Subdirector de la FAO Julio Berdegué: «El aumento de la inseguridad alimentaria entre 2019 y 2020 fue más pronunciado en América Latina y el Caribe»

El encargado de alimentación y agricultura de las Naciones Unidas para la región asegura que a pesar del incremento en la desigualdad y la desnutrición, latinoamerica tiene un enorme potencial de oportunidades de atacar la crisis actual

Subdirector de la FAO Julio Berdegué: «El aumento de la inseguridad alimentaria entre 2019 y 2020 fue más pronunciado en América Latina y el Caribe»

Autor: Sofia Belandria

La inseguridad alimentaria se incrementó 19% en América Latina y el Caribe en 2020 en relación al año anterior, lo que significa que en año de pandemia de COVID-19, 44 millones más de personas sufrieron este flagelo, dijo el subdirector general y representante regional para América Latina y el Caribe de la FAO Julio Berdegué.

«El aumento de la inseguridad alimentaria entre 2019 y 2020 fue más pronunciado en América Latina y el Caribe, registrando un aumento del 19%, con lo que 44 millones de personas más se vieron afectadas por la inseguridad alimentaria moderada o grave e incluyendo 21 millones por la inseguridad alimentaria grave», puntualizó en entrevista.

Berdegué destacó que el continente posee uno de los sistemas agroalimentarios más productivos y diversos del mundo, pero exhibe problemas de pobreza, desigualdad, malnutrición e inseguridad alimentaria «que se vienen acumulando por décadas y, que ante la situación que hoy conocemos por la pandemia, se han potenciado».

El 14% de la población de la región sufre inseguridad alimentaria grave, es decir hambre crónica, mientras que otro 23,6% de las personas sufre inseguridad alimentaria moderada, lo que implica que no siempre tienen acceso a lo necesario y suficiente para comer, según datos de la FAO.

«Es importante ser conscientes de que la pandemia ya generó retrocesos en la región y aumentará la desigualdad existente, una realidad particularmente cierta en el mundo rural latinoamericano, que padece problemas endémicos de desigualdad y pobreza, de la cual sufre el 45,7% de las personas en territorios rurales», explicó.

Por eso entiende que en lo inmediato es clave mantener los esfuerzos para evitar pasar de una crisis de salud a una crisis alimentaria regional y que se situé en una posición de mayor riesgo la seguridad alimentaria de las personas, así como el acceso a dietas saludables.

Resiliencia

En América Latina y El Caribe, el 14% de la población trabaja en agricultura, y de la finca a la mesa del consumidor, los sistemas agroalimentarios son responsables de hasta el 45% del empleo total.

Incluso en algunos países los sistemas agroalimentarios representan entre el 30% y el 40% del Producto Interno Bruto (PIB) y son una fuente de alimentos para más de 800 millones de personas a nivel global.

«Es por esto que hoy, más que nunca, los sistemas agroalimentarios de América Latina y el Caribe ofrecen oportunidades de atacar simultáneamente la crisis actual y articular esfuerzos para una recuperación sostenible, inclusiva, resiliente y evitar una recuperación social y económica más difícil y más lenta», explicó Berdegué.

Agregó que la pandemia de COVID-19 puso sobre la mesa la fragilidad de la seguridad alimentaria, pero también dio la oportunidad de reevaluar cómo abordar las causas fundamentales del hambre y desarrollar la resiliencia ante las crisis.

Cifras

Según la evaluación realizada el lunes 12 durante la III Reunión de Ministros de Agricultura de las Américas, que reunió a los titulares del sector de 31 países, la región verá una caída del 7,7% del PIB, un retroceso de 20 años en sus niveles de pobreza extrema y de 12 años en sus niveles de pobreza.

En el encuentro, el economista en jefe de la FAO, Máximo Torero, dijo que «la mayor caída económica del mundo productivo del COVID-19 se verá en América Latina y el Caribe, donde 2,7 millones de empresas han cerrado. La región podría tardar una década en volver al nivel prepandemia».

En este sentido, Berdegué indicó a Sputnik que «los niveles de crecimiento prepandemia se alcanzarían en 2024, pensando en retomar el crecimiento de 1,8%, igual al promedio de la última década, pero si el crecimiento es de 0,3%, como lo fue en el promedio de los últimos seis años, se demorará 10 años.

Respecto a 2019, aumentó la vulnerabilidad y hoy son casi 500 millones de personas las que viven con ingresos cercanos a la línea de pobreza.»En 2021, mantener las transferencias monetarias de emergencia para cubrir las necesidades básicas y apoyar la recuperación, además de impulsar la generación de empleo es clave», enfatizó.

Respuestas

Los países de América Latina y el Caribe han buscado caminos para superar la crisis del COVID-19 y reducir su impacto sobre la inseguridad alimentaria.

A modo de ejemplo, Berdegué señaló que Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay están implementando con apoyo de la FAO una metodología de seguimiento de los daños y pérdidas por desastres en el sector agropecuario, que contribuye al cumplimiento de los objetivos mundiales de desarrollo sostenible.

A esto se suma el programa Mano de la Mano, por medio del cual la FAO proyecta canalizar para fines de este año más de 400 millones de dólares en inversiones en El Salvador, Guatemala y Honduras.

«Esperamos colaborar con México, Estados Unidos y Canadá para que apoyen a otros países de las Américas», afirmó.

Además, la iniciativa Mil Aldeas Digitales ya sumó a 15 países de América Latina y el Caribe que permitirán demostrar los beneficios de la digitalización rural, una muestra de cómo la FAO «moviliza los recursos necesarios para convertir planes en realidades concretas, para acompañar a los países hacia un desarrollo más sostenible».

Más allá de las respuestas puntuales, el subdirector general de la FAO entiende que es necesario «empezar a pensar de manera diferente sobre cómo abordar esta crisis».

«Este no es el tema de un solo ministerio de agricultura, ganadería o pesca, sino que es un desafío que deben enfrentar todas las carteras de los gobiernos y eso implica elevar la prioridad política que se le da a los sistemas agroalimentarios en los gobiernos, con un rango estratégico de proyección», manifestó.

En definitiva, no solo se trata de alimentar a la población mundial, se trata de ayudar a reducir el hambre, de cuidar la salud y abastecer a los mercados, de que la gente pueda producir y trabajar, de que la economía funcione y la pobreza no siga creciendo, concluyó.

Cortesía de María José Frias Sputnik


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