Por Enrique Condés Lara
Hace algunos días se cumplieron 81 años del asesinato de León Trotsky por Ramón Mercader, en el barrio de Coyoacán de la Ciudad de México. El hecho, sobre el cual se han publicado muchos libros, no deja sin embargo, de ser motivo desde entonces de estudios y reflexiones, muchos ellos tendenciosos y empapados de prejuicios ideológicos y políticos; también de conveniencias del momento.
La tergiversación deliberada de los hechos del pasado se hace con frecuencia en atención a las necesidades del presente. Tal y como lo presenta George Orwell en su conocida obra 1984. Es el caso de la ficción que montaron Valentín Campa Salazar y sus compañeros de la dirección del desaparecido Partido Comunista Mexicano sobre su supuesta oposición al asesinato de León Trotsky ocurrido el 20 de agosto de 1940. En sus Memorias, publicadas por primera vez en 1978, el viejo dirigente ferrocarrilero asegura que Hernán Laborde, secretario general del PCM, y él fueron expulsados del Partido Comunista en marzo de 1940 por su oposición al asesinato de Trotsky. “Su eliminación –escribió— traería como consecuencia un gran daño para el Partido Comunista Mexicano y para el movimiento revolucionario en México, así como para el Partido Comunista Soviético, la Unión Soviética y el movimiento comunista internacional en su conjunto… Expuesto este punto de vista, Laborde le expresó al delegado de la III Internacional nuestra decisión. Dicho representante lo amenazó; le dijo que se atuviera a las consecuencias derivadas de su actitud puesto que la indisciplina a la III Internacional se pagaba muy caro.” (Mi Testimonio. p. 161) Poco después, relata Campa también, a instancias de algunos enviados de la III Internacional arrancó “toda una actividad muy deshonesta, basada en intrigas, particularmente contra Laborde y contra mí”; se formó una comisión depuradora, Laborde y Campa fueron excluidos del Buró Político y, finalmente, expulsados. “Stalin estaba participando en todo el problema de la liquidación de Trotsky y en la utilización de la Internacional Comunista en contra nuestra por la actitud que asumíamos.”(p. 164).
Cuando aparecieron las Memorias de Campa, los comunistas e intelectuales mexicanos que giraban a su alrededor de inmediato retomaron y propalaron tales afirmaciones porque mostraban independencia de criterios, convicciones, rechazo a las imposiciones externas, antipatía hacia el estalinismo, etc. que ajustaban con el momento que vivía el Partido Comunista Mexicano que era el de su conversión en una fuerza legal, sin sujeción a ninguna potencia extranjera, apegada a la Constitución y partidaria del sistema democrático. A diferencia de aquélla época en que para los comunistas de México y de todo el mundo, liquidar al “bandido Trotsky” era más que una necesidad, una obligación revolucionaria, casi cuatro décadas después en que reivindicaban una inexistente vocación democrática, avalar o no deslindarse de tal suceso sería muy inconveniente.
De cualquier forma, no hay nada que respalde la versión de Campa y, por el contrario, hay evidencias que aumentan conforme pasa el tiempo y se conocen nuevos datos de que no hubo tal oposición al asesinato de Trotsky, es más, de que ni siquiera consultaron o informaron a Laborde y a Campa. En abril de 1994, vio la luz Operaciones Especiales (Plaza & Janes, Barcelona) que es la autobiografía del general NKVD-KGB Pavel Sudoplatov. Obra carente de cualquier contrición, arrepentimiento o rectificación, en la que el entonces subdirector del Departamento del NKVD encargado de la eliminación de Trotsky relata pormenorizadamente el operativo que montaron a partir del momento en que personalmente Stalin dio la orden, en marzo de 1939. Organizaron para tal efecto, tres equipos especiales independientes entre sí, y tomaron medidas de precaución tales que operaron incluso “con absoluta autonomía respecto de las rezidenturas locales del NKVD en Estados Unidos y México.”(p.108) Y, por supuesto, de la Internacional Comunista y del Partido Comunista de México no hace ninguna referencia, ni siquiera indirecta, aunque de Siqueiros, sí.
Recientemente, los historiadores rusos Víctor y Lázar Jéifets publicaron Los Archivos Rusos Revelan Secretos: El movimiento de la izquierda latinoamericana a la luz de los documentos de la Internacional Comunista, que es una exhaustiva reseña de los archivos y documentos de la Internacional Comunista relacionados con América Latina, y que actualmente están depositados en el Archivo Estatal Ruso de Historia Político-Social. Ahí señalan: “En el archivo de la III Internacional no hay ningún documento que guarde relación con un acontecimiento tan importante en la historia del movimiento de izquierda mexicano como fue el asesinato de Trotsky y la preparación del atentado… es de suponer –observan— que no se encontraran allí materiales sobre ese tema, ya que el Partido Comunista Mundial no tuvo participación directa en los hechos y la dirección del PCM ni siquiera estaba al tanto de los preparativos del primer atentado.”(p. 53)
A Valentín Campa y a Hernán Laborde los expulsaron del Partido Comunista de México porque el Comité Ejecutivo de la IC desconfiaba de ellos y consideró, en cambio, a Vicente Lombardo Toledano como la personalidad apropiada para llevar adelante la política de unidad nacional pregonada por el VII Congreso de la Internacional. Y ello, consideraron Arnoldo Martínez Verdugo y Valentín Campa, ya pasados muchos años, no lucía tanto en su currículum como aparecer como “opositores” al asesinato de León Trotsky.