Un sacudón a todo el saber sobre los roles de género; eso significó el descubrimiento de los restos de 9.000 años de una cazadora andina. Aunque no fue el primer hallazgo que desafió la hipótesis del «hombre cazador» y la «mujer recolectora», esta nueva prueba se suma a fortalecer la idea de que las mujeres también cazaban a lo grande.
Desde 1966 tras el simposio de arqueología celebrado en Chicago, la «hipótesis del hombre cazador» se instaló y prevalece hasta hoy. Según sus promotores, durante el curso de la evolución humana, los hombres cazaban y las mujeres se reunían, y rara vez cambiaban esos roles de género, según explica Ann Gibbons en la Revista Science.
Sin embargo, con el transcurso del tiempo fueron apareciendo pruebas que, al menos, desafiában la idea. Entre los hallazgos recientes está la prueba de ADN que en 2017 reveló que un temible guerrero vikingo era, en realidad, una temible guerrera vikinga; y en 2019 los restos de 2.500 años de mujeres guerreras en Rusia que abonaron la teoría de que en las poblaciones escitas las mujeres guerreras eran la norma, no la excepción.
Ahora, los investigadores corroboraron que los restos de 9.000 años encontrados en una fosa funeraria en el sitio arqueológico de Wilamaya Patjxa a 3.925 metros de altitud en el altiplano del Perú, efectivamente pertenecían a una mujer.
Cuando el arqueólogo Randy Haas —de la Universidad de California (UC) Davis, Estados Unidos—, y sus colegas aymaras hallaron los restos, quedaron impresionados por una caja de herramientas de 20 puntas de proyectiles de piedra y cuchillas apiladas limpiamente al lado de los huesos, relata Gibbons. Todos los indicios apuntaban que habían descubierto a un cazador de alto nivel.
Todos pensaron que se trataba de un gran jefe, un gran hombre. Sin embargo, poco después el bioarqueólogo Jim Watson (Universidad de Arizona, EE.UU.) señaló a Hass que los huesos eran delgados y ligeros: «Creo que su cazador podría ser una mujer», le dijo.
Para quitarse la duda, emplearon un nuevo método forense desarrollado por la UC Davis. La técnica analiza si el esmalte dental de un individuo lleva una versión masculina o femenina de una proteína llamada amelogenina. Los estudios de isótopos de carbono y nitrógeno en los dientes mostraron la versión femenina de la proteína, y que ella comía una típica dieta de cazador de carne animal y plantas.
El hallazgo les llevó a reexaminar los informes de otros enterramientos antiguos en las Américas, y encontraron 10 mujeres más enterradas con puntas de proyectil que también podrían haber sido cazadoras.
«El mensaje [del nuevo hallazgo] es que las mujeres siempre han podido cazar y de hecho han cazado», dijo a la Revista Science la arqueóloga Bonnie Pitblado de la Universidad de Oklahoma, Norman, que no participó en el estudio.
Cortesía de Sputnik
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