Por Felipe Cornejo
Los premios Oscar, entregados por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos, por tercera vez en la historia del cine nacional, se han tomado los noticiarios, la razón es el Agente Topo (2020), la última cinta de Maite Alberdi. Se trata de un documental que aborda la realidad de personas de la tercera edad previo al enclaustramiento preventivo que se vive hasta el presente.
Las vidas de las personas mayores expuestas en la cinta de unos 80 minutos se han visto más afectadas de lo que ya estaban, y no solo en el hogar donde se desarrolla la historia, sino en todo el país y en todo el globo. Coronavirus, SARS-COV-2 o COVID-19 son distintas formas de llamar a la enfermedad que asola al mundo desde hace más de un año. Con casi tres millones de personas fallecidas, esta pandemia se vislumbra como una de las más impactantes en la historia de la humanidad.
En Chile, según cifras del Ministerio de Salud (Minsal) al 17 de enero de 2021 se habían registrado 754.918 casos, de los que 122.617 correspondían a personas mayores de 60 años, la cifra se ha mantenido al alza, al punto que el 15 de abril, se registraron un total de 1.291.626 personas contagiadas, de ellas 197.523 son de la tercera edad, el grupo humano que más riesgo corre a la hora de contagiarse, por ende, quienes han sido más protegidos. Una situación que los ha salvado en muchos casos, pero que trae encadenada una serie de problemas que se han agudizado.
La llegada del COVID-19 a Chile
El gobierno del presidente Sebastián Piñera implementó un sistema de declaraciones juradas que buscaban generar un catastro de las personas que entraban por todos los pasos fronterizos y, con ello, poder realizar seguimiento a cualquier persona contagiada. La información se publicó el 27 de febrero de 2020. Semanas más tarde, el 18 de marzo, el Minsal decretó el cierre total de las fronteras del país.
El ex ministro de salud Jaime Mañalich compareció ante los medios el día 3 de marzo de 2020, la noticia que entregó fue un shock para el país: “se trata de una persona de 33 años, con antecedente de viaje durante un mes por distintos países del sudeste asiático, particularmente en Singapur”. Aquella persona fue la primera de la elevada cifra que tiene a Chile con más de 3.300 casos positivos de COVID-19 por 100.000 habitantes.
María Argentina Rojas (62) ve la situación que se comenzaba a vivir en marzo, planteando que “en la marcha de las mujeres no le dimos la importancia porque la gente fue sin información, cuando (el virus) pegó fuerte fue como “ay, que va a pasar”, y empezamos a darnos cuenta de que la gente se moría como lo decía la televisión, por número, porque no tomamos consciencia de lo que estaba sucediendo”. Lucía Yáñez (88) respalda la noción de la falta de información sobre lo que ocurría, ya que su vida no cambió prácticamente, sus rutinas seguían igual, solo “dejé de recibir visitas de las vecinas” y de algunos familiares.
A rejas y puertas cerradas
Las primeras comunas del país en avanzar con las estrategias de protección entraron a cuarentena el 26 de marzo de 2020. En ese entonces solo algunos municipios del sector oriente de Santiago quedaron con la medida, sin embargo, la situación no quedó ahí, prontamente se fueron sumando más y más comunas.
La gente comenzó a tomar más conciencia de lo que estaba ocurriendo, la tensión era y sigue siendo una tónica en la población, ya sea directa o indirectamente, así relata María Hilda Iligarai (77): “Me sentía mal porque en todos mis años nunca había vivido algo así y más saber que no era solo en Chile, sino en todo el mundo y no sabía que iba a pasar más adelante”.
El trabajador independiente Miguel Rivera (68) lo ve de otra forma: “Nunca le he tenido miedo a ninguna clase de enfermedad, porque cada cual se protege como uno sabe, uno no sabía con lo que se estaba enfrentando, entonces había que cuidarse no más”.
