Nueva rectora y retos para solucionar

La Universidad Autónoma de Puebla sufrió desde su incepción los embates de los sucesivos poderes estatales y hasta de Maximino Ávila Camacho

Nueva rectora y retos para solucionar

Autor: Alfonso Yáñez Delgado

La principal institución educativa y de investigación en el Estado, la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), ya tiene rectora; será la trigésima sexta persona que asuma la dirección de esa noble institución que desde su fundación ha servido para la formación de miles de  profesionales que han servido al país y prestigiado al organismo universitario; sorteando los malos propósitos de algunos gobernantes, partidos políticos de la derecha intolerante como el yunque, creador del Frente Universitario Anticomunista, hasta los grupos de ultraizquierda como los mamecas, pedayines, galácticos y del Partido Comunista que dio albergue a toda clase de arribistas.

La institución educativa fundada en 1578 por los jesuitas, hasta lo que conocemos como BUAP, ha padecido los caprichos que se acunaban en el reino de España, en especial con Carlos III que expulsó de todo su reino a los seguidores de San Ignacio de Loyola, fundadores del Colegio del Espíritu Santo, hoy Benemérita institución, hasta las intemperancias de algunos gobernantes que ha tenido la entidad poblana.

En los 443 años de existencia, la máxima institución educativa del Estado y la región ha tenido varios nombres. Hace 84 años cambió: de Colegio del Estado a Universidad; fue un cambio cosmético, es decir de nombre por designios del general Máximo Ávila Camacho, matón, ladrón, intolerante contra cualquier disidencia; había tomado posesión, el primero de febrero de 1937 como gobernador del Estado, con la protección del general Lázaro Cárdenas, presidente de México.

Maximino, cruel, despótico y excéntrico, horas antes de tomar posesión nombró director del Colegio del Estado a quien había sido su jefe y cómplice en los abusos del poder, al roto Márquez, Manuel L. Márquez, para que preparara  el tinglado para la transformación del Colegio en Universidad de la cual sería el primer rector, otorgando el 12 de julio del  mismo año, el doctorado honoris causa en Jurisprudencia a quien lo había nombrado último director del Colegio y primer rector de la Universidad de Puebla, que todavía no era autónoma y lejos estaba la institución de ser reconocida como benemérita.

Eran años muy duros, de la posrevolución y, mientras la mayoría de los profesores y estudiantes se dedicaban al estudio, a la transferencia y aplicación del conocimiento, algunos grupos encabezados por caciques como Gonzalo N. Santos, Adalberto Tejeda, Maximino y otros cobraban sus participaciones en el proceso revolucionario, mediante los robos al erario público y abuso de las propiedades estatales y posesiones de particulares. Por ejemplo:

A 40 días de vida de la Universidad, Maximino, el 12 de marzo de 1937, ordenó trasladar 120 pinturas que se encontraban en las llamadas catacumbas a la Academia de Bellas Artes. Algunos cuadros de célebres pintores fueron a dar a galerías privadas, otros más a las bodegas de la Academia de Bellas Artes de Puebla. Dos rectores, Horacio Labastida Muñoz y Manuel Lara y Parra, en sus respectivas gestiones universitarias solicitaron en varias ocasiones a las autoridades gubernamentales la devolución de las 120 pinturas.

Mención aparte merecen el regateo y reducción de fondos pecuniarios a la Universidad argumentando las crecientes demandas sociales.  Así sucedió con los rectores, Manuel L. Márquez (1937-1938), Dr. Alfonso G. Alarcón (1938-1941), Dr. Raimundo Ruiz Rosete (1941-1943), Dr. Roberto Larragoiti Howard (1943-1946) todos impuestos por Maximino, que murió en febrero de 1945.

Los gobernadores que suplieron a Maximino: doctor Gonzalo Bautista Castillo; licenciado Gustavo Díaz Ordaz (interino); e ingeniero Carlos I. Betancourt, mostraron igual conducta mezquina y ladrona para con la Universidad. Los conflictos estudiantiles de 1937 a 1951 tuvieron sustento en la negativa de recursos económicos para la máxima institución educativa del Estado.

Siendo rector el maestro Horacio Labastida Muñoz (1947-1951), el gobernador Rafael Ávila Camacho, hermano de Maximino, afrontó una huelga de profesores de ciencias químicas que con justa razón reclamaron el pago de sus exiguos sueldos. En una entrevista publicada el 3 de agosto de 1949 en El Sol de Puebla, el rector mencionaba el desequilibrio entre los ingresos y egresos de la Universidad. “Ese equilibrio no se alcanza nunca, cada presupuesto no se alcanza nunca, está gravado por las deudas de los años anteriores”.

Como sabía muy bien con quién trataba, Labastida no mencionó que buena parte de los recursos destinados a la educación, en ese tiempo fueron dedicados a un gran proyecto como fue la creación de los centros escolares que resolvieron la demanda de primaria y secundaria, pero dejaron de lado las demandas universitarias. Un ejemplo: en 1956, cuando se otorga la autonomía, se destina para 1957 la cantidad de 500 mil pesos y al Centro Escolar un millón 200 mil pesos. Cierto es que los universitarios habían mostrado desacuerdo con la pretendida separación del nivel bachillerato de la Universidad para cursar ese nivel en los centros escolares.

Otros desacuerdos entre la Universidad y los gobierno estatal y federal los trataremos en próxima entrega; por lo pronto cabe mencionar otro despojo: durante la gestión del Patronato del Teatro Principal (1969-1971) se obtuvo el apoyo del general y gobernador Rafael Moreno Valle para solicitar prestadas 22 pinturas del patrimonio universitario para exhibirlas en la Pinacoteca Guillermo O. Jenkins, creada en 1972, en el entrepiso del mencionado teatro. La pinacoteca fue desmantelada y ¿las pinturas dónde quedaron? Solo Dios sabe.

Finalmente, los mejores deseos y suerte para la rectora Lilia Cedillo Ramírez.

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