Elección de rector en la BUAP 3. Expansión y modernización de la universidad

El desarrollo, innovación y crecimiento de la BUAP, no son obra de los últimos rectores; sino de procesos nacionales que en materia de educación superior e investigación científica se dieron en 30 años

Elección de rector en la BUAP 3. Expansión y modernización de la universidad

Autor: El Ciudadano México

Por Enrique Condés Lara

En los últimos 30 años, los Rectores de la BUAP montaron sistemáticas campañas publicitarias ensalzando sus actos; en unos casos, calificando como “logros universitarios” la construcción de edificios y vialidades, como las de bicicletas en Ciudad Universitaria y la obtención de materiales, equipos y terrenos; en otros, montándose sobre el trabajo de estudiantes, profesores o investigadores reconocidos o sobresalientes al presentarse como sus patrocinadores o padrinos.

En no pocas ocasiones, subrayaron las altas calificaciones que les otorgaron empresas privadas contratadas y sufragadas por ellos mismos, o el sitio alcanzado en dudosos rankings universitarios. Llegaron a decir, incluso, luego de que se cansaron de repetir que la BUAP era de “las mejores universidades de México”, que estaba entre las cuatro primeras, pasando por alto que detrás de la UNAM, se ubican el IPN, el Tecnológico de Monterrey, la UAM, la Ibero, el Colegio de México, la UdG, la UANL, el ITESO, etc. En realidad, a nivel  mundial, se reconoce a la UNAM en el lugar 114. al CINVESTAV del IPN en el 687, al Tecnológico de Monterrey en el 748 y a la BUAP en un respetable 1033 sitio.

No obstante, hubo casos chuscos, como el de un Rector que hasta hace poco aseguraba que la BUAP era ya de “clase mundial”, como si en  ella se  hubiera formado un premio Nobel, o en ella tan solo trabajara  algún premio Nobel.   

Esa clase de afirmaciones distorsionadas, que los poblanos nos hemos acostumbrado a leerlas, oírlas o verlas prácticamente todos los días en primeras planas de los diarios locales o en lugares destacados de los informativos de radio y televisión, responden a la necesidad de quienes dirigen la BUAP de legitimarse dentro y fuera de la institución; por crear una apariencia en la que figuran como importantes, notables, fuera de serie para bien de la Universidad. Sin ellos, subliminalmente están diciéndonos   a todos, que la BUAP no habría llegado hasta donde está.

¿Qué tanto eso es cierto? ¿Dónde se encuentra realmente la BUAP?

A lo largo de tres décadas, en efecto, la Universidad vivió cambios significativos que se pueden agrupar en tres grandes rubros:

1. La BUAP se expandió por el Estado de Puebla. Anteriormente, salvo por la escuela de Veterinaria, en Tecamachalco, y una Preparatoria, en Atlixco, la Universidad estaba circunscrita a la ciudad de Puebla. Ahora cuenta con complejos regionales y campus que la han acercado a las demandas y problemáticas educativas regionales, constituyéndose en un detonador de su desarrollo.

Dejó de ser una universidad de la ciudad de Puebla para constituirse en una Universidad estatal. Y brindar servicios y oferta educativa a diversas zonas y regiones de la entidad ha sido un paso importante que no se debe devaluar.

A la par, hubieron en estos años constantes mejoras en las instalaciones existentes, nuevas edificaciones y creación o ampliación de variados servicios, que dotaron a la institución de la imagen de modernidad y eficiencia que ha sido ampliamente difundida y explotada por sus autoridades.

2. La BUAP diversificó y expandió su oferta educativa. En 2019, reportó 105,722 estudiantes matriculados; de ellos, 19,487 eran preparatorianos, 81,599 de licenciatura, 3,270 en posgrado y 452 de nivel técnico superior universitario. Actualmente, la institución ofrece 89 licenciaturas; de las cuales 8 pueden cubrirse a distancia y 5 con un sistema  semiescolarizado; 49 programas de maestría, 23 programas doctorales y 14 especialidades en campos de la Medicina, Enfermería y Estomatología.  Esto ha sido, también, trascendente, y no puede, tampoco, soslayarse.

3. En 1990, la BUAP contaba solo con dos institutos: el Instituto de Ciencias de la UAP y el Instituto de Física del Estado Sólido; ahora cuenta con cinco. Además de los anteriores, el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, el Instituto de Ciencias de Gobierno y Desarrollo Estratégico, y el Instituto de Fisiología. Más que de crecimiento, ellos son  manifestación de desarrollo de calidad. En su seno se realiza una gran porción de la investigación y de la docencia de posgrado de la BUAP; destacados investigadores y científicos tienen su casa en estos institutos. Y por cierto, en 2020, en la BUAP laboraban 688 investigadores inscritos en el Sistema Nacional de Investigadores.

