Francisco Marín Castro (director El Ciudadano)
Parecía la jugada perfecta. Mujer, de corte afable; provinciana; conocedora del mundillo del poder, pero aparentemente lejana a las reyertas partidarias. Es lo que tienen que haber pensado la expresidenta Michelle Bachelet, su colaboradora Paulina Vodanovic y el otrora poderoso Mahmud Aleuy cuando decidieron (entre otros) lanzar su nombre a la palestra.
En ese momento se asomaba como urgente encontrar una candidatura que pudiera mantener a flote el proyecto del Partido Socialista (PS) de volver a La Moneda. Esto, dado que las alternativas existentes (Álvaro Elizalde y José Miguel Insulza) se asomaban como meros saludos a la bandera.
La jugada se presentó como un regalo de navidad. En efecto, se hizo pública el 25 de diciembre a través del manifiesto de “Mujeres por Paula”, iniciativa que tenía todo el sello de Bachelet y, más que seguro, su anuencia.
Pero transcurridos mes y medio de aquel hecho y, pese a lo generoso que han sido con esta iniciativa los grandes medios, esta postulación no prende más allá del PS.
Cifras crueles
Este lunes 15 de febrero se dio a conocer la nueva encuesta quincenal Pulso Ciudadano de Activa Research, la que -ante el desprestigio de Cadem y otras consultoras- se presenta como uno de los pocos estudios demoscópicos fiables. Allí se puede constatar que Narváez ocupa el último lugar de las y los postulantes.
En mención espontánea la precandidata socialista sólo tiene un 1,1% de las menciones y entre quienes se declaran dispuestos a votar un 2,1%. Le anteceden Joaquín Lavín (16,1 y 13,7), Daniel Jadue (12 y 20,4 respectivamente), Pamela Jiles (7,2 y 8,4), Evelyn Matthei (6,5 y 5,3), Sebastián Sichel (4,4 y 6,4%, José Antonio Kast (3,6 y 5,3).
Incluso personeros que no son candidatos como Franco Parisi, Beatriz Sánchez y la propia Bachelet, la superan.
Este bajísimo respaldo no se condice con el hecho que el Partido Socialista ha tenido en todo el periodo de la transición un respaldo electoral cercano al 10%, cifra que ella está (al menos por ahora) muy lejana a capturar.
Su baja adhesión también contrasta con el hecho que, desde que 25 de diciembre pasado la Fundación Horizonte Ciudadano -vinculada a la expresidenta Michelle Bachelet- comenzara a promover la candidatura de Narváez, los grandes medios comenzaron a darle una cobertura que ya se quisiera cualquier candidatura en Chile.
Las Últimas Noticias, Meganoticias, La Tercera, Revista Ya (de El Mercurio), Radio Oasis, Mesa Central (de Canal 13) y muchos otros la tuvieron como entrevistada estelar. Nada de preguntas difíciles. Todo era miel sobre hojuelas.
A tanto llegó el encanto de los medios del empresariado con la representante socialista que el Diario Financiero hizo una nota laudatoria que tituló “Las siete claves para entender el fenómeno Narváez”.
Narváez, de la mano de Bachelet
«Declarar al PS como un partido feminista no es un acto meramente declarativo», decía el encabezado de la solicitud suscrita por «Mujeres por Paula», misiva en la que se definía a Narváez como » continuadora natural de la presidenta Bachelet».
Entre las promotoras de esta empresa electoral se encontraba la presidenta de Horizonte Ciudadano Paulina Vodanovic, el exsubsecretario del Interior, Mahmud Aleuy; la exjefa de gabinete de Bachelet, Ana Lya Uriarte; la presidenta del directorio del Instituto Igualdad, Clarisa Hardy y la exasesora y amiga íntima de la expresidenta, María Angélica «Jupi» Álvarez. El bacheletismo en pleno amparaba a la postulante. Difícilmente esto pudo suceder sin la venia de la propia Bachelet.
