“Yo fui recogiendo estos libros de la cultura universal, estas caracolas de todos los océanos y esta espuma de los siete mares, se los entrego a la Universidad por deber de conciencia y para pagar, en parte mínima, lo que he recibido de mi pueblo”.
Con estas palabras, en 1954, el poeta Pablo Neruda donaba parte de su importante acervo a la Universidad de Chile, hoy resguardado por el Archivo Central Andrés Bello. Con estas palabras también la directora del núcleo patrimonial Alejandra Araya inició el acto conmemorativo que este lunes 22 de noviembre recordó los 50 años del Premio Nobel de Literatura recibido por el autor del “Canto General” y exestudiante del plantel, y que reunió a figuras de la cultura y la academia en el Salón de Honor de la Casa Central de la U. de Chile.
Sin duda, Neruda fue un hombre de su tiempo, con sus luces y sombras, que hoy, en los convulsos tiempos que corren, merece la pena revisitar con altura de miras. En esa línea se inscribieron las palabras de la vicerrectora de Extensión y Comunicaciones Faride Zerán, quien valoró no sólo la obra del poeta sino su compromiso político en causas universales, como el rol que jugó durante la guerra civil española, en la que gestionó la llegada de más de dos mil españoles a Chile a bordo del Winnipeg. “Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie”, recordó la vicerrectora sobre los dichos del poeta en ese momento crucial.
“El poeta no es un pequeño Dios, como tampoco el hombre perfecto extraído de su tiempo, ni el mero coleccionista de objetos ni el frívolo personaje que asoma en uno que otro film. Neruda es mucho más que todo aquello y los invitamos a redescubrirlo, a revisitarlo, a quererlo, y por qué no, también a criticarlo”, agregó Faride Zerán durante el acto que estuvo enmarcado en la celebración de Noviembre Cultural, por el aniversario N° 179 de la Casa de Bello.
Durante el acto de este lunes se recordaron los innumerables aportes que hizo Neruda a la vida política y cultura del Chile predictatorial. El rector Ennio Vivaldi relevó la figura del poeta, colectivizando su máximo reconocimiento: “Celebramos 50 años de un premio que lo ganó Pablo Neruda, se le otorgó a Neruda, pero lo recibimos todos los chilenos”, dijo.
Pero, en la cita también se reflexionó en torno a una pregunta que hoy resuena con otros intelectuales: ¿Es posible seguir admirando una obra separada de los actos humanos de su autor?
Justamente en los últimos años la valoración de la obra del poeta y su relevancia política se ha visto empañada entre las nuevas generaciones a raíz de la polémica suscitada por el relato de violación a una mujer cingalesa que él mismo hizo en sus memorias “Confieso que he vivido”, publicadas en 1974, y que fueron reflotadas por el actual movimiento feminista.
La académica y teórica feminista Kemy Oyarzún se refirió directamente al tema en su exposición, donde aseguró que “hace 40 años que no releía la obra entera de Neruda y estoy conmovida”. Si bien Oyarzún reconoció que en las luchas de las mujeres impulsadas por figuras como Elena Caffarena o Amanda Labarca “no veo ni a Neruda ni a Huidobro ni a De Rokha ni a ningún poeta hombre de la generación del 27”, la académica detectó y valoró que en “Residencia en la tierra” -una de sus obras cumbre- el autor “se desdice del padre, pero no de la madre universal”.
“Rescato la experiencia del ‘no yo’ de Neruda porque las mujeres venimos por siglos experimentándolas. El ‘no yo’ critica la trascendencia del heroísmo patriarcal y hace una lucha encarnada con el sujeto existencialista. Rescato ese descenso al propio cuerpo, ese Neruda descentrado, sujeto atravesado por la angustia”, ese que dijo “‘sacar provecho de esta lucha utilizando todas nuestras debilidades’ Eso rescatamos las feministas”, aseguró Kemy Oyarzún.
Por su parte, el poeta y Premio Nacional Raúl Zurita leyó un texto titulado “¿Cómo hay que leer a Neruda?” y pasó a recitar un texto poético especialmente creado para la ocasión, donde comparó su obra con la de Borges y planteó que “frente a la obra de Pablo Neruda a menudo se tiene la sensación de que ella no es distinta a la sensación que podemos experimentar mirando la inmensidad del mar o las cumbres de los Andes. Poemas como Galope muerto, Walking Around o Alturas de Macchu Picchu nos hacen pensar en esas dimensiones”.
“¿Por qué entonces hay que leer, y hoy más que nunca, a Pablo Neruda?” -preguntó otra vez Zurita-. “Porque debemos apretar los dientes y persistir, cruzar la nueva noche que se nos cierne, aunque sepamos que no hay nada más aterrador que una noche instalada en el centro del día”, lanzó, aludiendo al actual contexto político en Chile y recordando el efecto que tuvo en su momento el poema “Canto general” en el despertar del pueblo.
“No sabía que ese libro iba a ser la prueba de que los pueblos que a través de él lo escribieron y que allí se mencionan, debían atravesar todavía la noche general para darles a todas esas víctimas, a los oprimidos y marginados de nuestra historia, la sanción póstuma de encontrar en la poesía la vida nueva que debía esperarlos”, expresó Zurita.
Fue el 21 de noviembre de 1971 que la Academia Sueca decidió concederle a Pablo Neruda el Premio Nobel de Literatura “por una poesía que con la acción de una fuerza elemental da vida al destino y los sueños del continente”.
En ese entonces Neruda oficiaba como embajador de Francia, nombrado por el presidente Salvador Allende, luego de que el poeta bajara su propia candidatura presidencial por el Partido Comunista en favor del socialista, para que hubiese un solo candidato de la Unidad Popular.
Este hecho fue recordado por Raúl Bulnes, presidente de la Fundación Neruda, quien valoró el gesto como la prueba del compromiso férreo que mantuvo el poeta por las luchas contra las injusticias y su empeño por defender los “valores humanistas y éticos casi olvidados por esta sociedad mercantilista de hoy”.