En las dos ceremonias académicas de otorgamiento del grado de doctor Honoris Causa, el profesor nicaragüense Orlando Pineda pidió permiso para prescindir del birrete y que su cabeza permaneciera tocada por el sombrero de bejucos que le acompaña desde el 7 de febrero de 1967.
Pineda es una leyenda viva de la educación en su país y el sombrero va con él desde que su padre se lo entregara en su lecho de muerte. Es un símbolo del educador consagrado a partir de 1980 a las tareas de la alfabetización.
A sus 76 años, el incansable pedagogo presume de la última joyita de su obra, la creación de la primera escuela de computación para indígenas en América Latina, en un islote de apenas un kilómetro cuadrado en las aguas del mar Caribe, donde viven 90 personas de la etnia rama.
Cuando nació el maestro que llevaba dentro
«Soy hijo de un minero que murió tuberculoso y silicosis en las minas de Bonanza (norte) explotadas por la Hemco Gold Mine Company y una mujer campesina que vivió hasta los 100 años y tres meses», narra Pineda cuando al inicio del diálogo se indaga sus orígenes.
«Cuando naces en una calle como la que nací ya eres sandinista, al proceder de una familia como la mía ya uno pertenece a la Revolución de los pobres», explica su vocación política que lo vincula al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) desde 1967, con 21 años de edad.
Un charnel (esquirla) de bala en su pierna izquierda dejó constancia de su presencia en la Avenida Roosvelt, la principal de la Managua anterior al terremoto de 1972, cuando la Guardia Nacional cometió la masacre del 22 de enero de 1967.
Dieciséis días más tarde muere su padre y el gerente estadounidense de la mina le niega el ataúd para enterrarlo, y a la vez le cierra todas las oportunidades de empleo en la empresa. Debió rajar leña para ayudar al sustento de su madre.
En esas circunstancias, el sacerdote René Wilson, a cargo de labores educativas en Bonanza, le propone asumir como maestro en un aula de quinto y sexto grado, y aunque con reticencias al principio por desconocer el oficio pedagógico, un día aceptó y hasta hoy la educación marca el derrotero de su agitada vida.
«Me fue gustando hasta que me encantó, y como en Waspan (norte) abrieron una escuela normal asistí durante tres años en mis vacaciones y saqué el diploma de maestro de primaria».
Cuando se negó a dar dinero para comprarle una medalla al jefe militar de la zona lo corrieron de la escuela de Bonaza y fue a dar a Constancia, tres horas a pie, donde fundó una escuelita para los hijos de mineros y campesinos, a la que hacía labor proselitista para el Frente Sandinista.
Cruzada nacional de alfabetización
Luego del triunfo de la Revolución Sandinista (19 de julio de 1979) y al iniciarse el 24 de marzo de 1980 la Cruzada Nacional de Alfabetización a Pineda lo designan para dirigir aquel empeño con ribetes de gesta cultural en los municipios montañosos de Muelle de los Bueyes, Rama y Nueva Guinea, en la actual Región Autónoma del Caribe Sur. Desde entonces esa fue la razón de su vida.
La labor realizada en el entonces departamento de Zelaya Central le valió que al final de la Cruzada (23 de agosto de 1980) lo nombraran director de Educación de ese territorio y allí estuvo hasta finales de 1982 cuando le encargan asumir la continuidad de la alfabetización en el sureño departamento de Río Juan, demarcación que la dictadura de Anastasio Somoza había dejado en el 96% de analfabetismo.
El 13 de octubre de 1987, la Unesco declaró a Río San Juan (limítrofe con Costa Rica) territorio libre de analfabetismo. Con una tasa de 3,77%.
Fidel Castro y la otra cruzada
Un gran salto en la narración del maestro Pineda lleva hasta el año 2005, cuando tres lustros de Gobiernos neoliberales habían regresado a Nicaragua a índices de analfabetismo similares a los que encontró la Revolución Sandinista en 1979.
«En el año 2005, el comandante Fidel Castro da la orden de entregarle al FSLN 5.000 televisores, igual cantidad de reproductoras de video, medio millón de cartillas y 10.000 manuales, lo que desata una nueva revolución alfabetizadora en Nicaragua, mediante el método cubano Yo, sí puedo», En el cuatrienio 2005-2009 Pineda calcula que unas 300.000 mil personas aprendieron a leer y escribir en su país gracias a la colaboración cubana.
Siempre con el «Yo sí puedo»
En uno de sus 11 viajes a Cuba, el maestro Pineda fue hasta la tumba de la pedagoga Leonela Relys, la creadora del innovador sistema educativo, y le prometió que mientras él viva el método «Yo sí puedo» perdurará en la educación popular en Nicaragua.
Y cuando lo dice se toca el ala del inseparable sombrero, que le acompaña desde el día en que le cerró los ojos al padre asesinado por los venenos de la mina.El que lleva en el momento de la entrevista es un regalo de cumpleaños del presidente Daniel Ortega, el 23 de agosto de 2015.
Con «bejuco de mujer», como se conoce a una variante de la planta, se hace una parte del sombrero, y con «bejuco de hombre» la otra, a partir de fibras de una planta que solo crece en zonas muy húmedas del país, explica el profesor cuando detalla las características del tocado que lo identifica a él y la alfabetización en toda Nicaragua.
Cortesía de Gonzalo Becerra Sputnik