Por Luis Mesina
El Senador Felipe Harboe renuncia al mandato que la ciudadanía le diera para el cargo de senador. Eso sí, sin preguntarle a sus mandantes si están de acuerdo con dicha decisión. Es que poco importa en la práctica política de hoy, ser fiel al mandato de los electores, eso de la ética en la política ya no existe para los “políticos” actuales o para una gran parte de ellos. Los mandatos no existen, pues él en un acto individual, desatendiendo la confianza que le diera el pueblo, “renuncia” para postular a ser constituyente y sus electores poco o nada pueden hacer.
¿Tiene derecho a ser constituyente Harboe? Por supuesto que sí. Todos y todas lo tienen en un régimen democrático. Aunque eso es una formalidad, pues todos sabemos que en los países que se dicen democráticos -Chile es uno de esos, aunque la mayoría sabe que de democrático harto poco tiene-, las personas “comunes y corrientes”, es decir, todos aquellas que para vivir y sobrevivir tienen que trabajar, saben que nuestro país lo menos que tiene, es ser democrático. Y claro, cuando solo una minoría puede ejercer todos sus derechos, en contraposición a las mayorías que cada vez los ven más limitados y restringidos, entonces no se puede hablar de “igualdad de derechos” o, de “igualdad de oportunidades”.
El senador Harboe es de esos privilegiados que forma parte de los llamados “partidos del orden”. De aquellas personalidades que durante su vida han estado en cargos del poder, recibiendo por esos roles suculentos ingresos que terminan convirtiéndolos y ubicándolos dentro de un sector, en el que conviven junto a un puñado de millonarios legislando y dirigiendo las riendas del Estado para que todo siga y permanezca sin alteraciones.
Harboe tiene derechos, pero no son los mismos que tenemos las mayorías. Él no requiere como nosotros, los “independientes” cansados de los partidos políticos actuales -que poco o nada han hecho por detener al “tirano” en que se ha convertido Piñera-, concurrir a buscar patrocinios para acceder a un cargo de constituyente, no, su partido se lo tiene garantizado, pues la ley y las leyes posteriores al acuerdo del 15 de noviembre, han dejado muy claro que esta norma está hecha para privilegiar a los de siempre.
Harboe tiene derechos, y muchos, tiene prensa, escrita y televisiva, tiene dinero que pondrá su partido, contará sutilmente para no decir descaradamente con el apoyo del empresariado y del gobierno. Y claro, Harboe ha apoyado muchas, por no decir todas, las iniciativas legislativas de consolidación del actual régimen de despojo, en especial aquellas que restringen derechos y le otorgan al Estado mayores atribuciones represivas.
El senador Harboe, ahora convertido en “ciudadano común” reclama derechos para sí, reclama el derecho de participar escribiendo la nueva carta fundamental y, seguramente ira a pedirles el apoyo a los mismos ciudadanos que le dieron un mandato y que él, en un acto personal desconoció. Harboe tiene derechos, pero corre con ventajas, cuenta con todo el poder que un ciudadano común y corriente no posee.
Mientras Harboe percibió por años varios millones de dieta parlamentaria que seguramente le permiten disponer de un ahorro suficiente para financiar sus campañas, las mujeres comunes, los hombres sencillos, que desean legítimamente ser candidatos a constituyentes deberán seguir levantándose temprano para ir a trabajar y conseguir un pan para su familia y además, con sus escuálidos ingresos financiar sus humildes campañas a constituyentes. F
elipe Harboe tiene derechos; pero no son los mismos que poseen las mayorías. Por eso Chile despertó. Por eso la revuelta el 18 de octubre. Las mayorías quieren cambiar el curso de nuestra historia. Una nueva Constitución escrita no por los mismos de siempre deberá garantizar que nunca más los Harboe, corran con tanta ventaja respecto de las mayorías, así, podremos decir que nuestro país camina hacia un estado garante de derechos y no de privilegios.
Luis Mesina