No es fácil la marcha de nuestra sociedad chilena. Día a día vamos comprobando que todo se va traduciendo en: Debo escalar posiciones. Debo tener más poder. Debo ganar más dinero. Pero nadie pregunta: ¿Cuál es la manera correcta para alcanzar estos logros? Hoy en día todo vale para alcanzar lo que pueden ser legítimas aspiraciones.
Lamentablemente el vivir en sociedad nos mantiene insertos en las actuaciones de todos los actores sociales y vamos siendo testigos de sus actuares, pero siempre destacamos el logro sin averiguar como se llegó a el. Y si lo sabemos, no nos preocupa mucho cuan ético ha sido el recorrido necesario para llegar.
La crisis mundial – que a nuestro entender nadie ha explicado – permite cualquier cosa. Desde encontrarnos con estafas de cifras siderales de cientos de miles de millones de dólares, como la ocurrida en EE.UU., hasta el despido de trabajadores para evitar en nuevo sistema laboral que involucra el concepto de semana corrida en los salarios en Chile. La crisis todo lo aguanta.
Las estadísticas señalan que lo no cancelado era algo superior al 7% de la deuda global y que el alza de las propiedades no superaba el 20 %. Estos porcentajes en ningún caso ameritaban una debacle mundial, ni mucho menos. Si bien es cierto que los deudores hipotecarios dejaron de pagar, no es menos cierto que el bien en transacción es algo permanente y no consumible y, por lo tanto, las propiedades continuaron siendo del acreedor hipotecario. No había pérdida patrimonial. Simplemente la propiedad estaba ahí. La inversión estaba ahí. Lo que variaba era la capacidad para cumplir los compromisos contraídos por el dueño de la hipoteca ya que no se le cancelaban las cuotas pertinentes, pero seguía siendo sujeto de crédito pues tenía un patrimonio que lo respaldaba.
Lo mismo sucede cuando se trata de mostrar supuestas “pérdidas” que la crisis ha ocasionado a más de algún personaje o político, por ejemplo al señor Piñera.
Piñera es legítimo dueño de acciones de muchas y variadas Sociedades Anónimas. Su habilidad comercial (no estoy entrando de su ética comercial, opinión que me reservo, por ahora) le ha llevado a tener una muy expectante situación económica que llega, incluso, a su figuración en el listado de las mayores fortunas del mundo (Forbes).
Usando como ejemplo al mismo señor, asumamos que tiene un millón de acciones por un total de trescientos millones de dólares de una empresa XX. Significa que cada acción se transa en Bolsa a trescientos dólares. Que, una acción se transe en bolsa significa que es el valor ofrecido para comprar esa acción. En ningún caso significa sea el valor real, tangible de una sociedad, su valor libros. Para establecer el valor de transacción, los inversionistas se fijan, primero en el valor libros, pero, fundamentalmente, en la capacidad de negocio, las ventas, las utilidades, las proyecciones de esa S.A. Estas variables contienen una apreciación muy alta de subjetividad y dependen del interés y expectativas que tenga el comprador. Por lo tanto, lo que hoy vale trescientos, mañana puede valer cuatrocientos o doscientos. Esto es lo que ha sucedido a Piñera y otros miles de inversionistas en todo el mundo. Las empresas de las que los accionistas son dueños, mantienen sus mismas instalaciones, edificios, maquinas, equipos, cuyos valores están muy bien fijados en sus asientos contables. Sin embargo, pese a ese valor real y efectivo, muy bien establecido, las acciones varían de valor cada día, cada hora. Esa es la pérdida de que se habla, Pérdida que se puede apreciar única y exclusivamente al momento de vender y comparándolo con el supuesto monto que se hubiera obtenido si se hubiera vendido en un momento de alza. No hay más. Si no vendió en el alza, es porque quiso obtener un mejor precio para lograr más dinero por lo mismo y le falló la apuesta.
Con esta explicación, se comprende que aún no aparezca una explicación más lógica de las razones de la crisis y que lleva a la pregunta del millón: ¿Dónde está la plata?
Nos centramos, ahora, en la razón de este comentario. La falta de responsabilidad y ética que estamos viviendo.
Echamos la culpa de todo a la crisis. Y, sin embargo, no encontramos una explicación plausible de ella, al menos mientras no se establezca ¿Dónde fue a parar el dinero del mundo?