La regionalización de la BUAP, el incremento de su matrícula, la ampliación y diversificación de su oferta educativa, la aparición de posgrados y el desarrollo de investigación científica, así como las mejoras en instalaciones y la creación de nuevas edificaciones, son pasos hacia adelante, que sería una necedad ocultar o minimizar. Sin embargo, hay que decirlo con toda claridad, no son obra, ni creación de los rectores últimos de esta Universidad, como lo han presentado y presumido a todo el mundo. Obedecen a procesos nacionales que en materia de educación superior e investigación científica se dieron en estos 30 años.

Veamos unos ejemplos.  La Universidad de Guadalajara cuenta hoy en día con 9 Centros Universitarios Regionales en los que se pueden cursar desde el bachillerato hasta el doctorado en diversas disciplinas. Por su parte, la Universidad veracruzana ha diseñado cinco importantes Unidades Universitarias, denominadas vicerrectorías, cada una de ellas a su vez con diversos campus, que cubren el Estado de Veracruz, de acuerdo a la vocación geográfica, desarrollo económico y necesidades educativas específicas.

A su vez, la Universidad Autónoma de Sinaloa cuenta con cuatro unidades regionales establecidas conforme a las especificidades de dicha entidad. La Universidad Autónoma de Nuevo León tiene sedes en Monterrey, en Escobedo, en Linares, Sabinas Hidalgo y San Nicolás de los Garza. Y el Instituto Politécnico Nacional, además de sus Unidades Profesionales  asentadas  en la Ciudad de México, tiene Unidades en Baja California, Baja California Sur, Campeche, Chiapas, Chihuahua, CoahuilaDurango, Estado de México, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Michoacán, Morelos, Oaxaca, Querétaro, Quintana Roo, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Tlaxcala, Tamaulipas, Veracruz y Zacatecas.

Además, la expansión de la matrícula no ha sido tampoco un fenómeno local. La Universidad de Guadalajara acoge a 310 mil estudiantes, la Universidad Autónoma de Sinaloa reportó una matrícula de 106,805 estudiantes en el año 2020, la  Universidad Autónoma de Nuevo León tiene un padrón de 206 mil estudiantes, y el IPN, en 2018 alcanzó la cifra de 426, 357 estudiantes.

También, la diversificación de la oferta educativa y la creación de posgrados y centros de investigación científica, social y humanística, se han presentado, con diversas modalidades y tonos, en muchas de nuestras Universidades. Y al respecto, hay que decir que, específicamente en la BUAP, los profesores e investigadores se han desarrollado a pesar de muchas de sus autoridades, aguantándolas y sufriéndolas a cada rato, sobre todo cuando se “acreditan” con el trabajo ajeno, o montan espectáculos para “compartir” los reconocimientos otorgados a investigadores o académicos,  presentándose como sus patrocinadores, tutores o mecenas.

Los Rectores poblanos no han sido durante todo este tiempo más que simples ejecutores de planes nacionales diseñados en la SEP, en ANUIES y en CONACYT. No obstante, debe reconocerse que algunas de sus obras, particularmente las materiales, en buena medida fueron resultado de caprichos personales, como es el caso de la ostentosa e innecesaria Torre de Rectoría que se empeño en construir Alfonso Esparza Ortiz en terrenos de Ciudad Universitaria.

Independientemente de su utilidad y de costos inflados, las obras materiales sirven para presumir. No pocos, por ejemplo, se muestran admirados ante la Biblioteca central de la BUAP que, decía Enrique Agüera, su creador, “es única”. Sin embargo, cualquiera que conozca la Biblioteca de la Universidad Veracruzana, en Jalapa, concluirá que la de Puebla no es única, ni tampoco la más espectacular.

Mucho más sorprendente es el Complejo Cultural Universitario, que incluso llegó a contar con helipuerto. Pero su magnitud y diseño, en tanto edificación, no alcanzan a ocultar la carencia de una política cultural de la Universidad. En sus espacios pueden encontrase, en cambio, sofisticados restaurantes y boutiques, cafés fifís y presentaciones de artistas de televisión de moda. Los universitarios lo llaman, por ello, Complejo Comercial Universitario.

Hay algo más que vanidad —que la hay y mucha—, en las decisiones de ese tipo. Se llama negocios, moches, tranzas, tráfico de influencias, compra o pago de favores. De la Universidad militante de antaño, los señores pasaron a la Universidad negocio. Gasolineras, farmacias, clubes de fútbol, agencias de viajes, sorteos de lotería, transportes públicos, terrenos, estacionamientos, concesiones por aquí y por allá, otorgadas a muy diversas empresas, manejados en la más rigurosa opacidad y vigilados por contralores y auditores seleccionados por la misma Rectoría, posibilitaron fortunas gracias a las cuales miembros de la casta burocrática encaramada en la BUAP cambiaron no solo de domicilio sino de clase social.

Su cerrada negativa a informar sobre la administración y destino de recursos y bienes públicos, pretextando que viola la autonomía universitaria, tiene un mar de fondo.

Finalmente, en todo este tiempo impusieron modificaciones en las currícula de las carreras y en las condiciones de trabajo del personal académico que, como veremos en la siguiente entrega, cambiaron gravemente la orientación y  propósitos generales de la Universidad.


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