Por Victor Rojas Farías*
“Encontraron al Jhoniiieeeeee”, “Acá está el Johnnie”. Los gritos resuenan en la isla Mocha sur, región del Bio Bio. El pequeño Braian Guzmán, de 10 años, corre hasta la playa; ¡han encontrado por fin a su papá, tan buscado! En su mente infantil cree que han acabado los motivos del llanto que desde hace días aflige a su familia. y quisiera darle la noticia a todos… pero sólo corre, corre hasta la playa. ¡Ahora que ha regresado su papá, podrán de nuevo salir jugueteando a sacar mariscos!
Aparta contento a la gente que está haciendo un círculo, y de pronto se encuentra con ¿su padre? Es un cuerpo sin ojos, con un cangrejo viviendo en una cuenca, sin nariz, con los labios comidos por las jaibas o los peces; le faltan las piernas, tiene solo medio tronco desgarrado y hueco, y -de manera horrenda- parece amenazar con sus dientes de perlas…
La impresión es tan grande que en adelante –cada noche- soñará con su padre, creerá verlo en medio de las clases de la pequeña escuela, llorará llamándolo y será objeto de la burla de sus compañeros, que no entienden cómo ese niño sale a la pizarra y le pide a su padre muerto que le ayude a sumar. El pequeño pescador ha sufrido un trauma… pero eso no lo alejará de la pesca: mientras cursa su escuela debe producir, pues ¿quién alimentará a su familia sin estar su padre? La solidaridad de los pescadores es mucha, y el deber familiar también es mucho.
La familia no cabe en sí de alegría penosa: ¡¡Encontraron el cadáver de Mariano!! ¡Tres meses después de su desaparecimiento! Ya algunos van a las funerarias a comprar el ataúd; ya parten otros al cementerio a adquirir espacio para la tumba; ya los últimos van a coordinar los detalles del velorio.
La viuda Grisel Soto es llevada al Servicio Médico Legal a reconocer el cadáver. Le dicen –contentos dándole el pésame- que sólo debe firmar el retiro de los restos, pues su cuñada ya los ha reconocido, y por otro lado ¿querría ella tener como última imagen de su marido esos horrendos despojos que deja el mar? Por supuesto que no, contesta la viuda, siempre querrá recordar a su Mariano fuerte y entero como un tronco. Va, pues, a retirar el cuerpo…
Por una extraordinaria coincidencia, en el servicio trabaja una amiga de su hijo, a quien –por mera curiosidad y en un aparte- le preguntan el estado del cuerpo. Ella –un poco turbada- describe las características físicas y las condiciones. La viuda se indigna ¡es claro que aquel no puede ser su marido! ¡En las condiciones que le han descrito, un cuerpo no lleva cuatro días en el mar, cómo van a decirle que lleva 93! En un arrebato de furia pide hablar con el médico forense, quien la hace a un lado diciéndole que ella no sabe, qué cómo puede ir en contra de la ciencia!! Pero la viuda se niega a firmar el retiro del cadáver.
Luego todo es un arrebato de llanto indignado, y ni siquiera se da cuenta de cómo su hijo –que demuestra ser hombre de recursos- la lleva a Investigaciones, donde le muestran las fotos del cuerpo y los resultados de las pruebas realizadas. Ahí a nadie puede caberle duda ya: ese muerto es más joven, más bajo, y no lleva ni tres días en el mar…
En el Servicio Médico le advierten que debe llevarse el cadáver o atenerse a las consecuencias… Mientras, la familia ya ha adquirido un sitio en el cementerio, están consiguiendo horario para la misa de exequias y se afanan en organizar los detalles del velorio. ¡Es que esto no pasa nunca, que el mar devuelva los restos tres meses después es un gran regalo! “Firma, firma de una vez”. “De inmediato le damos el certificado de defunción, señora, ¿o no lo quiere?”.
La viuda –ya en trance de locura- consigue mediante su hijo enviar a la justicia una petición de pruebas. En Criminalística de la PDI hacen estudios dentales y dactilares.
Cuando salen los resultados, a los cuatro días, se evidencia lo que ella nunca dudó: aquel no es su marido… Y Grisel se devuelve a su casa, en Partal… No se interesa por el resto de la historia: vagamente escucha rumores de que el cuerpo correspondía a un muchacho de Hualpén, extrañamente desaparecido hace muy poco… A ella sólo le interesa el recuerdo veraz de su Mariano, al cual va a ver –llevando flores- al cementerio simbólico.
Entre las tumbas contiguas, comentando con orgullo la actitud de esa viuda, el nieto de otro desaparecido -un ya viejo dirigente sindical- medita con tristeza: en varios periodos de la historia de Chile algunas autoridades han han “instado” a pescadores a sepultar “aparecidos”…
*Victor Rojas Farías, es un destacado escritor porteño, autor de obras como; «Valparaíso: el mito y sus leyendas», «La música de las anímitas», entre otros.