Rápidamente la sicóloga socialista concitó el respaldo público de los más influyentes dirigentes del PS: la senadora Isabel Allende, el senador Carlos Montes, la diputada Maya Fernández Allende y la propia exmandataria, que suscribió la carta de respaldo a su colaboradora el 28 de diciembre.
La nominación de Paula Narváez como candidata presidencial fue una acción relámpago que trajo consecuencias inmediatas: los senadores y precandidatos del PS José Miguel Insulza y Álvaro Elizalde rápidamente tuvieron que dar un paso al costado.
Todo iba como avión. Su nominación se hizo irrefrenable. Esto, pese a que Narváez mantuvo un bajísimo perfil en los últimos años y poco y nada se supo de ella en los días que precedieron y sucedieron al estallido social, en los que la represión se ensañó contra la población, en especial, contra los manifestantes. Y en los que se ponía en jaque el modelo neoliberal del que las administraciones Bachelet fueron irredargüiblemente sostén.
Como sea, el jueves 28 de enero el Pleno del Comité Central del Partido Socialista de Chile, en sesión especialmente citada para ese efecto, proclamó unánimemente a Paula Narváez como su candidata presidencial.
En sesión telemática dicha instancia confirmó su candidatura luego que esa jornada fuera la única en oficializar su postulación, al entregar 2.500 firmas de militantes y 95 de autoridades electas que la respaldaban.
Elizalde señaló en la ocasión que Narváez “en muy pocos días ha logrado un apoyo transversal como una opción presidencial unitaria de todas y todos los socialistas”, añadiendo que ella “representa un claro compromiso con los cambios que la ciudadanía demanda para avanzar hacia un Chile más justo y democrático”.
Como operación política de instalación de una candidatura, el plan Narváez era ejemplar. Aniquiló toda competencia con su sola irrupción, y concitó el respaldo casi total de su tienda.
Tal vez si el único error en la ejecución de este plan lo cometió Aleuy al inscribir -el mismo, en NIC Chile- los dominios de la campaña presidencial, lo que fue revelado el 15 de enero por el Diario Financiero.
Esto resultaba problemático toda vez que el exsubsecretario de Interior aparece vinculado a algunas de las peores políticas de la era concertacionista como es la aplicación de la Ley Antiterrorista a mapuches y la ultracuestionada Operación Huracán. Tenerlo a él como promotor de una campaña hoy no es negocio para nadie.
De todos modos, el hecho pasó colado ante la opinión pública y nadie podría decir que en éste radicó el escaso entusiasmo que ha provocado el “fenómeno Narváez”.
¿Quién es Paula Narváez?
Paula Narváez es una sicóloga y militante socialista, nacida en Puerto Montt, en 1972. Es hija del exconcejal socialista Arturo Narváez -que como ella- se vincula desde sus orígenes al lote Nueva Izquierda, liderado por Camilo Escalona y Aleuy.
En la administración Bachelet I (2006-2010) ofició como seremi del Trabajo, rol en el que destacó por tener facilidad de trato con las grandes y depredatorias empresas salmoneras.
Su salto a la fama lo obtuvo tras una tragedia: la erupción -en mayo de 2008- del volcán Chaitén, circunstancia en la que fue nombrada Delegada Presidencial para la Reconstrucción. Este proceso estuvo plagado de dificultades y no es claro que haya sido exitoso. No obstante, su carrera a partir de eso si lo fue.
Luego de la derrota (2009) de Eduardo Frei Ruiz Tagle -de quien fue vocera de campaña- fue reclutada por Bachelet como parte de su equipo más cercano. Primero, en Fundación Dialoga y más tarde en ONU Mujeres.
Ahí, Narváez -que posee un Master en Relaciones Internacionales (Universidad de Georgetown)- se desempeñó como asesora de programas para América Latina y el Caribe.
En el segundo mandato de la médica socialista (2014-2018) Narváez fue, primero, jefa de gabinete de la Presidencia y luego -en 2016- vocera de Gobierno.
