¿Para qué llorar? Se pregunta en su más reciente video Rebeca Lane, una de las artistas más potentes de Guatemala, que ya ha logrado traspasar fronteras para ser reconocida a nivel internacional por la calidad de una obra marcada por su compromiso político con las luchas populares, ya sea de los feminismos a los territorios.
Y se responde a sí misma: «Lloro porque esta ciudad me engulle / con sus grises fauces/ porque la lluvia desborda del río sus cauces / lloro porque era feliz pero no lo sabía / y ahora hay tantas familias cenando con sillas vacías».
A Lane, o mejor dicho, a Rebeca Eunice Vargas Tamayac, que es su verdadero nombre, le importa el mundo. Así lo refleja en sus letras raperas, en su poesía, en su trabajo como actriz, en su permanente y multifacético activismo.
«Para mí el arte ha sido una salvación, me ha permitido explicarme a mí misma, entenderme como una mujer centroamericana en estos tiempos, me ha permitido sacar la voz y hacer catarsis», dice la música en una entrevista en la que aborda las recientes protestas que pusieron en jaque al gobierno de Alejandro Giammattei en Guatemala, un país que arrastra los fantasmas de sus casi cuatro décadas de guerra civil (1960-1996) y de decenas de miles de víctimas que jamás han tenido justicia.
También analiza con mirada crítica la revolución feminista en América Latina y las narrativas mediáticas que ensalzan las volátiles movilizaciones urbanas, mientras desprecian luchas campesinas ancestrales, sólidas y permanentes.
Mujeres
Hace seis años, Lane fundó ‘Somos guerreras’, un colectivo que aglutina a músicas de México y Centroamérica que pelean espacios dentro del hip hop.
«Mi objetivo era hacer alianzas, que, dentro de la cultura hip hop, se le dé más visibilidad al trabajo de mujeres, tanto en el espacio del escenario, del cártel. También es información, espacios de encuentro, de discusión, porque las mujeres en nuestra región tenemos especificidades que quizá en la totalidad del hip hop no son tomadas en cuenta. Incluso muchas de las violencias que vivimos son dentro de la cultura hip hop. Por eso este espacio ha sido muy importante», explica.
Con respecto a los feminismos en Guatemala, la artista, quien también es socióloga, cuenta que la movilización social después de la guerra ha sido muy difícil a pesar de que el sector de mujeres fue uno de los que, a partir de la firma de acuerdos de paz, pudo encontrar su propio espacio.
Lane explica que, antes de suscribirse la paz, las demandas de las mujeres estaban diluidas dentro de movimientos revolucionarios y, al igual que con otros derechos como los de los pueblos indígenas, siempre se pensó que era algo de lo que se iba a hablar cuando triunfara la revolución, pero nunca se les dio la importancia que merecían.
«Sin embargo, la firma de acuerdos de paz marcó una oportunidad para que movimientos específicos tuvieran mayor auge y pudieran realmente plantear cuáles eran sus necesidades particulares. A partir de ese momento, el movimiento de mujeres se comenzó a articular aquí, pero la movilización social sigue siendo muy estigmatizada. Aunque aquí hubo acuerdos de paz, la guerra nunca terminó», sostiene. Su argumento es que el Estado jamás cumplió lo pactado.
«Una de las cosas que el Estado logró afianzar fue la lucha ideológica, en complicidad con los medios de comunicación, de una cultura anticomunista que viene de los años de la guerra que establece que, a quien le pasa algo, es porque estaba metido»
«Las razones por las que las personas estaban luchando en movimientos políticos de base nunca se resolvieron. La pobreza, la discriminación, el machismo y la explotación siguen siendo algo que ha continuado, pero una de las cosas que el Estado logró afianzar fue la lucha ideológica, en complicidad con los medios de comunicación, de una cultura anticomunista que viene de los años de la guerra que establece que, a quien le pasa algo es porque estaba metido. Entonces lo mejor es no decir nada, no manifestarte, no luchar por tus derechos, porque si no, te puede pasar lo mismo que a las víctimas de la guerra y del genocidio de las desapariciones forzadas», explica.
Por eso, dice, aunque el movimiento de mujeres existe, no se ven grandes manifestaciones como en México y Argentina, que son masivas, ya que hay un clima de represión y de impunidad muy graves.
