Las Raíces, en Tenerife, es el campamento más polémico de los levantados en las islas Canarias por el Gobierno de España para dar acogida a los miles de migrantes que han llegado en los últimos meses al archipiélago. Se estima que todavía quedan en las islas 10.000 personas.
Las Raíces, ubicado en un bosque frío y húmedo, en el municipio de La Laguna (155.000 habitantes), y a apenas diez minutos en coche del aeropuerto de Tenerife Norte, tiene capacidad para 1.200 personas, ampliables a 2.400.
En estos momentos, la ocupación, a falta de cifras oficiales, ya sobrepasaría el 50% según informa Roberto Mesa, portavoz de la Asamblea Apoyo a Personas Migrantes, una agrupación de vecinos que nació de manera espontánea cuando se inauguró el campamento el 12 de febrero.
«La situación es muy complicada porque la orden es que no salgan de Canarias», explica Mesa frente a Las Raíces, donde cada pocos minutos se abre la puerta principal, y los vigilantes de turno cachean a conciencia a los migrantes que entran en el recinto desde el exterior.
La mayoría provienen de Marruecos o de países del África subsahariana, y entran y salen constantemente buscando algo que hacer y alguna actividad para matar el tiempo y el tedio. Tienen libertad para salir desde las 8 de la mañana hasta las 10 de la noche.
«Los chicos están desesperados, estos últimos días ha habido bastante presencia policial. Han venido varios coches de policía nacional y local; en teoría para registros rutinarios, pero es un acoso claro para amedrentar a estas personas», sostiene el portavoz de la Asamblea.
En los apenas quince minutos que dura esta entrevista pasan dos autobuses cargados de inmigrantes que entran en Las Raíces. Los traen de los hoteles de acogida de la isla vecina, Gran Canaria. La directriz del Gobierno ahora es vaciar estos hoteles y llenar los macrocampamentos, a pesar de que muchos de ellos ya están al borde de su capacidad.
Las Raíces es el más grande de los siete construidos dentro del Plan Canarias anunciado por el Gobierno en noviembre. Le sigue el de Las Canteras (1.642 plazas), también ubicado en el municipio de La Laguna, y que fue inaugurado el 26 de febrero y está gestionado por la Organización Internacional para las Migraciones.
El Plan Canarias se trata de un plan de acogida en estos centros ubicados en territorios pertenecientes al Ministerio de Defensa o Interior, y que es inédito en España. Se preveía que todos estuvieran operativos a finales de 2020, pero no ha sido hasta la semana del 1 de marzo cuando se ha inaugurado el último, ubicado en el polígono de El Sebadal, en Las Palmas de Gran Canaria.
Las Raíces, modelo de «revolución»
Las Raíces está marcando tendencia entre los migrantes, que comienzan a rebelarse contra su situación. La mayoría lleva meses estancado en Canarias y denuncian que no se les facilita información sobre su situación, su futuro, su estatus o su derecho a pedir asilo político en muchos casos (hay muchos inmigrantes procedentes de países en conflicto y guerras como Mali, Mauritania o Senegal). Aparte, denuncian las malas condiciones dentro del recinto, gestionado por la ONG Accem. Hay un solo médico y dos enfermeras para todos, pasan días sin agua, en las duchas solo hay agua fría y todos hablan de que la comida es insuficiente y se quedan con hambre.
Así que, a modo de protesta, 25 chicos decidieron abandonar el recinto pocos días después de que entrase en funcionamiento y acamparon fuera, a pocos metros de la entrada principal, en un terreno baldío que poco a poco ha comenzado a crecer hasta convertirse en otro campamento improvisado a las puertas de Las Raíces.
La Asamblea de Apoyo a Personas Migrantes nació cuando se formó este nuevo asentamiento. Los voluntarios les traen mantas, ropa, tiendas de campaña, útiles de cocina y comida. Han conformado diez comisiones donde se dividen las tareas y el lugar está adquiriendo tales dimensiones que ya hay hasta una carpa a modo de enfermería donde se atiende a los que no reciben respuestas médicas dentro y una pequeña escuelita donde los inmigrantes reciben clases de español.
Cada día, más chicos de dentro se suman a los de fuera y señalan que es su manera de protestar. Quieren soluciones y las quieren ya. El efecto contagio de Las Raíces no se ha hecho esperar. El fin de semana del 27 de febrero ha habido altercados con la policía tanto en este recinto como en el de Canarias 50, en la ciudad de Las Palmas, en Gran Canaria. Alentados por lo que están viendo en Tenerife, una treintena de migrantes del Canarias 50 abandonaron el recinto la noche del 26 de febrero e instalaron una pancarta junto a la puerta de entrada donde se leía: «Queremos seguir nuestro camino. Libertad». Y lo mismo escrito en árabe.
La policía les desalojó al día siguiente y Cruz Roja, ONG encargada de gestionar este campamento de Las Palmas, se negó a dejarles volver a entrar. Algunos han sido detenidos y serán deportados según informan desde la Plataforma Somos Red, una asociación de vecinos de Gran Canaria que se dedica al apoyo a los migrantes en cuestiones jurídicas, de alojamiento, logísticas e información.
