Chile debe prontamente pronunciarse más a fondo sobre la crisis económica internacional y fijar una postura de mayor solvencia, la que no sólo compete a las autoridades de Hacienda y Economía. Conservar el debate, como hasta ahora, entre cuatro paredes y reducirlo sólo a lo económico constituye el primer error.
Un destacado latinoamericano como Miguel D´Escoto se encuentra promocionando desde su actual cargo de Presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas, una iniciativa para convocar a todos los miembros del organismo a un debate sobre la crisis económica a inicios de junio. El problema es muy complejo, pero hay algunas cosas claras:
1. La culpa de la crisis radica en una irresponsable especulación desregulada promovida por una concepción totalitaria del mercado originada en los Estados Unidos. Esta crisis sin embargo, tiene efectos globales en términos espaciales y hoy afecta – claramente – más allá de lo especulativo-financiero y abarca la producción de bienes.
2. Los gobiernos han debido intervenir con fuertes sumas de dinero para rescatar la gran empresa privada y proteger así, el efecto dominó que puede acarrear la caída del sector financiero. Este salvataje contempla cifras inimaginables con las cuales pudieran resolverse numerosos otros problemas de forma definitiva.
3. El mundo se organiza preferentemente de acuerdo a una visión generada por la gobernabilidad pos segunda guerra mundial. Tras el derrumbe soviético, el poder estadounidense es desproporcionado con respecto a su peso económico, político y cultural real. El sistema internacional no responde a requerimientos multilaterales y la debilidad para enfrentar ciertos temas importantes encuentra su explicación en el sobre valorado poder que detenta Estados Unidos que hoy, se ha convertido en un freno para hacer frente a una crisis.
4. Esta crisis, en virtud de lo anterior, ha puesto de manifiesto no sólo los problemas económicos financieros del orden internacional, sino los políticos.
Esta megacumbre de la ONU se pretende silenciar, pero es difícil porque la lógica de los “G” está en crisis. Partiendo por el G1, los Estados Unidos, después hubo G6, luego G7 y ahora G8. Hace unos años, se creó el G20 y la reunión de junio es el G192. La razón de fondo es que la irresponsable y despectiva conducta de unos pocos ha impactado a todos. Incoherente resulta entonces, descargar sobre las espaldas de todos, la culpa de unos pocos y aun más incoherente es que sean los mismos países que fomentaron la crisis, los iluminados para salir de ella. Esta amplitud de Cumbre no tendría cabida en la actual estructura y orden político y económico internacional, de hecho, no la convoca el Consejo de Seguridad. La actual estructura del orden internacional es anacrónica toda vez que no da cuenta de que hoy habla el Presidente Lula y el Presidente Hu Jintao y tiene mas importancia a que hable los Presidentes Sarkozy y Gordon Brown. Eso, que era inimaginable hace 20 años, es hoy una realidad que parece consolidarse como tendencia y ha sido puesto de manifiesto por esta crisis con inusitada fuerza. Un ejemplo palpable y real lo constituye el llamado oficial realizado por el Banco Central Chino a crear una nueva divisa internacional que reemplace el dólar.
Naciones Unidas ha creado una Comisión de Expertos para presentar un Informe a la mencionada reunión, encabezada por Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía. Cómo se ve, el énfasis en el futuro tiende a alejarse de los dogmas que veneran el rol absoluto del mercado y claramente potencian una mayor intervención estatal en la regulación de la economía. La forma concreta que adopte el diseño es parte del debate sobre la futura arquitectura financiera y política del orden internacional que evidentemente dejara de ser el existente hasta hoy.
En torno a estos cuatro puntos, nuestro Gobierno ha dedicado pocas palabras para algo tan profundo y grave. A lo más se insiste y se repite el blindaje, pero debe elaborar en el corto plazo un conjunto de ideas más de fondo que le exigirán pronunciarse al menos en torno a lo siguiente:
• Debe o no tomarse medidas de protección de nuestra economía mas relevantes, como restablecer la tasa de encaje eliminada tras la celebración del TLC con EEUU o el establecimiento de royalties sobre los recursos naturales o incluso medidas de corte legal como la reglamentación de la responsabilidad social empresarial.
• Va a seguir manipulando la opinión pública con el discurso de la crisis y de cuidar la pega como forma subliminal de silenciar la verdadera responsabilidad de esta crisis. En consecuencia, apoya o no apoya la intervención del Estado para salvar la gran empresa privada regalando plata aplicando un trato discriminatorio hacia los trabajadores que nada tienen que ver con la provocación de la crisis.
• Que dirá Chile en torno a apoyar o no la idea de avanzar en un sistema latinoamericano de financiamiento, fomento productivo e integración financiera.
• Que piensa el Gobierno sobre la necesidad de reemplazar como divisa internacional de reservas al dólar.
• Cual ha de ser el rol del Estado en términos del shift que habrá de paradigma en una futura arquitectura financiera y productiva.
La Comisión Stiglitz ha elaborado algunas propuestas y EEUU – en boca de su Presidente – anunció la semana pasada, la idea de modificar su sistema impositivo a través de medidas proteccionistas e incluso el FMI planteó la necesidad de considerar la nacionalización de bancos como una alternativa.
Estamos ante una delicada situación que hoy exige un aporte y un compromiso de todos, responsabilidad que no debe eludirse y menos silenciarse. Si Chile no dice nada, sería la consagración de que la asimetría estructural y la conducta de perrito faldero que la acompaña, es hoy parte de nuestro ADN. Esperemos que así no sea.
Carlos Arrue
Cuentista político ICAL