El sistema neoliberal, capitalista ha caído estrepitosamente, al igual que lo hizo el sistema comunista, simbolizado con la caída del muro de Berlín. Los países de la órbita soviética, se vieron obligados a liberalizar sus economías lo que conllevaba más libertad para sus pueblos, pues esta sigue a la libertad de comercio, libertad de tráfico. Rusia y China son los más eficientes ejemplos de estos cambios, aunque China aún no se resigna a otorgar la libertad que le corresponde a un pueblo, está conjugando sus principios de una sociedad centrada en el hombre controlado, con las libertades individuales que estiman – sus gobernantes – pueden llevar a sus compatriotas por los caminos del libertinaje y la degradación que ellos visualizan en occidente. Pero es un problema de China, su pueblo y sus gobernantes.
La caída del sistema neoliberal por el corrupto y desmedido deseo de poder económico y sus adláteres, el poder político y el poder comunicacional, ha significado dejar al descubierto las siniestras formas de actuar de los grandes consorcios económicos y políticos de los EEUU. No entraremos en detalles pues los medios día a día nos entregan más y más información de las cadenas de estafas y engaños que dominaban la economía mundial.
Que ha hecho el sistema neoliberal. Pues correr a solicitar el amparo y protección de los Gobiernos para que los socorra, los salve y les permita continuar usufructuando de sus negociados sin control. Ellos que siempre han considerado que los Gobiernos son pésimos administradores, ineficientes, hoy solicitan dinero fresco y nuevas ventajas tributarias y laborales.
Con estupor hemos visto como en Chile, ese Gobierno tan “ineficiente y mal administrador” ha abierto su resguardada billetera y ha entregado miles y miles de millones de dólares a los bancos, a la industria salmonera, etc., para que sigan operando. Les ha dicho que deben evitar la cesantía, facilitar créditos con bajos intereses y oportunos. Sabemos que recién, después de abiertas críticas, los bancos, muy pocos, que hace meses recibieron esas fabulosas sumas de dólares, se empiezan a abrir para dar oxigeno a los pequeños, medianos y grandes comerciantes e industriales.
Todo esto que vivimos son los ejemplos que nos hacen pensar si lograremos vivir en un país en que no reine la inmoralidad, el oportunismo, el pituto, el compadrazgo, el negociado.
¿Cuál es la ética de quienes dejan altos cargos de control – Superintendencias, Fiscalías – para ser contratados por aquellos que estaba encargados de fiscalizar y controlar?
¿Cuál es la ética de quienes se concertan para esquilmar al necesitado de medicamentos como lo han hecho las tres Cadenas de FARMAFIAS?
¿Cuál es la ética de quienes se concertan para subir los precios de los insumos agrícolas y de quienes amparan esto con explicaciones insólitas y falsas?
¿Cuál es la ética de Alcaldes que manejan sus municipios como si fueran sus fundos?
¿Cuál es la ética de los parlamentarios que aparecen por sus distritos para las votaciones y que no dan ninguna solución – solo destempladas y mutuas acusaciones de esto y lo otro – a los problemas que se les plantean?
¿Cuál es la ética de esos personajes de gran poder económico, obtenido de manera inmoral y que hoy pretenden cargos parlamentarios – como uno de los principales sancionados por el caso de las acciones Chispas – y otro que aspira nada menos que a la Presidencia de la República y que estuvo más de veinte días huyendo de la Justicia que lo había declarado reo por estafa y que ha debido pagar millonarias multas por adquisición dolosa de acciones?
¿Por donde y como nos endilgamos para salir airosos con nuestro querido Chile, si no tenemos ejemplos ni del poder político, ni del poder gobernante, ni del poder opositor, ni del poder mediático, ni del poder económico?
Solamente creyendo en nosotros mismos. No copiando a los que hoy tienen algún poder adquirido por amañadas relaciones o compromisos. Pensando, analizando, conversando, preguntando. No dejándonos engañar por falsas promesas, especialmente si nos hemos preocupados de la historia de los que hoy tanto prometen. No envidiemos cargos, negocios, posiciones mal habidas. Nuestra conciencia es de un inmenso valor que nadie lo puede pagar. No la vendamos a vil precio. Tengamos fe en que con decisión y honradez podremos salir de esta negra noche de negociados, traiciones y pitutos
Por Jaime Soto Castro