Así llegó este día de nuevo. Ese día en que despierto con odio y me duermo con dolor. Se hace difícil ser positiva. Ha pasado tanto tiempo y no se ha hecho justicia, porque el Poder hace lo que el Poder quiere. Esto no es ningún antiguo rencor que se lee en un viejo libro de historia. Esto es aquí y ahora. Estamos aquí y vivimos las consecuencias una y otra vez, todo los días. Crecimos lejos de nuestra sangre, con estrés post traumático, preocupaciones, ansiedad. Nuestras vidas impregnadas del sentimiento de que aunque buscas, no encajas en ningún lugar. ”Ni perdón ni olvido” era una barra muy alta de saltar. Pero hay algo que es diferente ahora. Ahora eso de perdonar y olvidar ya no necesitan ser, solamente, un corazón hinchado de dolor, quemante de odio y desesperación ante la visión de esas ” fotos en blanco y negro” o que el sólo hecho de ver un uniforme policial te violentara hasta darte náuseas. Al otro lado del planeta comienzan a prenderse pequeñas luces, pequeñas lamparitas de esperanza. He sabido de masas que se están organizando, estudiantes que exigen por sus valores, mujeres que están firmes y frente en alto ante una sociedad extremamente sexualizada; trabajadores que no se dejan intimidar. Personas demostrando que no olvidan, buscando algo más, algo fuera de La Máquina que nunca fue nada más que una gran mentira. Personas que no perdonan, mostrando cómo ellos ya perdieron el miedo de romper el círculo. No importando la potencia de las bombas y tanques o los perros que echen sobre ellos.
Aunque nosotros nos perdimos ese proceso, nos alegramos a la distancia, porque de algún modo hemos estado allí todo el tiempo. Ahora está bien comenzar a soltar un poco de odio. Inevitablemente siempre estará ahí porque ya lo tenemos en la sangre, pero, ahora es nuestro odio y podemos hacer lo que queramos con él. Yo elijo tener la esperanza de que más gente se atreva tomar el primer paso y soñar con algo nuevo y algo mejor; yo elijo soñar con algo nuevo y algo mejor y atreverme a tomar el primer paso para abrir un nuevo camino, convertir mi odio en fuerza y seguir tirando para ese lado. Quiero que este sea el «ni perdón, ni olvido» que le enseñaré a mis futuros hijos y, ahí, posiblemente, en 40 años más el mundo no será tan maldito y tan injusto.
«Adelante, con todas las fuerzas de la historia!» – Miguel Enríquez
Malmö, septiembre 11 del 2013
Amanda Casanellas llegó al exilio a Suecia con sus padres, a la edad de dos años.
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