El volcán Cumbre Vieja que mantiene en emergencia desde hace una semana a la población de La Palma, España, entró en una fase explosiva, más espectacular y mucho más angustiosa para la población, informó el portal Euronews.
El cono del volcán se partió este sábado en una de las explosiones liberando un torrente de magna incandescente que se deslizó rápidamente ladera abajo.
Los expertos consideran lo ocurrido como algo normal, típico de los volcanes de las islas Canarias, pero lo cierto es que el miedo comienza a hacer mella entre la población.
El sábado el espacio aéreo estuvo cerrado por falta de visibilidad y miles de personas huyeron de la isla en ferris, cuyo número y frecuencia tuvo que incrementarse para atender a la demanda.
Desde que se despertó el volcán Cumbre Vieja, hace una semana, un espeso manto de lava volcánica ha cubierto más de 200 hectáreas en el oeste y suroeste de la isla, arrasando más de 450 edificaciones y numerosas infraestructuras. Más de 6 000 personas han sido evacuadas.
Las cenizas se extienden por 1.314 hectáreas, según las últimas mediciones del sistema de satélites de observación terrestre europeo, Copernicus. Por primera vez desde que comenzó la monitorización de la actividad volcánica, Copernicus ha podido obtener una imagen óptica sin nubes en la zona, lo que ha permitido como novedad facilitar un cálculo de la extensión del depósito de cenizas.
Una semana de desolación
La comarca este de La Palma amaneció este domingo cubierta de la ceniza del volcán en Cumbre Vieja, nacido hace una semana en la vertiente oeste de la isla, expone la agencia EFE.
Las principales vías se han cubierto del fino polvo volcánico que viaja llevado por el viento a kilómetros de distancia. Y aun así es la forma más amable que muchos palmeros que no están directamente en la zona afectada tienen de enfrentarse al volcán; eso y los estruendos que se perciben desde las entrañas en cada erupción.
Una semana después, vivir con el volcán comienza a adquirir cierto sabor de normalidad resignada. «Por mucho que haya vivido el otro volcán, el Teneguía, no me acostumbro al rugir de este», relata Jorge González, vecino de El Paso, que confiesa que no puede dormir por el miedo que le provoca el incesante ruido volcánico.
Caminar una mañana cualquiera por las calles de El Paso antes del volcán era descubrir una pequeña población de gente amable, viva, con sus charlas cotidianas. Era ver al animado grupo de mayores sentados en el banco próximo al hipermercado echando bromas y recordando felices épocas pasadas.
Pero este fin de semana, la experiencia se envuelve de tristeza. El banco está vació. Se percibe la desolación de unas calles desiertas cubiertas de cenizas; se siente un sordo silencio, solo roto por los bramidos del volcán.
Pocos establecimientos están abiertos y en los que lo están el silencio es aún mayor. En los bares y cafeterías, los de aquí, los de La Palma, apenas hablan. Se percibe cierto duelo por aquellos que lo han perdido todo bajo la lava del volcán.
«Son vecinos, amigos, desconocidos, en definitiva, palmeros, de los nuestros», comenta la camarera de una de las pocas cafeterías que están abiertas y en la que los trabajadores de los medios de comunicación desplazados se apresuran a comer algo para continuar sus labores.
Papa muestra su solidaridad
El papa Francisco mostró su «cercanía y solidaridad» a los afectados por el volcán de Cumbre Vieja, en la isla española de La Palma.
«Expreso cercanía y solidaridad a quienes se han visto golpeados por el volcán en la isla de La Palma, en Canarias», dijo el pontífice al término del rezo dominical del Angelus en la plaza de San Pedro del Vaticano, ante varios cientos de personas.
Francisco aseguró que pensaba «especialmente en quienes se han visto obligados a dejar sus casas». «Para estas personas y los miembros de los servicios de socorro que les han ayudado recemos a la virgen que es allí venerada, Nuestra señora de las Nieves», concluyó.
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