“El hecho de no poder salir fue traumático, porque yo estaba acostumbrada a salir para donde se me daba la idea en la cabeza, teníamos programado un plan a Futaleufú con una amiga y todo se cayó, íbamos a ir a Valdivia y se cayó. Siempre salía con amigas o iban a la casa” cuenta Irma Verdugo (65) mientras toma aire en el patio de su casa. Su visión se condice plenamente con lo que recuerda Benito Cornejo (72): “Fueron meses horribles, muy malos, porque estar encerrado con la incertidumbre en que forma nos iba a afectar, aparte que las medidas que había tomado el Gobierno nadie las creía, ahora tampoco. Era como estar en una prisión, porque para poder salir a comprar lo más básico había que pedir un permiso”. El residente de la comuna de Estación Central complementa diciendo: “Sentía pena, dolor, por la gente que se había contagiado, rabia también porque se interrumpió el estallido social y fue un salvavidas para este Gobierno”.
En la comunidad 39 de Valentín Letelier 1381, comuna de Santiago, los conserjes Nelson Orellana y Luis Lagos contaron las medidas que adoptaron junto con sus colegas y la administración del edificio para proteger a los residentes: “Se pusieron dispensadores de alcohol gel, se compró amonio cuaternario, se limpiaron los pisos y los ascensores”. Hasta el momento no han tenido casos de COVID-19.
Resguardo obligatorio a mayores de 75
De acuerdo con los antecedentes entregados por Carabineros de Chile, mediante solicitud realizada bajo ley de transparencia, se registraron 4.500 detenciones a personas mayores de 60 años por infracción a la cuarentena y violación del toque de queda, durante el periodo comprendido entre marzo y octubre de 2020.
Según datos de Comisaria Virtual, cada minuto del mes de mayo se pedían 7,2 permisos temporales para entregar alimentos, medicamentos o elemento de primera necesidad a personas mayores, algo de suma importancia debido a la imposibilidad legal de las personas mayores de 75 años de poder salir.
Esta medida estuvo vigente desde el día 15 de mayo hasta el 2 de septiembre de 2020, no obstante, las personas pertenecientes a este grupo etario, más de un millón de ciudadanos, en algunos casos no pudieron obedecer la medida impuesta y debieron salir. María Hilda Iligarai relata: “La idea de la precaución, de acatar lo que decía la gente de los hospitales, la gente de la salud y del gobierno, que no había que salir, que los contactos con la familia había que acotarlos, era lo ideal, pero yo vivo sola con mi viejo (su esposo), mis hijos viven en otras comunas, lejos, entonces para mí era medio complicado porque no me gusta molestar, entonces tenía que salir, por lo menos a la feria una vez a la semana, con mucha precaución, al supermercado casi una vez al mes, tuve que hacerlo no más, no me quedaba otra”.
El mes de abril de 2020 fue en extremo complejo, las medidas de contención estaban siendo aplicadas dentro de todas las posibilidades, pero las cifras de contagios diarios y activos no descendían en lo absoluto, más aún, aumentaban día tras día. Este escenario se mantuvo hasta mediados de junio cuando se alcanzó el máximo de contagios hasta la redacción de este reportaje. Luego de eso, el número de personas infectadas por el virus decreció hasta principios de agosto, desde ese entonces se mantuvo estable hasta noviembre, cuando la curva retomó el crecimiento producto de las fiestas de fin de año y el advenimiento de las vacaciones de verano.
El grupo humano más afectado ha sido la tercera edad, las personas desde los 60 años en adelante, empero, según señala la Clínica Mayo: “los niños, puede contagiarse con el virus de la COVID-19. Pero lo más común es que afecte a los adultos de mediana edad y mayores. El riesgo de desarrollar síntomas peligrosos aumenta con la edad, por lo que los mayores de 85 años corren mayor riesgo de tener síntomas graves”.
Las cifras en Chile se condicen plenamente con lo anterior, al punto que la mayoría de los casos de camas de Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y personas fallecidas aumenta ostensiblemente según aumentan los años de los pacientes, aun cuando existan más casos positivos desde 0 a 59 años.
El Minsal, en sus cifras oficiales actualizadas al 4 de febrero de 2021, señala que se han registrado 836.726 totales de COVID-19, de los que 700.764 casos corresponder a personas desde 0 a 59 años, y 135.962 corresponden a personas mayores de 60 años. Al día 15 de abril, como se menciona con anterioridad, se registraron un total de 1.291.626 casos, de esos 1.094.103 son personas menores y adultas, mientras que 197.523 pertenecer a la tercera edad. Los datos son decidores al considerar el ya mencionado uso de camas UCI, al punto que a mediados de enero se tenían las siguientes cifras: 398 pacientes para el primer grupo etario (0-59 años) y 675 en el segundo (60 o más años), con una mortalidad en personas entre 0 y 59 años de 2.368 personas, mientras que 14.801 correspondían a personas mayores a 60 años, siendo el grupo humano entre 70 y 79 años el más afectado con 4.953 fallecimientos. La actualidad plantea cifras que se condicen con las de meses atrás: En los últimos siete días se han registrado 4.334 personas hospitalizadas en camas UCI correspondientes a edades entre 0 y 59 años, mientras que desde lose 60 en adelante, hay 1.135 personas.