En Las Raíces, durante las últimas 24 horas, también se han producido altercados con la policía y esta agencia ha tenido acceso a un vídeo exclusivo desde el interior del campamento donde se ve una discusión entre un inmigrante de origen subsahariano y varios vigilantes de seguridad en la cola para recoger la comida. En el vídeo se ve como tres vigilantes de seguridad le agarran por el cuello, le inmovilizan y le tiran al suelo, con el consecuente revuelo alrededor del resto de extranjeros que comienzan a increpar a los de seguridad.
Campamento protesta
En el campamento que ha surgido enfrente y en el que ya conviven más de 60 personas, el tiempo pasa despacio. Hay grupos de marroquíes que juegan al fútbol, otros están levantando una tienda nueva con palos que han encontrado en el bosque y un plástico de dimensiones considerables que les han donado los vecinos, y la mayoría, simplemente pasa el tiempo como puede, charlando. Alguno se anima a caminar hasta el casco histórico de La Laguna, pero el paseo puede durar hasta dos horas.
Mohamed Sali viene de Mali, tiene 22 años. Está tan desesperado por avanzar que ya no le importa llegar a la Península, donde dice que está su familia. Lo que quiere es trabajar. Donde sea y como sea. Ganar dinero. Tener ingresos para poder ayudar a los suyos. Hace meses que no habla con su esposa, a la que dejó en su país antes de subirse a la patera que le trajo hasta las islas Canarias después de cuatro días de travesía y 4.000 euros de pago a las mafias.
Una voluntaria le dice que al día siguiente le traerá una tarjeta sim para que pueda hacer llamadas internacionales, y Mohamed se da la vuelta y se tapa la cara. Está llorando.
Habla en mitad de las tiendas de plástico del nuevo campamento frente a Las Raíces, en un español más que aceptable. Es raro que estos inmigrantes hablen otro idioma que no sea el autóctono de su país o región, o el francés; pero Mohamed Sali trabajó ocho años con una empresa española y dice que a fuerza de escuchar, lo aprendió.
Cuando se le pregunta cuál era su situación en Mali, su respuesta resume en apenas un minuto lo que están viviendo la mayoría de personas que como él, un día decidieron lanzarse al mar y jugarse la vida para llegar a lo que pensaban que sería un mundo mejor, una oportunidad para su futuro.»¿Por qué saliste de Mali? ¿Cuál era tu situación?
Mi situación era buscar mi vida, porque África es un coche sin conductor para todas las cosas. Así es para la guerra, para el sufrimiento, para la pobreza o el trabajo. Era mejor venir a buscar mi vida a Europa».
Del viaje dice que «fue bien o mal, dependiendo del mar», pero que «tiene que decir gracias a Dios porque hay muchos cayucos que se han perdido por el camino y mucha gente que ha muerto».Sobre las condiciones del interior de Las Raíces dice que «no hay vida». «Cada día llega gente nueva y no hay capacidad».A pocos metros del maliense está trabajando de manera voluntaria Carla, nombre ficticio de una enfermera de Cruz Roja, que cuando está de servicio «oficial» trabaja en varios hoteles de acogida de Gran Canarias y en el campamento Canarias 50. Hoy es su día libre y lo suyo es una historia de amor. Literalmente. Trabajando en uno de los hoteles se enamoró de un inmigrante marroquí. Entre ambos surgió algo más que la típica relación enfermera-paciente, y terminaron emparejándose.
De esto hace casi cuatro meses. Ahora, es su prometido, pero no se pueden casar por su situación de ilegalidad, y en contra de su voluntad lo han trasladado al campamento de Las Raíces. Ahora ella viene desde Las Palmas sus días libres solo para verle. Aprovecha y echa una mano en el campamento espontáneo que se ha montado fuera con todos los asuntos médicos pendientes, que no son pocos.
Pide a esta agencia que salvaguardemos su identidad por motivos de seguridad y miedo a represalias, pero confirma lo que sentencian las denuncias tanto de los inmigrantes como de las organizaciones de vecinos: la incompetencia por parte de muchos trabajadores de las ONGs privadas que gestionan los asentamientos militares, su desbordamiento y el maltrato, incluso racista, que en ocasiones llevan a cabo.»La capacidad para atender las necesidades médicas de los migrantes en Las Raíces y otros campamentos es nula, inexistente», explica Carla.
«Como pidas un paracetamol porque te duele una muela te puedes ir olvidando de que te lo den; y si lo pides te aíslan, como si tuvieses COVID. Si pides ver a un médico porque sientes cualquier dolor o padeces una enfermedad, a nadie le importa. Ellos [los inmigrantes] no les importan a nadie. Ninguno. Independientemente de donde vengan».Carla asegura que la gestión de los macrocampamentos por parte de las ONGs privadas «es un negocio. Se están lucrando. Aquí no hay capacidad para atender a tanta gente. Es inviable atender a todos a la vez».
