Las rondas campesinas son una organización rural del Perú, encargada de mantener el orden e impartir justicia en sus comunidades. Mantienen una fuerte presencia en varias provincias, en particular en Chota, de donde es oriundo el nuevo presidente Pedro Castillo, que se formó desde joven como rondero.
La ciudad de Chota se encuentra entre las montañas andinas, a 2.388 metros, en el norte del Perú. Tiene una plaza de armas, epicentro social sobre el que da la municipalidad, donde el lunes (19 de julio) a la noche tuvo lugar el festejo por la proclamación de la presidencia de Pedro Castillo. Las calles son tranquilas, con mercados de productos campesinos, mototaxis techados, hombres y mujeres con sombreros blancos.
En una de sus calles se encuentra una plaza con el monumento a los ronderos chotanos. «Rondero ronda, rondero, con los ojos bien despiertos, que la libertad se pierde, cuando el rondero se duerme», dice uno de los versos de un poema al pie de una de las esculturas.
Los ronderos son los integrantes de las rondas campesinas, una de las organizaciones más numerosas y extendidas por el país. «Somos una organización grande que vela por la seguridad de la población, grande como decir en Ecuador los indígenas, en Bolivia los cocaleros, en Brasil los sin tierra», dice Norvil Rafael Heredia, dirigente rondero en la provincia de Chota, quien conoció a Pedro Castillo cuando éste estaba por dar sus primeros pasos en las rondas.
Los ronderos suelen ser fácilmente identificables: visten chalecos que indican su pertenencia a una ronda, suelen usar sombrero y un chicote en la mano, un objeto parecido a un látigo corto, uno de los instrumentos utilizados para el ejercicio de lo que Heredia denomina la «justicia rondera».
Detrás de esos símbolos reconocibles a primera vista, existe un entramado organizativo que se remonta a 1976, cuando nacieron las rondas en esta región del país, particularmente en el caserío de Cuyumalca. Desde entonces las rondas se han mantenido, desarrollado a nivel nacional y alcanzado varios logros.
Del Estado ausente a las leyes
«Las rondas surgen por necesidad, por iniciativa propia», explica el rondero de Chota. «El Estado no se había hecho presente, existían bastantes robos, había delincuencia, asaltos, ingresaban a las casas para sustraer los bienes, abusaban de las mujeres, maltrataban a los integrantes de las familias, y no eran más que personas del mismo lugar que hacían uso de su prepotencia, de armas de fuego, para intimidar y vivían a lo fácil».
Entonces decidieron organizarse en las comunidades. Al inicio, «solo se vigilaba para que se ubicara al ladrón, se le sancionaba, en primera instancia se lo ponía en disposición de la policía, recibían un soborno y le daban libertad, y el ladrón llegaba a su casa y burlaba de los ronderos». Surgió la segunda decisión: aplicar «una sanción» directamente por parte de la ronda campesina.
La relación con el Estado pasó por varias instancias. En primer lugar, «había persecución, trataron de satanizar a las rondas». Luego, lograron «gestionar normas para que al menos nos tengan que reconocer», explica Heredia, lo que se tradujo en la ley 24571, promovida en 1986 bajo el gobierno de Alan García. Allí «se establecía algunas funciones de las rondas, pero nos subordinaban al Estado, y las rondas es una organización autónoma, independiente».
En tercer lugar, vino la relación de conflicto con el gobierno de Alberto Fujimori, que asumió en 1990 y en 1993 cerró el Congreso y el poder Judicial. «Fujimori quiso desaparecer a las rondas, organizando grupos paramilitares con el decreto 012 que constituyó los comités de autodefensa, pero estos comités les daba escopetas, les hacía enfrentarse con grupos subversivos, solamente los utilizaba como carne de cañón».
El intento de Fujimori de realizar «un paralelismo con las rondas» no dio resultado. «Nosotros hemos persistido como rondas campesinas, aquí no ha ingresado ningún grupo terrorista», explica, en relación a las organizaciones armadas que existieron en los años 80 y 90, principalmente Sendero Luminoso.
En el año 2000 fue proclamada la nueva ley de las rondas campesinas, la 27908, que reconoce «personalidad jurídica a las rondas campesinas, como forma autónoma y democrática de organización comunal, pueden establecer interlocución con el Estado, apoyan en el ejercicio de funciones jurisdiccionales de las comunidades campesinas y nativas, colaboran en la solución de conflictos y realizan funciones de conciliación extrajudicial (…) así como funciones relativas a la seguridad y a la paz comunal dentro de su ámbito territorial».
La organización y la justicia comunal
«En cada caserío hay un comité de ronda, dirigido por los que tienen más experiencia, más capacidad, elegidos democráticamente», explica Heredia. El comité tiene asambleas mensuales o bimensuales, está conformado por un presidente, vicepresidente, secretario de organización, de actas, de economía y logística, de gestión y desarrollo, de justicia y derechos humanos, de seguridad control y disciplina, y los comités femeninos.