Ciertamente se han generado mayor cantidad de camas UCI, al punto que el 19 de abril de 2021 se contaba con 4.389 camas disponibles y una disponibilidad de 191 camas, está cifra es la segunda mayor registrada en sistema conjunto (público y privado), siendo la del día 20 de abril la más alta hasta el cierre de este reportaje, disponiéndose de 4.390 camas, pero con una disponibilidad de solo 126 camas.
No volverán a sus casas
En Chile, 25.317 personas no volverán más a sus casas, tampoco pudieron ser despedidas de la forma que sus familias hubieran querido. Las medidas dispuestas en el Protocolo de Cadáveres COVID-19 del Minsal son muy estrictas, no podría ser de otra forma bajo la premisa de disminuir los riesgos y los contagios.
Una de las críticas que más se ha escuchado durante el tiempo de permanencia del virus en el mundo es la frialdad con la que se mencionan las cifras, no considerando que se habla de personas, no obstante, todos quienes ya no están fueron alguien importante para sus familias, para sus amigas y amigos.
María Argentina Rojas, sentada en el sillón principal de su casa recuerda el mayor impacto que le ha significado la pandemia. Debió enfrentar la pérdida de su suegra, Juana del Carmen Rodríguez Guzmán (1932-2020) el 24 de noviembre del 2020. Juana decidió mantenerse aislada en su domicilio producto de la cuarentena, su edad implicaba un alto riesgo de contagio. Sin embargo, no contempló que otras personas con quienes vivía podían contagiarse. Su sobrina y hermano se contagiaron de Covid-19, lo que provocó que Juana debiese ingresar a un hotel sanitario.
Para María Argentina este último hecho habría provocado una secuencia de sucesos que terminarían con la muerte de Juana Rodríguez: “Sacaron a mi suegra para llevársela a un hotel sanitario y no le tomaron el (test) PCR al ingreso, ella entró bien, sin síntomas, sin nada, nos podíamos comunicar todos los días por teléfono, durante siete a ocho días. De repente nos despertó diciéndonos que la trasladaban a la Posta Central, porque le habían encontrado un síntoma al estómago, ahí le hicieron todo por sacarla adelante, pero no hubo caso, murió”.
La pandemia ha golpeado a las personas de distinta forma, a María Argentina y sus hijas les quitó a la persona que era vínculo directo con su esposo y padre respectivamente, Juana Rodríguez.
En un ámbito más lejano, Irma Verdugo relata su experiencia: “Me tocó el caso de una (ex) compañera de trabajo, Verónica Fierro, de relaciones públicas del hospital Félix Bulnes, que estuvo muy grave. También me tocó saber de una persona que conocí mucho, un médico que fue amigo de mi marido, y falleció de COVID, atendiendo pacientes, el se llamaba Guillermo Solar. Ninguno de los dos era una persona fumadora, ni con enfermedades de base”.
Trabajo y tercera edad en pandemia
La situación del país, debido a su modelo económico, lleva a personas de la tercera edad a la necesidad de seguir luchando por un salario en años que deberían gozar de su jubilación. La llegada del COVID-19 vino hacer más compleja esta situación. Miguel Rivera explica que, en los primeros tiempos de la crisis sanitaria en Chile, él estaba trabajando, y el virus le generó problemas, “porque en esos tiempos me tuvieron dos semanas que no me dejaron ir a trabajar por la edad, uno se podía contagiar, donde entraba mucha gente”.
“Con el tiempo me causó muchos problemas esta cuestión del virus, porque después nos despidieron, pagaron todo, pero nos despidieron por la edad, no querían arriesgarse a que uno se contagiara”, complementa el hombre de 68 años.