«Las atrocidades calan en lo profundo en las mujeres», denuncia Lane. Y pone como ejemplo el caso de las 56 niñas que, el 8 de marzo de 2017, estaban encerradas en un aula dentro de un hogar al resguardo del Estado que se incendió. A pesar de las llamas, las autoridades no abrieron el recinto. El resultado fue que 41 menores murieron y las sobrevivientes quedaron con terribles secuelas.
«A la fecha no ha habido atisbo de justicia y reparación, el Estado no ha asumido su responsabilidad. Entonces, cuando hay crímenes hacia niñas, hacia mujeres, desde los discursos del Estado se estigmatiza a las mujeres que luchan no solo por los derechos de la agenda feminista, sino sobre todo por los derechos territoriales a los que muchas están siendo enfrentadas, como el despojo de sus tierras. Esta criminalización es una de las razones por las que el movimiento de mujeres se mantiene muy bajo del agua», señala.
Una ausencia
En 1982, dos años antes de que Lane naciera, su tía Rebeca Eunice Vargas Braghiroli fue secuestrada y desaparecida por la dictadura. La tragedia marcó para siempre a su familia y a ella misma, aunque ha intentado reformularla para construir su identidad personal.
«El hecho de venir de una familia con un compromiso político claro ha marcado lo que he llegado a ser. La desaparición de mi tía marcó la vida familiar, como pasó con muchas familias en Guatemala. Hay 45.000 desapariciones forzadas contabilizadas desde que terminó la guerra, pero hay muchos casos que nunca fueron reportados, así que es probable que este número sea incluso aun mayor», recuerda.
A pesar de que le pusieron el mismo nombre de su tía, le gusta reivindicar su propia historia. «El compromiso que tengo también tiene que ver con mi historia personal y no solamente con la de ella. Entiendo que muchas de nuestras familias han intentado que la memoria histórica perviva, pero también es importante reafirmar nuestra identidad y razones de lucha, si bien hay una continuidad», defiende.
En ese proceso, añade, su obra ha ido cambiando, en parte también porque comenzó a viajar y a conocer otras miradas que la enriquecieron.
«En ese urbanocentrismo que tiene la mayoría del feminismo como movimiento en nuestros países, se nos ha olvidado ver precisamente hacia territorios donde hay mujeres que nos anteceden»
«Escucho las canciones que escribía hace ocho, nueve años, y me encuentro que hay muchas cosas que ya no las pienso o formulo igual, que he encontrado otras formas de expresarme. Mi gran escuela ha sido la escucha. A partir de cantar se me han abierto puertas para conocer muchos lugares en el mundo, participar de espacios muy valiosos y conocer distintas experiencias de feminismos. Me ha sensibilizado muchísimo respecto a las luchas y a las diferencias que tenemos. Pensamos que nombrarnos feministas acá o en Argentina es lo mismo, pero es distinto porque nuestras condiciones son distintas, en ese escuchar he nutrido muchísimo mi perspectiva», explica.
Cuando comenzó a hacer música se definía como feminista, rememora, pero hoy, ocho años después, se da cuenta de que en verdad no sabía mucho más que lo que su pequeño contexto le había mostrado. Solo así entendió que el aprendizaje no se termina nunca y que con cada situación la comprensión de la vida adquiere diferentes matices.
«Para mí es una de las cosas más maravillosas que me ocurren y creo que es algo que también intento mostrar en la música. Escuchando disco tras disco mío yo también voy encontrando cómo mi voz va cambiando, cómo se va encontrando con otras formas de expresarse, con permitir que las experiencias me transformen, no llegar solo como testiga, sino también permitir que todo lo que estoy escuchando me interpele», dice.
Territorios
El crecimiento personal le permitió a Lane aguzar el análisis y darse cuenta de que algunos feminismos no alcanzaban a satisfacer las demandas que se expandían fuera de las capitales, tanto en Guatemala como en la mayoría de los países de América Latina.
Por eso, en estos momentos una de las luchas más importantes para ella son las territoriales, ya que considera que los feminismos de las grandes ciudades se han concentrado en una agenda política que tiene que ver más con leyes, con la interacción entre las peticiones y el Estado.
