Los procesos que se dicen políticos son los que conocen la polis, reconocen a los pueblos y sus intenciones, los respetan en su diversidad y en sus propios planes y aspiraciones. Como sucedía en la antigua Grecia, antes de la llegada de los “ungidos por los dioses”, cuando la República aún brillaba y no había un César que rompiera para siempre con la democracia a través del imperialismo romano.
Hoy quisiéramos detener el reloj y ver como se ha interrumpido los diálogos de los pueblos, de las familias, de las personas, mediante la configuración de una esfera pública manipulada. Así ha sido desde siempre. Desde que en Chile, en 1973, la libertad de prensa fue sofocada, desde que se acalló al Clarín y a la prensa de izquierda e independiente, y con ella a muchos periodistas, pero también desde que los gobiernos de la Concertación obstaculizaron el despertar social y los diarios regionales libres fueron cayendo poco a poco bajo las garras de “El Decano”. Por lo pronto, no le contrataron publicidad a los medios críticos e independientes, mientras a El Mercurio lo llenaron de dinero. Y cuando un gobierno europeo quiso apoyar con tres millones de dólares a las revistas que sobrevivían, el Gobierno de Chile protestó, reclamó que ésta era una intromisión en los asuntos internos del país. Corría 1992.
Así se robustecieron las grandes cadenas y la opinión independiente, critica, regional, fue desapareciendo.
Es por ello que ver hoy a los ciudadanos tomando acuerdos por la red, usando para ello los computadores, y a la tecnología al servicio de fines realmente democráticos, nos alienta.
El Demos (pueblo), tras ser excluido de todo proceso de toma de decisiones, y separado de la esfera pública, reclama hoy su derecho natural como polis para derribar las murallas, para decir que el templo está en otro lado y que debemos restaurar el Ágora, como un espacio abierto y cordial al diálogo, para la discusión de lo público. Estamos saltando el cerco informativo.
Hoy tenemos que saber que en el norte casi no queda agua; que en el sur la tratan de embalsar y que otros piensan transportarla por tubos. Hoy queremos discutir sobre las intenciones de quienes desean dominar la geotermia, como todo aquello que pueda ser físico. Queremos que no vuelva a suceder como con el gas natural argentino; tenemos el derecho y el deber de discutir los temas de interés común desde sus inicios y no cuando fracasan.
Hay una invitación al cambio. A girar el mapamundi y a detener su terrorífico calentamiento global. Es una invitación para reivindicar lo que nunca debimos perder: nuestro sentido humano para mostrarle a Dios que fuimos hechos en una semejanza que no esperaba.
Roma llora, los imperios caen y la democracia en cautiverio se rebela pujante. La Acrópolis baja a la polis, los diálogos deberán ser restaurados y a ello contribuiremos los medios que intentamos verdaderamente comunicar a los ciudadanos.
Bruno Sommer