Por Luis Mesina, Vocero Nacional NO+AFP, Candidato Constituyente Distrito 10
Hoy es un día muy importante, conmemoramos el Día Internacional de los Trabajadores. Es una fecha histórica para el mundo del trabajo. Implica recordar los acontecimientos más relevantes del movimiento obrero a lo largo de su historia, llena de ascensos y retrocesos, de represiones, de muertes, de cientos de masacres cuya sangre derramada por hombres y mujeres permitió a las generaciones actuales, mantener a pesar de los intentos permanentes de patrones por conculcarlos, de una serie de derechos que solo pueden entenderse por la lucha sostenida del movimiento obrero.
Han transcurrido 157 años cuando por primera vez el proletariado internacional dio sus pasos para confluir en unidad. Sindicalistas, socialistas, anarquistas y asociaciones obreras de distinto signo, se dieron cita en la ciudad de Londres para conformar la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), era el año 1864.
El punto más alto de las luchas obreras se alcanzó en 1871 en lo que se conoce como la Comuna de Paris, señalado por algunos como: “cuando los obreros tomaron el cielo por asalto”. Constituyó el primer gobierno obrero de la historia, artesanos y obreros tomaron el control y el poder de la ciudad de París por 71 días. Su nombre, “la comuna”, quedó asociado a la Internacional y la raíz común, según algunos investigadores, de comuna a comunismo. Fue derrotada a sangre y fuego y sus dirigentes fusilados.
Pero, el proletariado internacional no se detendría ante las balas y la muerte. La convicción y desesperación sufrida a raíz del desarrollo industrial capitalista que provocaba niveles de explotación brutales contra hombres, mujeres, niños y ancianos, reavivaba la conciencia y la fuerza para luchar. Habían transcurridos solo 15 años de los fatídicos sucesos de la Comuna de Paris, para que el conflicto se trasladara más de 6 mil kilómetros, al otro lado del Atlántico, a la ciudad de Chicago, ciudad en ese entonces pujante por el desarrollo industrial. Las protestas en la ciudad aumentaban en apoyo a los huelguistas que habían iniciado la paralización el 1 de mayo reivindicando la jornada laboral de 8 horas.
La masacre llegaría en el acto público al que sus dirigentes habían convocado en la Plaza de Haymarket, el día 4 de mayo de 1886, durante la manifestación un desconocido lanzó una bomba a la policía y se desató la masacre. Los dirigentes anarcosindicalistas del movimiento fueron sometidos a un juicio que fue una grotesca farsa y condenados a muerte. Uno de ellos se suicidó antes de la ejecución y los otros cinco fueron ahorcados.
En Chile no hemos estado ajenos a hechos de esta envergadura. Al contrario, son varios los asesinatos en que las fuerzas del Estado han reprimido y asesinado a quienes han osado levantarse contra el poder y la injusticia. Las más conocidas: masacre de la carne en 1905; masacre de San Gregorio en Antofagasta en 1921; Matanza de La Coruña en Tarapacá en 1925; masacre en Ranquil 1934, el Salvador 1966; Población María Caro en 1962. Y sin duda, la más brutal, la de 1907 en la Escuela Santa María de Iquique.
Hoy conmemoramos ese hecho ocurrido en Chicago en 1886, que reivindicaba la lucha por la jornada de 8 horas. Han pasado 135 años. ¿Y por qué seguimos conmemorando? Porque ello implica recordar, y recordar nos permite no olvidar, nos permite comprender que muchos, sino todos los derechos de que disponemos hoy, en materia laboral son fruto único y exclusivos de la lucha del movimiento obrero. Jamás ha habido dádivas del poder, por el contrario, éste siempre hasta el día de hoy se empeña en acabar con esas conquistas, al punto que consideran que las regulaciones establecidas en las leyes laborales son un obstáculo para la inversión del capital y para el desarrollo del país.
En la actual coyuntura que vive nuestro país, marcada por una de las crisis políticas más grandes de las que se conozca, exige conocer y recordar. El 6 de noviembre de 1980 José Piñera Echeñique promulgaba el D.L. 3.500 que privatizaba la Seguridad Social mediante la expropiación de las cajas de previsión y, el 1 de mayo de 1981, se daba inició a la capitalización individual que al cumplir 40 años muestra su absoluto fracaso.
Sebastián Piñera Echeñique ha intentado en estas dos últimas semanas, con ocasión del tercer retiro, introducir indicaciones para perpetuar el sistema fracasado administrado por las AFP. Al igual que su hermano, defienden un sistema que los ha llenado de privilegios y riqueza ilegitima.
Como nos muestra la historia, solo con unidad y movilización de los y las trabajadoras los cambios se producirán. La mejor forma de rendir un merecido homenaje a tantos caídos por la causa de los y las trabajadoras, es seguir luchando por un mundo más justo, más libre y, por sobre todo, más democrático.