«En ese urbanocentrismo que tiene la mayoría del feminismo como movimiento en nuestros países, se nos ha olvidado ver precisamente hacia territorios donde hay mujeres que nos anteceden. Las luchas anticoloniales contra los despojos de territorios tienen muchos más años de los que nosotros conocemos como feminismos, son nuestras ancestras. Estoy hablando de hace 400, 500 años, y ya llevaban este tipo de luchas antipatriarcales en los territorios. Es muy importante reconocer en la resiliencia, en la experiencia, esa fortaleza», advierte.
Más que pensar en una agenda política de derechos que el Estado tiene que ceder, propone plantear la autodefensa de los territorios, porque en Centroamérica la tierra, el agua, los bosques, los ríos, están siendo destruidos de manera voraz por las empresas trasnacionales y los monocultivos, y si no hay una base territorial sobre la cual construir la vida, todos esos derechos políticos por los que están luchando los feminismos serán inútiles.
«Es decir: si en algún momento logramos que se despenalice elaborto, pero no hay un territorio en el que la vida pueda crecer a partir de una forma digna, libre, entonces esos derechos se van a quedar en papel. Acuerpar las luchas de las mujeres defensoras del territorio para mí ahorita es una cosa vital. Nombrarlas, escucharlas, utilizar los medios que tenemos para que sus voces sean escuchadas», señala.
¿Estallido?
El pasado 22 de noviembre, las imágenes del Congreso de Guatemala en llamas dieron la vuelta al mundo. Fue quemado por manifestantes que se lanzaron a las calles, en una inusual protesta masiva, para repudiar el recorte de presupuesto a la salud y a los derechos humanos.
Parecía que se replicaba la espontaneidad y el hartazgo recientemente ocurridos en Perú a raíz de la destitución de Martín Vizcarra, o la crisis chilena del año pasado, que derivó en un plebiscito para redactar una nueva Constitución. Pero Lane no está tan segura de que así sea.
«Se dice: ‘Guatemala despertó’, pero Guatemala siempre ha estado despierta, porque no es la ciudad, siempre ha estado movilizada, desde la Conquista, estas han sido tierras de pueblos rebeldes»
«Hay que entender qué cuerpos y movilizaciones ocupan la agenda pública. Si aquí en la ciudad se mueven personas que en su mayoría son mestizos, ladinos, blancos, hay una visibilidad mucho mayor que si se movilización las comunidades indígenas en sus territorios. Cuando se habla que en 2015 también hubo manifestaciones masivas que tuvieron como desenlace que renunciara el presidente Otto Pérez Molina, se dice: ‘Guatemala despertó’, pero Guatemala siempre ha estado despierta, porque no es la ciudad, siempre ha estado movilizada, desde la Conquista, estas han sido tierras de pueblos rebeldes», precisa la artista.
Con respecto a la crisis de las últimas semanas, señala que, si bien es cierto que hay hartazgo y rabia contra el gobierno, esas protestas no pueden ser el parámetro de lo que ocurre en todo el país.
«En la ciudad las movilizaciones son por cosas puntuales, pero en los territorios esas luchas se quedan. En la ciudad se quedan en el maquillaje. En las primeras dos movilizaciones (en la capital) hubo represión y presos, pero en la última hay cosas que quedan en duda, ¿será que fue genuinamente la rabia de la gente o había un plan gubernamental para poder reprimir? Se queman unos buses, se quema el Congreso, pero la forma en que ocurrió es muy sospechosa», lamenta.
Lane afirma que en las protestas se mezclaron manifestantes genuinos con otros que no lo eran tanto.
«Esa duda ha desmovilizado mucho y se va a reducir más porque eso es también lo que tiene la ciudad: es muy volátil, se mueve en base a emociones, no a proyectos políticos. Claro, la indignación sacó a la gente a las calles pero la indignación dura poco y no es un proyecto político, si detrás no hay una organización colectiva, se desmovilizan», explica.
Lane hace a un lado la actualidad política por un rato. Cuenta que, en medio de la agitación social de Guatemala, puede seguir desarrollando una obra que se populariza cada vez más a pesar de no tener ni buscar el apoyo de la industria musical ni de los medios tradicionales.
«Este espacio no se lo debo a nadie más que a la gente que necesita escuchar lo que yo y otras personas estamos haciendo», dice. Y que, por lo que se ve, son multitudes.
Cortesía de Cecilia González RT