La prosperidad económica en China entró en situación de riesgo durante la última década, porque el número de personas en edad laboral ha disminuido drásticamente.
De allí que el país asiático se ha visto obligado a permitir que las parejas de su territorio tengan un tercer hijo, como medida de contención de la crisis demográfica que amenaza su sostenida prosperidad económica e influencia global.
El Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional enmendó el pasado viernes la Ley de Población y Planificación Familiar, como parte de un esfuerzo de largas décadas para dictar el tamaño de las familias de acuerdo a las directivas políticas.
El mayor temor del Gobierno comunista chino es que el país envejezca antes de alcanzar una situación de prosperidad.
Cabe recordar que, en 2015, China anuló la estricta ley del hijo único después de 36 años y permitió a las familias tener un segundo heredero. Desde 1979, la ley del hijo único se hizo cumplir a través de amenazas de multa, pérdidas de empleos e incluso abortos forzados.
Si bien el cambio a la regla de los dos hijos provocó un aumento temporal en el número de nacimientos, sus efectos desaparecieron pronto, ya que muchas mujeres aún continuaron con la decisión de no formar una familia.
Durante mucho tiempo, la República Popular China promovía su política de un solo hijo por familia, argumentando que de esa manera se logró evitar 400 millones de nacimientos en el país de mayor sobrepoblación y así ahorrar recursos y acelerar el crecimiento económico. Sin embargo, al igual que otros países ricos como Japón y Alemania, ahora deben enfrentar el desafío de tener menos trabajadores en edad laboral, restándole a aquellas que brindan apoyo a las poblaciones que envejecen.
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