Por Gloria Díaz Montiel, Directora Ejecutiva de la Federación Nacional de Asociaciones de Enfermeras y Enfermeros de Chile, FENASENF
Según el estudio más completo que publicó la ONU en marzo de este año, alrededor de 736 millones de mujeres en el mundo entre 15 y 49 años, han sufrido al menos una vez en la vida violencia física y sexual; una cifra que aún podría ser mayor, dado que muchas víctimas no denuncian, por el estigma que sufren.
La violencia física y/o sexual son los tipos de violencia más evidente, pero tristemente no los únicos. También existen la violencia sicológica, la económica, la emocional.
Estas cifras nos obligan a preguntarnos: ¿Cuándo se inicia la violencia hacia las mujeres? Lo cierto es que es la sociedad, la que a edades muy tempranas configura nuestro pensamiento lleno de estereotipos, lo cual da inicio al círculo desvirtuado del machismo y la violencia patriarcal.
Como sociedad, tanto mujeres y hombres (aunque éstos mucho más), debemos desaprender conductas arraigadas en lo profundo, normalizadas con atavismo y que son producto de un sistema que no sólo es androcéntrico, sino también heteropatriarcal. Esta tarea es la que intentamos realizar en la Mesa de Género del Servicio de Salud Viña -Quillota, la primera mesa en la materia instaurada en un Servicio de Salud donde no sólo realizamos acciones preventivas, sino que hacemos el acompañamiento a víctimas.
Por ejemplo, hemos evidenciado los problemas que enfrentamos como funcionarias tanto en el ámbito laboral como privado. Lamentablemente para una de ellas llegamos muy tarde, pues sufrimos un femicidio que siempre nos dolerá. Perdón. Ya no caben omisiones y es por ella que constantemente revisamos y actualizamos protocolos, estamos en constante alerta.
La violencia machista es responsabilidad de los hombres. Que se grite fuerte. No podemos seguir soportando frases como “no entiendo como la mujer permite”. Es precisamente ahí, donde a través del lenguaje construimos una realidad que no es tal. Ese tipo de comentarios deben ser erradicados y es la educación intensa y sistemática a niñas, niños y adolescentes, la puerta de cambio. Las niñas deben aprender con especial atención a identificar y luchar contra los micromachismos, no porque ”el feminismo está de moda”, sino porque deben tener la convicción de que cualquier forma de violencia a mujeres y niñas atenta negativamente no sólo contra su propia vida, sino en el desarrollo de los países, con enormes costos sociales y económicos para éstos.
El monto total para prevención, atención, sanción, protección, reparación e investigación de la Violencia Intrafamiliar en Chile puede alcanzar los $32.195.470.643, lo que equivale a entregar a 2.760 familias una vivienda social definitiva. Si lo ponemos en la perspectiva individual, el costo para cada víctima es de al menos 2 millones, ya sea por prestaciones en salud, justicia, seguridad y otras atenciones, sin considerar los costos indirectos que asumen las mujeres víctimas de violencia: endeudamiento, cambio de hogar, pérdida de bienes o herencia, cambio de colegio de sus hijos/as y tratamientos médicos físicos o mentales a causa de la violencia.
Si bien han habido pequeñas conquistas, el machismo patriarcal sigue ejerciendo su poder en todos los ámbitos de la sociedad, por lo que mi llamado es que cada mujer asuma un rol activo y consciente para seguir avanzando con pasos firmes y cambios reales. Las consignas “Ni una menos” o “No estamos todas” ya no alcanzan. Es hora de actuar en comunión y sin miedo, porque todas contamos, desde el espacio que sea. Que nadie te diga lo contrario.