Una situación similar vivió Rosario Vera (65), si bien, para ella no fue “tanto, porque igual salí, pero me cubría con guantes y mascarilla, y cuando llegaba a mi casa me echaba Lysoform, y me cambiaba zapatos y ropa, pero después no fui a trabajar más, así de simple”. Actualmente ha vuelto a su trabajo, pero protegiéndose en cada aspecto que puede: “Llevo mi botellita de agua, mi washiwashi, así le digo yo al alcohol gel, porque en el crucero (al que fue) le decían así. Nos lavamos las manos cada vez que recibimos plata, si es que no andamos con guantes obviamente, porque los guantes generalmente se hacen tira”.
Dominic Fuentes (26) es una trabajadora del departamento de estratificación social de la Municipalidad de Estación Central, y dentro de su trabajo le ha tocado ayudar a personas mayores afectadas por la pandemia: “Desde que comenzamos la pandemia nos ha tocado atender a más personas mayores, muchas han quedado con ceses laborales. Nos tocaron casos de COVID positivos, y en esos casos tuvimos que ir con la implementación protocolar, que son estos trajes blancos, escudos faciales, mascarillas y entregarles los servicios a los usuarios con todas las medidas de seguridad. Las personas son atendidas de igual manera, sean positivo o no, solo que nos resguardamos más”.
A medida que iba aumentando el número de contagios de COVID-19 en Chile, la condición de las personas de la tercera edad en el país fue empeorando. Esta situación se presentó en distintos flancos, desde la necesidad de atenciones médicas o la no realización de ellas, hasta situaciones de maltrato y abandono.
La salud y la vida en el encierro
“Yo tenía hora en el consultorio, fui un día y había mucho problema porque tenía que ir a las 7 de la mañana a sacar el número; por eso dejé todo lo médico parado desde el 7 de abril, no fui más”, señala María Hilda Iligarai, haciendo alusión a su buena salud, dado que no tiene enfermedades crónicas que requieran atención permanente.
El caso del matrimonio conformado por Benito Cornejo y María Rivera (74) es similar, ellos tenían horas tomadas en el centro de salud familiar Norman Voulliume de la comuna de Cerrillos, donde les hacen los controles de rutina y les entregan sus medicamentos; sin embargo, el recinto médico participa del sistema de medicamentos a domicilio, el que cuentan “funciona bastante bien, nos han traído los remedios siempre a tiempo”.
Lucía Yáñez sufrió un accidente en abril de 2020, resbaló al subir a una escalera, fracturándose una de sus rodillas. Su esposo, Eduardo Núñez (fallecido en 2019) fue carabinero, por ende, Lucía fue atendida en el Hospital de Carabineros, donde le diagnosticaron la lesión y la derivaron al Hospital de la Dirección de Previsión de Carabineros de Chile, donde tuvo que ir en algunas ocasiones, para controlar el avance de su recuperación. Pese a esto, para poder tener atención con la geriatra, tuvo su hora mediante telemedicina, con muy buen resultado.
Jesús del Carmen Godoy Moraga (88) vive en la comuna de Estación Central, comparte la casa con su pájaro mascota, Pepe. Ella cuenta que la cuarentena le afectó mucho, se sentía triste porque no podía salir, compartir con sus vecinos, tampoco ir a comprar como lo hacía varias veces por semana desde que tiene memoria. La experiencia de la mujer que durante su juventud fue mecánica de autos Peugeot, se complemente con que solo veía a su nieta Roxana una vez a la semana, a través de la reja, cuando ella le llevaba cosas, y aquello no es una excepción, sino es la tónica que se está conociendo tras la apertura que ha impulsado el gobierno.
Los datos entregados por Fonasa son categóricos. Mientras se agudizaba la pandemia, las consultas geriátricas aumentaban, después de un gran descenso producido cuando se impusieron las medidas de protección. Las horas de psicología también aumentaron considerablemente, y en directa vinculación, las psicoterapias y las terapias de pareja.
“Mujer echó de la casa a su madre y la dejó con las maletas en la calle” se titula la nota de Fernanda Jure en CHV Noticias, publicada el 8 de septiembre de 2020, allí la periodista cuenta la historia de la señora Adriana, de 88 años, quien fue expulsada de su casa por su propia hija.