Luego de finalizada dicha administración (marzo de 2018), Narváez asumió nuevamente roles en ONU Mujeres, tarea en la que estaba hasta que enero decidió aceptar el reto presidencial.
Declive del PS: razón de su caída
La baja adhesión de Paula Narváez no hay que verla como un hecho del que ella sea total responsable, más allá que en las alocuciones vía telemática que ha tenido en las últimas semanas no se haya mostrado particularmente carismática.
El problema central -a nuestro juicio- radica en la extinción del proyecto histórico del PS, otrora vinculado a la defensa de los desposeídos, humillados y perseguidos. Tras 30 años de administración y coadministración del Estado en la “transición a la democracia”, su bregar indiscutiblemente ha está ligado a la implementación y consolidación del modelo de injusticias, depredación ambiental, concentración de las riquezas y despojo de la soberanía popular iniciado en dictadura y consagrado magistralmente en el periodo postdictatorial.
Pese a que en ese tiempo hubo muchas señales de que los gobiernos de centroizquierda estaban dando la espalda a las comunidades ciudadanas que constituyen la “nación” chilena, el PS y la Concertación supieron sostener el clivaje dictadura-democracia como eje articulador del debate político electoral. Estar con Pinochet o contra Pinochet eran las opciones.
Como el PS estaba entre los segundos (pese al rol que jugó Insulza y otros en la defensa del dictador tras su detención en Londres) este partido logró mantener sus respaldos, más allá de las múltiples traiciones que estaba cometiendo.
No obstante, esa farsa no podía sostenerse durante mucho tiempo más. Y así llegó el “18 de octubre”. La revuelta hizo estallar en mil pedazos la ya deteriorada imagen de la clase política.
En ese contexto el PS y los demás partidos -especialmente los de la ex Concertación- quedaron sin rumbo, desprovisto de toda brújula.
Hoy para la comunidad ciudadana es claro que la nueva dicotomía ya no tiene que ver con la figura de Pinochet (les jóvenes perdieron el miedo) si no con esta otra: elite-ciudadanía / oligarquía-pueblos, si se prefiere. En este nuevo clivaje el PS y la Nueva Mayoría (y casi el conjunto de la clase política), parecen más cercanos a los primeros que a los segundos.
Hay datos duros que refuerzan esta tesis. Una reciente encuesta de Data Influye señala en relación con la elección de convencionalistas constitucionales que un 44% de la ciudadanía se inclinaría por listas independientes mientras que sólo un 14% apostarían por listas de partidos.
Entre las listas independientes, las más votadas serías la de movimientos sociales y asambleas territoriales (en un claro primer lugar a nivel nacional), seguida de la “Lista del Pueblo”. En los extremos del país se impondrían listas regionalistas de independientes.
Pero en lo que importa a este desarrollo, de ese 14% que votaría por listas partidarias, sólo un 31% se inclinaría por el conjunto de partidos que componen la Ex Concertación. Es decir, un 5%. Y de esa torta (que más bien es una galletita) debe extraerse el respaldo actual del PS. Totalmente ínfimo.
Conclusiones
La clase política está fuertemente afectada por la falta de compromiso que tuvo en la transición con las demandas del pueblo (pueblos).
El mismo sistema de democracia representativa (y no deliberativa ni participativa) es el que está en jaque.
La ciudadanía está buscando ser protagonista de su propio destino y no delegarlo a otros.
El PS y la ex Concertación son principales afectados -aunque no únicos- de éste nevo contexto histórico.
Por lo mismo no es de extrañar que ni esa alianza de centroizquierda ni ese partido tengan candidatos fuertes de cara a las futuras elecciones presidenciales.
En ese contexto, la fabricada irrupción de Narváez sólo fue un conejo sacado del sombrero de un mago en un tiempo en que ya todos conocen el truco. Cuando eso sucede, este resulta fome y el acto no prende.
No existen condiciones para que el fenómeno Bachelet (de imposición de una candidatura carismática en tiempos de declive de la clase política y del proyecto socialista) vuelva a repetirse.