Los contratos entre el Gobierno de España y las ONGs para la gestión de estos recintos son confidenciales, y no se sabe cuánto dinero público están recibiendo para su gestión en las islas. Esta agencia preguntó a Antonio Rico, jefe autonómico de Cruz Roja en Canarias, cuál era el monto de su contrato por el trabajo que estaban realizando y la respuesta fue: «no lo sé, no tengo las cifras en este momento».
Asilo político: ¿se está respetando?
El derecho de asilo es un derecho internacional de los derechos humanos que puede disfrutar toda aquella persona que provenga de un país en conflicto y/o que sufra persecución política y su vida corra peligro. El artículo 14 de la Declaración Universal de los DDHH reconoce este derecho básico, que además contempla que los países receptores [en este caso España] no pueden devolver [deportar] a estas personas según el artículo 33 de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951.Además, según las leyes internacionales, los solicitantes deben tener acceso a procedimientos justos, a la información, a un intérprete y a asistencia letrada; y la Convención Americana indica que estas personas en riesgo de muerte o persecución, tienen derecho a «desplazarse libremente y elegir su lugar de residencia». Algo que no estaría cumpliéndose en Canarias en ninguno de los supuestos.
Varios abogados denuncian que no se garantiza el derecho a la información jurídica y legal básica a los inmigrantes que están en las islas; que, en muchos casos, la Policía o autoridades competentes dificultan el flujo de información para las solicitudes de protección internacional y que incluso ellos tienen dificultades para hacer su trabajo y poder entrevistarse con sus defendidos.Estos abogados afirman que solo hay un intérprete para cada 200 personas en el mejor de los casos.
En 2020, en Canarias, solo se han formalizado 3.984 demandas de asilo internacional y según datos aportados por el Ministerio del Interior al diario EL PAÍS y publicados por este medio, a pesar de que solo al archipiélago han llegado más de 4.000 malienses en los últimos cinco meses, el 90% de las solicitudes pertenecen a latinoamericanos que habrían llegado a Canarias en avión.Según estas mismas cifras, los africanos solo supondrían un 8,6% del total de los que llegaron al archipiélago.
En el conjunto de España, en 2020, se han presentado 88.762 solicitudes de protección, la mayoría provenientes de Venezuela (28.365) y Colombia (27.576).A las puertas del campamento de Las Raíces, la mayoría de subsaharianos a los que esta agencia tiene oportunidad de preguntar por su petición de asilo, asegura que todavía no lo han solicitado porque no les han informado de cómo hacerlo. Los que sí han presentado la documentación, se encuentran esperando respuesta, y algunos llevan así varios meses, en espera, incluso para la primera entrevista presencial con la Policía.
¿Cuántos años tienes?, 17
Según cifras oficiales, de los 23.322 personas migrantes que llegaron a Canarias en 2020, 3.462 son menores de edad. Muchos no han sido identificados como tal porque viajan sin documentación y las pruebas óseas pertinentes no se están haciendo con la rapidez y solvencia que requiere la demanda.En la puerta de Las Raíces hay dos chicos abrigados con sendos plumas de color azul eléctrico cuya mirada está claro que no ha cumplido la mayoría de edad. Cuando se les pregunta cuántos años tienen, uno de ellos escribe 17 con un palo en el suelo. El otro dice que tiene dos años menos que el compañero.
Son MENAS (Menores Extranjeros No Acompañados), y vienen de Mali.Accem, la ONG que gestiona este campamento, cifra en unos 49 los posibles menores que hay en el recinto. No deberían estar ahí. Deberían estar en centros de menores tutelados y exentos de la posibilidad de la deportación. Tampoco pueden ingresar en los CIE (Centros de Internamiento para Extranjeros). Su tutela la debe garantizar la Comunidad Autónoma de turno, en este caso Canarias, que debe velar por su protección.
Si el menor no tiene documentación y hay dudas sobre su edad, el sistema debe hacerle pruebas para determinarla y ahí se encuentra la primera barrera. La mayor parte de las veces se trata de pruebas radiológicas (radiación) que no dan resultados fiables ni evalúan su condición psicológica.
Además, el margen de error en este tipo de pruebas es amplio y si la identificación resulta incorrecta y se le declara mayor de edad, queda completamente desamparado y expuesto a ser detenido, encarcelado o a vivir en la calle.Los dos menores de abrigo azul están hablando con algunas voluntarias en francés. Hablan en voz baja y parecen agitados. Llevan casi dos semanas en Las Raíces conviviendo con hombres de todas las nacionalidades y edades, siendo testigos de peleas, broncas, gritos y borracheras. No explican todavía porqué vinieron solos y tampoco saben dónde están sus familias. Hace meses que no hablan con ellas. Lo único que saben es que les dijeron que tenían que llegar y sobrevivir. Y están en ello.
Cortesía de Esther Yánez Illescas Sputnik