Esta cuestionable historia que se encuentra en tribunales es una muestra de la realidad que viven las personas mayores: abandono y maltrato. El Servicio Nacional del Adulto Mayor (Senama) dio a conocer que entre marzo y octubre de 2020 se produjeron 291 casos de abandono, 170 se debieron a la pandemia, enmarcados dentro de un total de 2.123 situaciones de violencia contra personas de tercera edad.
La Comunidad 39 ubicada en Valentín Letelier 1381 expresó que la gente no visitaba a las personas mayores, no había visitas con frecuencia, ni salidas de ellas y ellos.
Desde una mirada profesional, la psicóloga Pilar Lázaro Arias considera que “la pandemia ha afectado especialmente a las personas mayores, a quienes se les dificulta el funcionamiento de las nuevas tecnologías. A eso se suma el no poder ver a sus familiares, de abrazar a sus nietos y de no estar físicamente acompañados. Todo contribuye a desarrollar sensaciones de angustia que pueden traducirse en algún tipo de trastorno del ánimo”.
La Sociedad de Geriatría y Gerontología de Chile, en voz de su vicepresidente, el médico geriatra Rafael Jara, señala algunos de los problemas que acarrea la pandemia en la población mayor: “La inmovilidad provoca deterioro de todos los sistemas del organismo, disminuye la masa muscular, con eso se entorpece la marcha y aumentan las caídas, los riesgos de fracturas, de traumatismo encéfalo craneano, problemas respiratorios, cardiovasculares y genitourinarios. En general, la salud de las personas mayores se ha visto muy afectada por muchas aristas, no solo las que plantea la infección misma”.
El médico formado en la Universidad de Chile complementa que es fundamental hacer que las personas mayores participen de todo lo que está pasando en el ámbito familiar, contactarlos frecuentemente y, dentro de las posibilidades, visitarlos guardando todas las precauciones.
En el documento “10 consejos para sobrellevar la cuarentena en casa” de la Clínica Universidad de los Andes, se plantean recomendaciones para sobrellevar la cuarentena: “Buscar actividades para distraerse del problema para no estar pensando en eso constantemente; Organizar un horario que incluya actividades productivas de trabajo o estudio, recreativas y hacer cosas que gusten”.
Irma Verdugo contó su experiencia, su método de escape: “Hacía almácigos de plantas, algunas se secaban, pero no importaba, era plantar, buscar que plantar. Me puse a tejer, pero me dolía el brazo, entonces tenía que ser otra cosa que no me hiciera drama”.
María Rivera, utilizó como método de escape la realización de figuras en madera, “le dije a mi nieto que me comprara una plancha de trupán para hacer servilleteros con esa madera, pintándolos con óleo. También me distraía con mis plantas, regándolas y plantando otras”.
Plebiscito por una nueva Constitución
A las 4 de la tarde del 25 de octubre, Benito Cornejo aprovechó el horario protegido y fue a votar con María Rivera. Comentan que cada elección les toca en colegios contiguos.
Miguel Rivera no fue a votar, el consideró otros factores al momento de decidir: “Como no era obligación, no fui por las aglomeraciones que había, no fui por cuidarme, porque como también mi señora es hipertensa y mis nietas también, además de asmáticas. Por eso preferí cuidarme, porque no quería llegar con el COVID a la casa y que se me muriera alguien, eso no tiene ningún brillo”.
Navidad y Año Nuevo especiales
Tras el primero de los dos días festivos, la Navidad, el 26 de diciembre de 2020 se registraron 2.564 nuevos casos de COVID-19 en Chile, a eso se agregó que el 1 de enero de 2021, se sumaron 3.588 personas contagiadas.
La razón de lo anterior se explica por múltiples factores, entre ellos el relajamiento por parte de la población que se vio reflejado en la realización de numerosas fiestas clandestinas. Empero son las personas mayores y sus familias quienes suelen mantener más cuidados respecto de posibles contagios.
María Hilda Iligarai recuerda dichas fiestas de la siguiente forma: “La Navidad la pasamos los dos solos con mi viejo aquí, vinieron el día 25 en la mañana uno de los hijos y el otro vino en la tarde un ratito, nada más, para el Año Nuevo lo íbamos a pasar los dos solitos aquí, porque mi viejo no se entusiasma mucho, pero mi hija, la Lorena, me dijo: “Pero mami ¿cómo lo van a pasar ustedes solos?”, así que me vino a buscar, cenamos, esperamos a las 12 y me vinieron a dejar, así que estuve con ella”.