Esa estructura por caserío se repite en cada instancia superior de agregación geográfica, en los centros poblados, distritos, provincias, en las provincias «con una federación o central provincial», hasta la instancia nacional.
Dentro del caserío «se organizan las rondas, en grupos, para vigilar, y es así como nos consideramos un territorio rondero, donde todos somos ronderos, todos, los activos de acuerdo a la ley entre los 18 años hasta los 60 años, y los pasivos, que son los niños, las madres de familia, los ancianos, quienes están vigilando cualquier situación que suceda», explica Heredia.
Así, salen por grupos, «de ocho o diez personas, resguardamos, esta noche te cuidamos, tu duermes tranquilo, sin estar pensando en que te llevaron tus cosas o que algo te va a suceder, y mañana tú me cuidas y yo duermo tranquilo».
Una de las tareas principales, además del cuidado, prevención en los caseríos o atención ante los problemas de las familias, es «la administración de justicia en base al derecho consuetudinario, es decir basado en nuestras costumbres, resolviendo conflictos y diferentes problemas que podrían surgir al interior de la comunidad», explica Heredia.
Se trata de uno de los objetivos centrales de las rondas. En un caso de un robo en la comunidad «la persona afectada pone su denuncia, da parte al presidente del comité, inmediatamente convoca con altoparlantes a la comunidad, se reúnen, y hacen el seguimiento».
Existen varios tipos de sanciones: el chicote, cuya cantidad de golpe duplica en caso de repetición de delito, trabajos comunitarios, o realización de ronda al interior de la comunidad, en caso de ser parte de ese caserío. La complejidad puede ser mayor, al tratarse de personas externas a la comunidad, en cuyo caso debe darse la articulación con otras rondas campesinas.
La justicia rondera no abarca determinados delitos, como el homicidio, la violación o el tráfico de drogas. Allí «se deriva al poder judicial, porque el sistema de justicia actual así lo establece, la ronda ayuda, si alguien quitó la vida a una persona entonces la ronda hace el seguimiento hasta ubicar a la persona asesina, se hace actas, se hace legalizar las declaraciones por el juez de paz, para que también la fiscalía lo tenga en cuenta».
Un presidente rondero
Las rondas campesinas «promovemos el desarrollo, tenemos como base lo que nos legaron nuestros antepasados los incas, el trabajo, la laboriosidad, a través del trabajo comunal», afirma Heredia en la tarde de la ciudad de Chota. Muchas de las carreteras o puentes de la región, explica, han sido construidas por el trabajo voluntario de las comunidades organizadas en rondas.
El ahora electo presidente se formó dentro de esa organización. «Castillo es natural de San Luis de Puña, un caserío pequeño en la provincia de Chota. Él es menor que mi persona, sus hermanos Mercedes y Fabián Castillo me invitaron para dar una charla de cómo organizar las rondas en su lugar y ahí encontré a Pedro Castillo que era un joven bastante entusiasta, y estudiaba en el pedagógico para ser docente».
Castillo, al contraer matrimonio con su actual esposa, Lilia Paredes, se mudó al caserío de Chubur, «dejó de ser rondero en San Juan de Puña y paso a serlo en Chubur», explica Heredia. «Con él hemos organizado las rondas en ese distrito, hemos gestado la ley actual de las rondas campesinas».
Ahora, el antiguo rondero y dirigente gremial del magisterio, se encuentra a pocos días de asumir la presidencia del país. «El gobierno de Pedro debe ser tan igual que el gobierno de las rondas en un caserío, pero a nivel más amplio que es el nacional, donde hay participación de la organización de las rondas, no con protestas, sino con propuestas», afirma Heredia al ser preguntado sobre sus expectativas sobre el próximo gobierno.
«Ahora si es que no cumple con lo que ha prometido, en la medida de las posibilidades o condiciones que existen en el país, o se involucra en actos ilícitos, él mismo ha dicho me tienen que corregir» Heredia.
Por ahora el gobierno que comenzará el 28 de julio se encuentra en proceso de definición de sus integrantes, y asumirá en tiempo de pandemia y ante una parte de la oposición que mantiene que su victoria no fue legítima. Las rondas, por su parte, se encuentran en un proceso de reorganización: «tenemos inconvenientes porque han surgido cinco dirigencias nacionales, y es por eso que este 26 y 27 de julio vamos a asistir a un encuentro nacional de las rondas para ver si optamos por una sola dirigencia nacional».
Las rondas campesinas, que estuvieron en las vigilias en defensa de Castillo antes de que fuera proclamado, serán seguramente una de las organizaciones con las que contará el nuevo presidente de cara a llevar adelante la principal tarea que propuso: la Asamblea Constituyente.
Cortesía de Marco Teruggi Sputnik