Por Alex Ibarra
Este título repite el nombre del Ciclo de Conferencias que ha organizado la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia iniciado el día del solsticio de verano de este año. El amauta David Choquehuanca afirmó que «la democracia sólo puede provenir del propio pueblo», esta es la conciencia que se formó en la revolución boliviana y esta es la conciencia que brotó en la revuelta social chilena. Surge un no a la economía de la muerte fundada en el exitismo darwinista que ha condenado a la clase popular y privilegiado a los herederos del colonialismo.
La intelectualidad boliviana ha sido capaz de interpretar el proceso de liberación y ha asumido con responsabilidad histórica su deber de vanguardia. Nuestro racismo aún opera negando la riqueza de la sabiduría india, dudo que entre nuestros progresistas constituyentes exista un conocimiento profundo de la emblemática Constitución boliviana boicoteada por el último golpe cívico militar que sufrió el vecino país.
Nuestro racismo aún nos impide ver las virtudes de los procesos revolucionarios de los pueblos en Bolivia y del pueblo Mapuche, que servirían para comprender y consolidar el proceso constituyente que hemos iniciado. En este momento de riesgo de una derrota de la ciudadanía a manos de los políticos traicioneros que usando la pandemia y la prensa convencional buscan posicionarse para seguir «reformando» el modelo económico fracasado.
Un eje de sentido para la Nueva Constitución es la vida, pero en esa comprensión el «buen vivir» que es el derecho de todo pueblo en cuanto que es habitante de la tierra. Como decía Fausto Reinaga «el hombre es tierra que piensa» y es el heredero de los dones que ésta generosamente nos entrega como fruto del trabajo que es nuestra ofrenda creadora, cuando no somos explotados.
La inversión política transformadora más legítima es aquella que apuesta por la dignidad de la vida, no podemos permitir que la muerte venza a la vida. La instalación de la vida como centro nos permitirá darnos cuenta que es lo que necesitamos para una existencia feliz que asegurada en lo material satisface el espíritu alcanzando la felicidad. La defensa de la vida está profundamente relacionada con el fin último de la política: el ser feliz.
Esta es la lección de democracia que el pueblo ha comenzado a concientizar y esa es la razón por la cual no podemos abandonar nuestro deber político en este proceso de transformación que nuestros amautas comprenden.
Alex Ibarra Peña. Dr. Estudios Americanos.