Por Malucha Pinto, Constituyente
Nos cuesta construir en diversidad. La diversidad ha hecho posible el Universo, permite la vida, es lo que nutre el lenguaje artístico.
No sabemos habitarla. Largos años de exclusión, de autoritarismo, colonización y jerarquías que nos duelen, nos han desenseñado el territorio de la diversidad.
Nadie nos mostró este tesoro, no lo hemos practicado y es hora de hacerlo.
Los pueblos indígenas no han sido considerados históricamente a pesar de pertenecer a las primeras naciones. Aquí estaban desde siempre, añosos, con sus caminos y bagajes. No solo no han sido considerados como sujetos válidos sino que tampoco han sido consideradas sus formas de hacer política y de tomar acuerdos, de ejercer justicia. No han sido considerados en su modo bello de entender la tierra. Tanta sabiduría excluida, incluso perseguida. Eso ha sido malo para todos y todas.
Estamos en un espacio nuevo. Como todo espacio nuevo se debe ir transformando a medida que surgen desafíos que tienen que ver con su propia naturaleza. Probablemente nos enfrentaremos a muchos otros. Como dice Drexler, “si quieres que algo se muera, déjalo quieto”. Las normas, como las articulaciones del cuerpo, crujen cuando se abren y deben abrirse.
Llegamos acá, y a este tiempo de Chile, con nuestra historia y nuestras identidades y eso es bueno, es importante. Venimos aquí a incluir todo lo que somos, nuestras memorias, nuestras emociones, nuestros cuerpos territorios, nuestros saberes y conocimientos. Eso hay que honrarlo.
Esta propuesta de Reglamento para la Participación Indígena, fue elaborada en comunidad. No solo fue elaborada por las naciones originarias que se articularon y se pusieron de acuerdo, sino que, también, por otras colectividades en el deseo de cooperar con el proceso y colaborar a mejorar la propuesta original. Todos y todas la conocíamos o pudimos conocerla, la recibimos en nuestros correos y eso hay que tenerlo en cuenta.
Apoyo plenamente este nuevo reglamento. ¿Quién más que ellos y ellas para elaborarlo? Es mejor, nace del primero y lo incluye.
Estamos demandados y demandadas a descubrir una manera creativa, flexible y amorosa de llegar a puerto más allá de los epítetos y juicios. Las faltas de respeto ensombrecen el paisaje. Las faltas de respeto tienen que ver con la deslegitimación del otro, la otra.
Que crujan las articulaciones en pos de la flexibilidad que construye y embellece de aquí para adelante. La vida no es una foto estática a la que hay que someterse. La disposición a modificarse debe ser siempre nuestra intención aunque necesitemos más tiempo. El tiempo no puede ser nuestro enemigo sino hay que convertirlo en nuestro aliado. Este viaje necesita tiempo, su tiempo particular y eso debe comprenderlo la convención, los poderes constituidos y el pueblo de Chile. Abracemos este inmenso desafío que se nos pone por delante usando al dios Cronos a nuestro favor y abriéndonos a la exigente e indispensable diversidad.