El asalto a la nueva Biblioteca de Alejandría

La inestabilidad en Egipto amenaza nuevamente a la histórica biblioteca de Alejandría,  un crucigrama donde cinco civilizaciones coincidieron en afirmar un signo de identidad universal

El asalto a la nueva Biblioteca de Alejandría

Autor: Mauricio Becerra

La inestabilidad en Egipto amenaza nuevamente a la histórica biblioteca de Alejandría,  un crucigrama donde cinco civilizaciones coincidieron en afirmar un signo de identidad universal. De Egipto salieron los papiros que divulgaron a Homero y Aristóteles; se tradujo al griego La Biblia, con su primera versión canónica; se midió el tamaño de la tierra y Claudio Ptolomeo propuso el modelo del universo que se mantuvo vigente hasta Copérnico. Bandas criminales globales aprovechan la situación para realizar saqueos masivos de antigüedades. Hace pocos días la biblioteca fue nuevamente atacada y el investigador Fernando Baez hace un llamado para su cuidado.

No era la primera vez, pero probablemente tampoco será la última. El 14 de agosto, mientras morían casi 700 seguidores del derrocado Presidente Mohamed Morsi en El Cairo, un grupo marchaba disperso en los alrededores de la biblioteca de Alejandría para manifestar su descontento contra el gobierno interino del General  Abdul FathAl-Sisi que tomó el poder el 16 de julio.

Algunos bibliotecarios habían sido advertidos de posibles incidentes impulsivos. En 2011 tuvieron que resguardar el lugar usando escudos humanos para salvar los anaqueles de la depredación durante dos semanas. Una medida extrema que no pudo repetirse estos días porque siempre la sorpresa es huérfana y hoy predomina una enorme división entre los trabajadores y el director Ismail Serageldin, una autoridad que sobrevivió el derrumbe de Hosni Mubarak.

Todo sucedió un miércoles cálido,con brisa leve, cuando en Egipto estaban 83 millones de habitantes polarizados y desconcertados ante el rumbo incierto que tomó la transición política que comenzó en la Plaza Tahrir y llenó de esperanza a los admiradores de la Primavera Árabe, convertida en un verano sangriento.

En las calles de Alejandría, la segunda ciudad más importante, llegaban noticias de los enfrentamientos en la capital y otras regiones mientras la rabia acumulada aumentaba; ya se sabía que algunas fracciones, en venganza, habían prendido fuego a 23 monasterios e iglesias de cristianos coptos en los distritos de Delga, DeirMawas y Al Minya. En Suez, ardieron las Escuelas Católicas y Franciscanas; en Luxor, tiendas con objetos cristianos. El preludio de una guerra civil, religiosa, étnica como la de Siria o Malí.

Tras un primer intento fallido, en horas de la tarde sucedió lo inevitable cuando se supo que algunas mezquitas como la de Rabaa al-Adawiyaardían en llamas y una multitud comenzó a vandalizar la moderna edificación de la Maktabat al-Iskandarīyah o Bibliotheka Alexandrina; pintaron graffitis en los muros, traspasaron la plaza central, rompieron los quioscos de las librerías próximas, alcanzaron la Sala de Conferencias, destrozaron lo que encontraron a su paso y luego se dirigieron a lanzar piedras contra los vidrios de la entrada principal.

Contra toda lógica, el eco precedió al grito; algunos policías cayeron heridos y fue entonces que fue posible comprender que algunos manifestantes estaban disparando y provocaron el pánico hasta que las fuerzas de seguridad pudieron detener los disturbios impidiendo la quema de las colecciones. Ya en la madrugada, sólo quedaba una biblioteca fantasma, rodeada por blindados antimotines, centenares de policías, y las instalaciones cerradas, llenas de escombros, humo, piedras y vidrios.

En la ciudad, y en el resto de la comunidad internacional entusiastas seguidores estallaron en llanto pensando en lo que podía pasar y que, por desgracia, puede seguir pasando porque la lucha apenas está en sus inicios y la desestabilización es mayor sin mediadores ni diálogo. De hecho, la confirmación de lo peor fue la denuncia del día 15 de agosto que hizo el Ministro del Consejo de Antigüedades, Mohamed Ibrahim, quien señaló que el Museo Malawi fue saqueado, arrasado y fueron extraídos bienes culturales increíbles. Se conoce con información de fuentes de Interpol que bandas criminales globales aprovechan la situación para realizar saqueos masivos de antigüedades en los asentamientos como ya lo hicieron en Iraq o en Siria, Yemen y Afganistán.

