Por Macarena Vallejos Toloza, precandidata a diputada por el Distrito 10, feminista separatista y abolicionista / www.macadiputada.cl – @feministaabolicionista en IG
El progresismo imperante en Chile y el mundo, propone la regulación de la prostitución. Porque somos una sociedad desprejuiciada, dicen, porque es libertad sexual, dicen otros, porque hay que dejar que las mujeres decidan libremente sobre su cuerpo, dicen también. Claro, que seamos libres, pero solo cuando se trata de «elegir» donar óvulos, arrendar nuestros úteros y capacidad reproductiva, o prostituirnos, no piensan igual cuando hablamos del derecho al aborto libre, algo tan esencial y urgente, largamente exigido por el feminismo. El derecho a decisión y autonomía de las mujeres, nuestra legislación actual lo legitima solo bajo tres causales.
Entonces, la primera pregunta que me hago es: ¿Se regula la prostitución para otorgar derechos a las mujeres prostituidas? ¿O para certificar el cuerpo de la mujer como una mera mercancía en regla? Según datos obtenidos por la ONU y la OCDE, hasta el año 2006 el 90% de las personas que ejercían prostitución en el mundo eran mujeres vulnerables, de escaso nivel educacional. Asimismo, el 80% de las mujeres prostituidas en España el año 2019 eran mujeres migrantes en situación irregular. En Chile, el año 2007, de las 4175 personas prostituidas, 4058 eran mujeres, datos que constan en el Ministerio de salud Chile.
Con estos números sobre la mesa, mi opinión es que no se regula la prostitución para otorgar derechos y dignidad a las personas prostituidas, si no para certificar al cliente la calidad del producto que está consumiendo y garantizar la oferta. Y ante al argumento regulacionista que habla de la libertad de elección de la mujer, frente a la prostitución, me surge otra interrogante: ¿Es realmente libre la mujer que «elige» ejercer prostitución? Teniendo en consideración que la mujer está porcentualmente en desventaja en relación al hombre en el acceso a los diferentes campos laborales, que generalmente recibe por los mismos servicios una paga inferior, y que su capacidad reproductiva es el principal motivo que le impide conseguir trabajos estables y contratos indefinidos.
No. Tomando en cuenta la histórica desigualdad de género que ha establecido el sistema económico patriarcal para oprimir a las mujeres por su sexo, es necesario reconocer que quienes ejercen prostitución no eligieron libremente estar ahí, no fue su primera opción, no lo hacen por vocación, o porque sea fácil; lo hacemos (y lo digo en primera persona, porque creo que es la única forma de verlo para involucrarnos con empatía) porque somos víctimas de la coacción sistemática que ejerce sobre las mujeres el sistema socioeconómico patriarcal, que implementa políticas públicas que han sido históricamente diseñadas con la ausencia de mujeres como ser social igual.
Siendo el sexo un producto, el cuerpo de la mujer es un mero envase de este. ¿Cómo se logra educar a las futuras generaciones en el respeto al otro, en la equidad, en la igualdad de derechos? ¿Qué sentido tienen las leyes contra el acoso sexual laboral y callejero? ¿ Alguien que me aborda en la calle y me ofrece dinero por sexo, califica como «acoso sexual» o «oferta laboral»?
Siento que esta perspectiva progresista neoliberal que pretende redefinir a la mujer y sus reivindicaciones, en nombre del feminismo, aún yendo totalmente en contra de las necesidades y reivindicaciones de origen. Volvamos a la raíz, las mujeres se organizaron en el feminismo para exigir ser tratadas como igual en la sociedad. Regular la prostitución es legitimar que las mujeres somos «ciudadanas de segunda de segunda clase, sin privilegios y sin honor».