La decisión de la presidenta Dilma Rousseff de aplazar su visita a Estados Unidos por el espionaje que realiza en Brasil la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) es apenas la parte más visible de la disputa geopolítica que sucede en la región sudamericana. Antes de comunicar la suspensión del viaje, recibió presiones diversas y opuestas, entre ellas la del ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva, quien exigió explicaciones al gobierno de Barack Obama.
En realidad Rousseff tenía pocos chances de mantener su viaje a Washington luego de las movilizaciones de junio que diezmaron su popularidad y pusieron a su gobierno bajo escrutinio público. Estrechar la mano del presidente responsable del espionaje a sus comunicaciones personales y a la cuarta petrolera del mundo, Petrobras, hubiera puesto en riesgo el incipiente repunte de sus niveles de aprobación a un año de las elecciones presidenciales.
El distanciamiento tiene un elevado costo político para la Casa Blanca luego de la compleja situación que atraviesa a raíz del fracasado intento de atacar Siria. Estados Unidos necesita mantener una relación cordial con Brasil, de quien dice en público que es un aliado estratégico, pero en realidad lo considera el único país capaz de liderar la región y evitar desbordes contra sus intereses.
Desde que el domingo 1º de septiembre la Red Globo aseguró que Edward Snowden, ex agente de la CIA, tenía datos que apuntaban a que la estatal Petrobras había sido objeto de espionaje por la NSA, Rousseff no ocultó la indignación de su gobierno. “Es evidente que el motivo del espionaje no es la seguridad o el combate al terrorismo, sino intereses económicos y estratégicos” (Valor, 10 de septiembre de 2013). De ese modo salía al paso a la ridícula excusa de la agencia estadunidense.
En efecto, todo apunta al interés por Petrobras. Tres especialistas consultados por el diario O Globo coinciden en esa apreciación. Armando Guedes Coelho, presidente de Petrobras entre 1988 y 1989, destacó que la empresa es líder mundial en exploración en aguas ultraprofundas y que realiza más perforaciones que “Shell, Exxon y BP juntas”. El interés para la Casa Blanca sería conocer las reales reservas existentes en las costas de Brasil y de África, porque pueden “alterar la actual geopolítica del petróleo”, ya que los suministros pasarían a ser generados “en áreas sin grandes conflictos políticos” ( O Globo, 9 de septiembre de 2013).
Otros especialistas, como el director del Centro Brasileño de Infraestructura, señalan que el principal interés es “robar secretos tecnológicos” para que “las empresas estadunidenses puedan explorar en cualquier lugar del mundo, como Alaska”. En tanto, fuentes de la Agencia Nacional de Petróleo estiman que un interés adicional del espionaje es tener información privilegiada sobre las subastas de bloques petrolíferos que realiza el Estado brasileño.
En respuesta, el gobierno brasileño decidió estrechar lazos con Argentina para colaborar en ciberdefensa. El ministro de Defensa, Celso Amorim, dijo en Buenos Aires que “Brasil considera fundamental iniciar un proceso de cooperación en el área de la defensa cibernética con su principal aliado estratégico”. Agregó que “es tal vez la más importante área para la defensa en el siglo XXI”, porque cada vez será más difícil usar armas convencionales, mientras que “las cibernéticas pueden ser armas de destrucción masiva” (O Globo, 13 de septiembre de 2013).
El reciente encuentro de los ministros de Defensa de ambos países, Agustín Rossi y Amorim, se saldó con una declaración en la que señalan “la necesidad de impulsar la cooperación en defensa cibernética y la creación de un subgrupo de trabajo bilateral en el tema” (Ministerio da Defensa, 13 de septiembre de 2013). Acordaron además organizar una visita de autoridades argentinas para conocer el Centro de Defensa Cibernética del Ejército Brasileño.
En paralelo, Brasilia decidió la creación de un sistema propio de correos electrónicos que puede entrar en servicio en el segundo semestre de 2014 y será “una alternativa brasileña a los populares Hotmail, de Microsoft, y Gmail, de Google” (Folha de Sao Paulo, 2 de septiembre de 2013). Según el ministro de Comunicaciones, Paulo Bernardo, el e-mail que pondrá en marcha la estatal de Correos “contará con criptografía para proteger la privacidad de los usuarios, y los datos se almacenarán en Brasil, a diferencia de lo que ocurre cuando se usa Gmail”.
Desde tiempo atrás Brasil viene impulsando en la Unasur una red de fibra óptica regional para que el tráfico de Internet entre los países sudamericanos no pase forzosamente por Estados Unidos. Para 2016, la estatal de las comunicaciones Telebras tendrá en órbita el primer satélite nacional para el tráfico de Internet civil y militar, superando así la actual dependencia de las multinacionales del sector.
Para proteger la soberanía del país y de sus empresas más importantes, son necesarias cuantiosas inversiones. La presidenta de Petrobras anunció que en 2013 se invertirán dos mil millones de dólares en la seguridad de sus informaciones y que hasta 2017 la empresa invertirá en ese rubro 10 mil millones de dólares (Valor, 18 de septiembre de 2013). Informó también que la petrolera tiene tres mil funcionarios involucrados en el área de seguridad de la información, lo que equivale a cinco por ciento de sus 80 mil empleados, y que los datos sísmicos de producción y exploración se mueven por medios físicos y no por la Internet.
Es una guerra que involucra estados y empresas, cuyos modos de actuar son cada vez más parecidos. Una guerra silenciosa que se juega con armas sofisticadas, muchas veces invisibles, pero con enorme capacidad de destrucción, como señaló el ministro Amorim. Una guerra que no se gana con discursos y para la que no todos están, física y mentalmente, preparados. Es el modo como funciona el sistema actual, donde el despojo y la rapiña son más importantes que las formas tradicionales de acumulación. Es la guerra total.
Por Raúl Zibechi
Septiembre 20 de 2013
Publicado originalmente en La Jornada de México
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