde verdaderamente Trump es un maestro experto es en declarar en bancarrota a sus empresas (“capítulo 11 del Código Federal de Bancarrota”). Por dichos vericuetos legales pasaron la mayoría de sus casinos y hoteles, con “obligaciones financieras que se especuló llegaron a cerca de US$3.500 millones en ese momento”. Al declarar la bancarrota, evadía las contramedidas legales de sus enfurecidos acreedores. Todos ensartados por este aventajado embaucador.
También han sido objeto de intenso debate las acciones de Trump para mantener ocultas sus declaraciones de impuestos, donde ha registrado contablemente “multimillonarias pérdidas para evitar pagar los impuestos federales sobre la renta”. Su publicación pondría en evidencia que ha “usado esas pérdidas para evitar pagar impuestos de renta por buena parte de las siguientes dos décadas”. Es decir, este fiel representante del neoliberalismo salvaje ha usado todas las artimañas y maniobras posibles para ejecutar con total impunidad prácticas deshonestas de fraude y evasión fiscal. Ya sabemos el bajo nivel moral de este despreciable “magnate”.
También los entusiastas opositores al presidente Trump proponen su concienzuda postulación al premio Nobel de Literatura. Y es que sus “sesudas” frases y su prosa encendida (construida a través de fogosos tuits, casi en modo de aforismos) superan con creces los límites del entendimiento. La humanidad toda nunca deja de sorprenderse ante su prolífica lírica que le permite hablar sin decir nada, contradecirse en cada frase y convertir la mentira en un modo “honesto y sincero” de hacer política. Creador del término Fake News (descaradas mentiras y “hechos alternativos”), para más señas, Trump ha dejado para la posteridad versos que avergonzarán a varias generaciones de norteamericanos: “Vamos a construir el muro y México nos reembolsará por ello”; “Los inmigrantes mexicanos son violadores y algunos, asumo, son buenas personas”; “Pensaba que él (Obama), probablemente, había nacido en este país. Ahora tengo dudas”; “Voy a ser el mayor creador de empleo que Dios haya visto nunca”; “El calentamiento global es un invento creado por China para que la economía estadounidense no sea competitiva”; “El primer día derogaremos el Obamacare. El Obamacare es un gran problema de los demócratas y nosotros vamos a resolver ese problema”; “Cualquier encuesta negativa es una noticia falsa”; y “No puedo decirles cuán deshonestos y corruptos son muchos de los medios de comunicación”. Por la boca muere el pez y aspiramos ver a Trump salir por la puerta trasera de la Casa Blanca. You’re Fired, President Trump.