Una amiga de Camila barre las hojas secas que han dejado los primeros días de otoño en el patio trasero de una casa de calle Bremen, donde ella hace talleres de guitarra y donde hace unos meses atrás tocó por primera vez como solista. Ahí sentada en una silla plástica, acompañada de su cuatro va entregando pequeñas frases e ideas de lo que ha sido su trabajo en solitario, ya no ligado a Caramelitus o a Las Polleritas, agrupaciones que no abandona, pero que son ahora un complemento de lo que la tiene más dedicada, su proyecto individual, aunque tampoco descuida el tiempo para el estudio de tres labores -dos formales y una asistémica, como ella define su aprendizaje de medicina mapuche-, y apoyar proyectos más ligados al teatro como “La fiesta de personajes”.
Sus jornadas parecieran no parar y por eso sus primeros comentarios aluden a la falta de sueño, a un lumbago, y a tener un momento para el descanso, pero a poco andar se nota, de manera paralela, un querer hacer mucho, tal como ocurrió el 2008, donde lenta, pero permanentemente fue consolidando su presencia en la escena musical, y que ahora durante el 2009 va dando nuevos pasos: un disco, nuevas actuaciones y la idea de armar un trabajo que se siga enriqueciendo en los próximos años. Tal como ha ido enriqueciendo sus composiciones, que la mayoría de la gente conoce en las versiones de guitarra y voz, y que en el disco “vienen super arreglados, tienen muchos instrumentos nuevos. Es como muy distinto al formato con que yo me presento en vivo, y en ese sentido los temas van a ser nuevos para la gente, son como otros temas, son como otras versiones de los temas, y tiene que ver con que a mi me gusta ampliar la música, y no quedarme en que digan a ‘ella es folk’. Eso me da lata”. Además que explica que los temas en su concepción original siempre fueron con arreglos para varios instrumentos y no sólo para guitarra o cuatro.
Y eso es algo que responde a su herencia musical, a su historia musical, si se puede decir eso de alguien que tiene 23 años, algo que ella reconoce como un pasado “más pop rock que eran los grupos del colegio, o en Cuchara donde hacia fusión latinoamericana con un poco de jazz; o en lo de Las Polleritas que es folclore muy tradicional, y con Caramelitus que es electrónico”. Reconoce que necesita esos cambios, si no se aburre, y por eso señala que el disco tiene ecos de Björk en un tema, alude a lo electrónico en otro, pero es cruzado de manera completa por la herencia de lo folclórico, pero aclara que “como en su raíz, no como que suene absolutamente folclórico, y eso se nota en el ritmo de los temas”.
Y estos cambios que ha ido adelantando en algunas presentaciones donde ha reversionado sus propios temas, tiene que ver con la idea de “sentir que estoy haciendo cosas nuevas en el escenario, y me gusta que la gente vea que hay un trabajo, que hay una idea de reinventar las canciones, y eso es súper valioso, ya que te plantea que una canción es un universo muy grande, y una sola canción puede ser un disco entero”. Algo que según ella devela la herencia de Björk, y donde algunos la han llenado de etiquetas, que muchas veces complican la apreciación primera del artista, y que Camila siente como complejo y que quiere romper: “no soy folclorista, yo no estudio eso, de hecho la primera canción que hice a los 17 me la catalogaron de folclor, y nada que ver. Además que las etiquetas que me han puesto, me dan nervio, me dicen ‘tu eres la nueva Violeta Parra, la reencarnación’, y para mí no es así. La Violeta hizo todo un estudio acabado de lo que es el folclor, yo en cambio no tengo mucha idea de que se trata el folclor”. Es algo más instintivo, reconoce.
Pero los cambios que Camila Moreno adelanta para el disco no sólo pasan por lo musical, sino también por los contenidos, ya que explica que “los temas nuevos están un poco más felices, creo que solté un poco la rabia, de hecho hay una canción que dice eso: ‘sacudo la rabia, y la transformo en llave’, como para hacer otra cosa. O como en la “Pera”, uno de los temas nuevos, tiene una letra que compuse antes de todas las otras canciones que la gente conoce, y yo componía canciones mucho más etéreas, mucho más voladas, y lo que estoy componiendo ahora no va al disco, pero si a las tocatas, y ahí hay textos más enfocados a un lado más feliz de mí, son más esperanzadoras. Ya pasaste por un proceso difícil, y ya lo puedes transformar en algo bueno”.
Aunque reconoce también que esa mirada dura sobre el sistema, aún permanece con ella, como se refleja en su tema “Millones”. “Todavía tengo esa mirada sobre las cosas, más que nada hacia el sistema y sigo haciendo temas que reflejan mi descontento con lo cara de raja que llega a ser el sistema con nosotros, y con la estructura que tiene. Creo que es una misión del músico tener una voz social, y asumirse como un ser comunicacional, que tiene una responsabilidad. Si yo no digo lo que pienso en mis canciones, sería como vender un mundo bilz y pap, y no creo que sea así”, explica.
Y asume que eso no cree que cambie pronto o incluso piensa que su mirada se mantendrá así para siempre, ya que señala que el día que se conforme con el sistema, será cuando “volvamos a vivir de manera consciente con la naturaleza, la tierra, el ser mujer, el ser hombre, creo que habría que derrumbar los edificios…”. Pero todo esto la llena de contradicciones, ya que en algún momento dijo, no voy a tener auto, no voy a tener celular, no voy a ir a la universidad, no voy a tener carnet, y después terminó teniendo todo eso, y asumiendo que desde adentro del sistema tiene que hacer el cambio, y no desde afuera, “porque la gente que tiene corazón, está en el sistema, y los que no son parte del sistema no hay que removerlos, ya se removieron, por eso siento que hay que estar en el sistema, pero jugando para el enemigo”.
Y así como tiene esa concepción sobre el sistema, en lo musical también toma cierta distancia, siente que hay un ‘boom’ de bandas y solistas ahora en Chile, pero que tiene que decantarse, y es algo que prefiere mirar un poco desde afuera, “siento que es un buen momento musical, siento que esto va a pasar y yo voy a seguir haciendo la música que me de ganas y eligiendo lo que quiero decir, y como decirlo”. Lo que incluso se refleja en la manera de presentar los temas, reconociendo Camila que si fuera por ella no tocaría con amplificación , ni en un escenario. “Con Las Polleritas viajé a Uruguay y tocábamos en la calle, con Cuchara tocaba en el Parque Forestal todos los domingos, me gusta mucho hacer música en la calle, me considero una música callejera, y toqué en las micros también. El escenario es fome, es distante, te pone fuera, y se requiere ese contacto con el público, es muy energético eso, y ojalá hagan la música contigo”, concluye alargando su sonrisa, esa que a veces muta y se enrabia, pero que no deja de soltar energía.
por Jordi Berenguer
Onda Corta – El Ciudadano