María Argentina Rojas reflexionó al respecto recordando a las personas que ya no están:
“Las celebraciones de este año marcaron la diferencia, entre la familia que ya no está, el vacío que ya no va a volver a llenarse con nada, el temor de cual es el próximo, porque esto no se ha acabado y no se va a acabar tan fácil, entonces es como que las fiestas pasaron a segundo o tercer plano”.
Las vacunas y el futuro incierto
El profesor de la Universidad de Yale Nicholas Christakis señala que “una vez que terminan las pandemias, suele seguir un periodo en el cual la gente busca mucha interacción social”.
El doctor Rafael Jara considera: “Estamos enfrentando un rebrote que vuelve sumamente peligrosas a las vacaciones, los permisos deberían considerarse seriamente, porque la gente se ha descuidado muchísimo, no se sabe si quienes están a dos metros se han cuidado o no, además en las vacaciones implementar las medidas de protección es más complejo porque no se está en un espacio habitual”. Sin embargo, el profesional señala que “no se puede ser tajante del todo” porque hay casos en que los permisos mencionados pueden significar mayor compañía a las personas mayores, junto con eso pueden ayudar a que ellos se distraigan de todo lo que está ocurriendo.
Hasta el momento, una de las más factibles y posibles formas de combatir la pandemia y, con ello, proteger a las personas mayores, es mediante la utilización de las vacunas. Según planteó el ministro Enrique Paris, citado por radio Duna, el 24 de diciembre de 2020: “Las dosis para el mes de enero bordean las 240 mil y para febrero una suma mucho mayor”. Se espera que a finales del primer semestre de 2021 el 80 por ciento de la población chilena esté vacunada, al día 20 de abril, la cifra de personas vacunadas con las dos dosis asciende a cerca de 5.8 millones de personas, cerca de un 30.6% del total de habitantes de Chile.
Los procesos de creación y producción de las vacunas son foco de constantes noticias falsas, parte de la población mundial las ha interiorizado; por supuesto, Chile no es la excepción. María Hilda Iligarai expresa su preocupación ante una posible vacunación: “Yo no me vacunaría porque me da miedo, una vacuna que se haga masivamente no en todos los cuerpos puede hacer bien, más con personas con enfermedades ya crónicas, que le puede pasar algo con la vacuna, por eso a mí me da miedo. Ahora bien, si con el tiempo yo compruebo que en realidad a todo el mundo le sirve, ahí me la pondría”. Rosario Vera tiene una visión similar: “no me vacunaría, aunque tengo una hija que es doctora y me dice que tengo que vacunarme, pero no quiero, por el temor. Pienso yo que es más como un experimento la vacuna”.
Una postura muy contraria a la anterior es la expuesta por Irma Verdugo, quien dice: “Yo a las vacunas les tengo fe, toda la vida les he tenido fe, por eso me vacuné”.
“Yo soy bien honesto, el futuro para mí es incierto, por el rebrote de la otra cepa que llegó. Uno tiene que ser bien realista, ya tiene su edad y tiene que cuidarse. Ya con 68, soy activo, pero si llega otra cepa más fuerte, hay muchos que pueden cooperar, y ya está en Chile esa cepa” opina Miguel Rivera al ser consultado por su visión del futuro. Irma Verdugo tiene una visión distinta y que, para estos momentos, es la que el mundo espera que los gobernantes transmitan: “Si no tuviera esperanzas no sé donde estaríamos, porque uno siempre vive de la esperanza, porque si no ¿qué estamos haciendo aquí?”.
Palabras al cierre
Las personas mayores representan cerca del 11,9 por ciento de la población total de Chile, y es una cifra que va aumentando. No basta con irlos a ver, menos aun con verlos de lejos y con desdén, ellas y ellos son una parte fundamental del país, más presentes en la historia que cualquiera más joven.
El desafío país, en estos tiempos de COVID-19 es incluir a las personas mayores, permitirles siempre desarrollarse en la plenitud de sus capacidades, las que tienen de sobra para lo que quieran hacer, siempre cuidándolos, pero de la mano, nunca en solitario.
Como cantara Serrat:
“Si no estuviese tan oscuro
A la vuelta de la esquina
O simplemente, si todos
Entendiésemos que todos
Llevamos un viejo encima”