LA BIBLIA Y PTOLOMEO

El temor que existe no es infundado, además, porque Egipto, a su manera, es una antología de la historia de la humanidad. De Egipto salieron, como partió Moisés hacia el exilio, los papiros para divulgar a Homero y Aristóteles; de allí vino la creación del códice. En Egipto se tradujo al griego La Biblia y se terminó por elaborar la primera versión canónica. En Egipto se midió el tamaño de la tierra y Claudio Ptolomeo propuso el modelo del universo que se mantuvo vigente hasta Copérnico.

Durante la era de los faraones, 30 dinastías erigieron monumentos como la Gran Pirámide, que se mantuvo 4.500 años como el edificio más alto de la tierra y la única de las 7 maravillas antiguas que resistió.En estas fechas, que deberían ser turísticas, las Pirámides y la Esfinge han sido abandonadas por los visitantes y arqueólogos que huyen en busca de refugio.

Es curioso, pero el país que hoy se asocia con la mejor biblioteca clásica fue el primer cementerio de libros del mundo: la Geniza de El Cairo, un espacio en la sinagoga para almacenar los manuscritos o ejemplares con versículos o textos sagrados estropeados por accidentes, desgaste o daño por insectos.

CONOCIMIENTO COMPARTIDO E HIPATIA

Otra razón para la cautela y la suspicacia es el pasado reciente de devastación. Todavía está fresca en la memoria de los lectores que el 18 de diciembre de 2011 fue incendiado el edificio de la Academia de Ciencias, que albergaba 200.000 materiales desde el siglo XVIII y obras como Description de l’Égypte.

La agresión reciente contra la nueva biblioteca de Alejandría, no fue solo contra una institución sino contra una concepción sobre el conocimiento compartido que hoy tiene su mejor reflejo en Internet. Acaso convendría, por eso mismo, recordar que la actual estructura, oficialmente inaugurada en 2002, fue un homenaje concebido entre el pueblo egipcio y la UNESCO a la singular biblioteca que existió en la ciudad que rendía tributo al conquistador Alejandro Magno,  que fue la más famosa y la más grande durante siglos.

También, es verdad, fue uno de los lugares más perseguidos y atacados en todas sus etapas. La primera Biblioteca fue creada por Demetrio de Falero en el siglo III a.C. En un momento inicial, el rey Ptolomeo creyó que podía reunir 500.000 rollos de papiro, pero este magnífico esfuerzo, fue ensombrecido por una sucesión interminable de incendios o asesinatos: el fundador fue asesinado al igual que la bibliotecaria y matemática Hipatia.

Existe una polémica, todavía vigente, sobre si la biblioteca fue destruida por cristianos o por árabes. Y, por supuesto, no falta una leyenda como en toda buena crónica.

Al parecer, el comandante que conquistó Egipto le preguntó a Omar I qué hacer con los libros de una biblioteca tan descomunal con muchos libros griegos. La carta pasó de mano en mano, por el desierto y llevada en camellos, hasta llegar de vuelta con la consulta temida: «Si los libros contienen la misma doctrina del Corán, no sirven para nada porque repiten; si los libros no están de acuerdo con la doctrina del Corán, no tiene caso conservarlos».

El soldado pensó tal vez que era una lástima, pero fue obediente, según el cronista árabe Abd al-Latif, y no vaciló en cumplir la orden recibida: «La biblioteca de Alejandría fue incendiada y totalmente destruida.» Cierta o falsa esta anécdota, la biblioteca sólo quince siglos después pudo resurgir de sus cenizas para volver a estar en peligro en el siglo XXI.

UN CRUCIGRAMA DONDE COINCIDEN 5 CIVILIZACIONES

“Nadie ha conseguido entender lo que significa Alejandría”, me dijo un joven guía turístico mientras me explicaba el valor literario de una ciudad donde nacieron personajes como Ungaretti, Hobsbawm, Cavafys, un puerto próspero y cosmopolita que supo describir el novelista Lawrence Durrell. De regreso al hotel, hace apenas unas semanas, pasé a buscar el ejemplar de un libro por la nueva biblioteca, distinguida por su mural en decenas de lenguas, y ya cansado y a la vez taciturno, confieso que pensé mucho en la verdad de lo dicho por el funcionario cuando la encontré cerrada: Alejandría ciertamente es un crucigrama de la otra orilla del mediterráneo donde 5 civilizaciones coincidieron en afirmar un signo de identidad universal.

Hoy, ante la violencia incesante que ha vuelto a dejar más destrucción, hago un llamado a salvar la nueva biblioteca de Alejandría. No es un mero trámite que todos los dirigentes egipcios deban cumplir por compromiso; es una coyuntura mundial donde todos debemos elegir entre la preservación de la memoria colectiva o el retorno al caos. Recordemos que nunca es tarde si ya no queda tiempo.

 Fernando Baez

* Autor de Nueva historia universal de la destrucción de libros (Destino, 2011)

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