Por Flor Coca Santillana
Cuando se juntan mentes brillantes, los resultados pueden ser extraordinarios. En este caso, lo fueron, pero también perturbadores a la hora de leerlos. Ellos eran: Lord Byron, Percy Shelley, Claire Clairmont y John Polidori, además de Mary Wollstonecraft Godwin, quien al casarse con el poeta Shelley adoptó su apellido y se convirtió en la escritora Mary Shelley.
Ella nació en Londres, Inglaterra, el 30 de agosto de 1797 y fue criada por su padre, ya que su madre murió al nacer Mary. Fue él quien alentó sus sueños de ser escritora.
La casa en la que se desarrolló la reunión estaba cerca del lago Leman en Suiza e hicieron un pacto literario. Este consistía, en una noche lluviosa y al calor de la chimenea; en escribir una historia de fantasmas. Mary, lo cuenta: «En el verano de 1816 visitamos Suiza y nos convertimos en vecinos de Lord Byron. Al principio pasamos horas agradables en el lago o merodeando por sus orillas, y Lord Byron, que estaba escribiendo el tercer canto Childe Harold, era el único de nosotros que ponía sus ideas por escrito…
Con ese paisaje, todo era posible para la creación de quienes llegaron a ser grandes escritores, como ella.
La idea era encerrarse tres días, seguramente con sus noches y escribir frenéticamente.
No sabemos qué pensaron los autores, lo que sí sabemos es que, de esa experiencia, nació una novela que dejaría una huella que hasta ahora no se ha borrado. La obra de Mary Shelley y por la que ha sido reconocida en todo en mundo, aunque han pasado casi doscientos años de su creación, contó: “Imaginé este libro allí. Fue bajo los árboles que rodean la casa, o en las desiertas laderas de las montañas cercanas, en donde tuvieron lugar mis primeras ideas genuinas y los primeros vuelos de mi imaginación”.
Y es que esa casa, aunque de una magnífica construcción, al ver las fotos, parece una casa habitada por seres de otra dimensión.
Mary sabía que debía escribir una historia impactante, de terror y que dejara huella. Y antes de comenzar a escribirla, pensó: «Me dediqué a pensar una historia, una historia que pudiese rivalizar con aquellas que nos habían incitado a esta tarea. Una historia que hablase de los misteriosos temores de nuestra naturaleza y despertase un horror excitante, que hiciese que los lectores temieran mirar a su alrededor, les helase la sangre, les acelerase los latidos del corazón. Si no conseguía todas estas cosas, mi historia de fantasmas no sería digna de su nombre». Y lo logró, la historia de Frankestein, o el moderno Prometeo, logra impactar al lector, porque en esa novela se mezclan sentimientos, errores y horrores, y de lo que puede ser capaz un ser humano. Y que un joven estudiante de medicina, Victor Frankestein lograra, a través de la ciencia unir partes de diferentes personas que habían muerto, y darle vida a un hombre. Para ello usa la electricidad que logra que un cuerpo sin vida comience a respirar. El Dr. Frankestein, había puesto especial cuidado a la hora de seleccionar las partes de los diferentes cadáveres, con la idea de darle vida a un ser perfecto, hermoso. Sin embargo, el resultado fue todo lo contrario. Un ser descomunal, de más de dos metros de estatura, con la piel rugosa, los labios de un color negruzco y con unas facciones que horrorizaban a quienes lo vieran o imaginaran.
Al ver el aspecto del hombre al que dio vida, huye dándose cuenta del fracaso de su experimento. Al ser abandonado, el monstruo, huye y comienza a pensar en la venganza, que lleva a cabo matando a algunos miembros de la familia del Dr. que le dio vida, entre ellos a su hermano más joven.
La novela de Shelley fue publicada 2 años después, en 1818. El éxito fue inmediato. Y es así, que la primera vez que se hizo una adaptación y se presentó en teatro, fue en 1823.
Aunque esta fue la novela que la inmortalizó y de la que se hicieron muchas adaptaciones para teatro y cine, la más conocida estelarizada por el actor Boris Karloff. Marie Shelley nunca volvió a tener el mismo reconocimiento. Escribió otras 4 novelas, y poemas. “El último hombre” fue una novela que se publica en 1826 y fue muy duramente criticada por la crueldad del tema. Es la historia de Lionel Verney, quien después de una pandemia, es el único hombre que queda vivo sobre la tierra y que, en el año 2100, emprenderá una búsqueda para encontrar algún otro sobreviviente, después de haber escrito sus memorias y sobre la plaga que acabó con la humanidad.
Aunque el público no se mostró entusiasmado con esta novela, aunque el tema sea terrible, Mary, que había quedado viuda cuando solo tenía 25 años y su esposo 29. A pesar de su tristeza, sigue escribiendo y al terminar el último hombre, expresó: “Siento que vuelve la fuerza, y eso ya es una alegría. Al fin se disipa el invierno que había tomado mi alma. Vuelvo a sentir el entusiasmo luminoso de la escritura a medida que puedo volcar lo que siento en el papel. Las ideas se elevan y me complace expresarlas”. En 1965, la novela fue reeditada.
Viendo un retrato de la escritora realizado por Richard Rothwell, en que se aprecia una mirada serena, rasgos finos y una hermosa sonrisa, uno podría pensar en que escribiría novelas románticas tal vez, pero la naturaleza humana es inexplicable. Dos obras maestras de la ciencia ficción, fueron pensadas por la mente brillante de Mary Shelley, que sigue ocupando un lugar en las letras del mundo e imaginando qué haremos los seres humanos con la pandemia del siglo XXI.
Verano de 2021
Ilustración: Alexia Stuebing