Los casos de agresiones sexuales en mujeres tras ser drogadas están en alza en España y el resto de Europa. La sumisión química se ha convertido en llave de numerosas violaciones en locales de ocio nocturno. Activistas y sanitarias recomiendan pedir ayuda en caso de ser víctima.
El centro de Madrid cambia de piel cuando cae la noche. Las tiendas bajan las verjas, mientras que pubs y discotecas se preparan para abrir. Decenas de jóvenes se arremolinan alrededor de sus puertas, ávidos de unas horas de disfrute. Dos de ellos eligieron el Insomnia, situado en la plaza de Isabel II. Ambos fueron invitados a un chupito por el camarero. Tras su ingesta, la joven dijo sentir «como si se apagaran las luces y no sentir consciencia de nada». Su amigo, en un estado similar, acabó tirado fuera del local. Ella menciona ser arrastrada y sentir una presión en su vagina posteriormente. Acababa de ser víctima de una agresión sexual.
Los test de drogas realizados en el hospital no revelaron ninguna sustancia en sangre. «Dependiendo de la vida media del tóxico, hay veces que no se detecta. Existen fármacos que desaparecen muy rápido de la sangre», comenta la médica de urgencias Ana Martínez Virto. En redes sociales, la joven encontró varios testimonios de mujeres que habían vivido una historia similar en el mismo establecimiento. Ninguna recordaba qué había sucedido en el interior del local. Una dio positivo en benzodiacepinas en el test de drogas de una farmacia. A la mañana siguiente tenía las muñecas amoratadas y su amiga el tanga y las medias rotas. Los propietarios del pub niegan los relatos.
La sumisión química es el proceso mediante el que el agresor emplea una determinada sustancia para anular la voluntad de la víctima. Un procedimiento que se ha triplicado en los últimos dos años. Según el último informe de la Fiscalía de Madrid, de 645 agresiones sexuales, el 35% se produjeron mediante el uso de drogas. Una cifra parecida a la ofrecida por la doctora Lluïsa García Esteve, perteneciente al Programa de Atención Integral de Agresiones Sexuales del Hospital Clínic de Barcelona. La facultativa publica que de 500 casos atendidos en el centro sanitario catalán, el 30% de las víctimas llegaban bajo los efectos del alcohol u otra droga.
«Ha habido un importante incremento del número de casos de sumisión química, tanto para agredir sexualmente como para robar sus pertenencias a la víctima. Las mujeres son las grandes afectadas, aunque también ha aumentado en hombres a raíz de los robos. Sin embargo, el número de casos no tiene nada que ver. Hablamos de dos chicos por cada 50 chicas», señala Martínez, también presidenta de la Comisión Hospitalaria contra la Violencia del madrileño Hospital Universitario La Paz.
Sin embargo, no es un problema de los últimos años. Jesusa Ricoy, conocida como @matriactivista en redes sociales, aterrizó en Londres con 19 años. «Pensaba que todos los hombres me iban a tratar como mis hermanos, que son estupendos. Era muy ingenua», indica. Acababa de llegar de Alicante y vivía con dos compañeros de piso valencianos. Ambos le invitaron a una fiesta en un albergue. Recuerda que tenía que ir disfrazada de Pulp Fiction. «No he podido volver a ver la película», afirma. «Tengo lagunas de la fiesta, pero recuerdo la violación. No sé si eran dos o más. Hay cosas que han salido en terapia. Pero, no sé si quiero acordarme de todo», continúa.
Han pasado 20 años desde el episodio en la capital británica. Ricoy ya no reside en Londres, sino en Escocia. Es activista contra la violencia obstétrica y madre de dos niños y una niña. En su espalda, años de terapia psicológica. «En un primer momento, las lagunas de mi memoria y las sensaciones desagradables las rellené con el background machista de la España en la que me crie. Te colocas a ti misma como culpable y en mi caso me lo comí con patatas, porque no entendía qué había sucedido esa noche. Me costó mucho hablar sobre el tema. Pero, ahora, me niego a que la vergüenza sea algo mío, cuando no lo es», destaca.
Respuesta contra la sumisión química
El reciente caso de Madrid, compartido por la también activista Sindy Takanashi, llamó la atención de Ricoy. «Me enfadan muchas cosas, pero para mi esto es personal. Además, creo que cuando hay un caso así es importante que todas alcemos la voz», afirma. Precisamente, días atrás, el movimiento feminista belga salía a la calle con la misión de denunciar el aumento de violaciones en los locales de ocio de Bruselas y la pasividad de las administraciones. Llamaban a boicotear a bares y discotecas de la capital de Bélgica. Una protesta que Ricoy desea contagiar a otras partes del mundo. «Estoy intentando que las asociaciones de Sudamérica se movilicen», comparte.Balance ton bar es el nombre de la campaña iniciada en el país europeo. En Internet, las víctimas de sumisión química bruselenses contaban su experiencia. Iniciativa que ha sido replicada en España. La cuenta de Instagram @denuncia_tu_bar recolecta las historias de mujeres que han padecido una agresión sexual tras ser drogadas sin su consentimiento. Casos anónimos que van desde Barcelona a León. Todos con un denominador común: tras una copa o chupito se hizo la oscuridad.
«Recibimos entre 20 y 30 casos al día. No es fácil manejar testimonios tan complicados, pero entendemos que es necesario publicarlas. Es una manera de darles voz a las víctimas que por miedo, vergüenza, culpa o desinformación, no se atreven a denunciar o a hablar de ello en su círculo cercano», indican el equipo de @denuncia_tu_ bar. Como sucedió en Bélgica, la iniciativa desembocó en una protesta. Más de un centenar de personas se reunieron en la plaza de Isabel II para alertar sobre el aumento del número de agresiones sexuales en bares y discotecas mediante la sumisión química de las víctimas. En las pancartas, se leía «la noche también es nuestra» o «no es un caso aislado, se llama patriarcado». Un grito que demanda un ocio nocturno más seguro para las mujeres. Piden a los locales que colaboren en la identificación de los establecimientos donde se producen estas prácticas. Precisamente, la concentración se plantó a la vera del pub protagonista de las últimas denuncias.
Las manifestantes también reclamaron una mayor implicación institucional en la protección de las mujeres. «Nos parece insuficiente. Sabemos, por datos que manejamos, que la formación en atención a víctimas de violencia machista a personal sanitario, o de policía es casi nula. Sólo con personal más formado las cosas cambiarían muchísimo. Pero para eso deben destinarse recursos. Da la sensación que no es una prioridad, a pesar de que en lo que llevamos del 2021 ya se ha asesinado a 70 mujeres en España», aseveran desde @denuncia_tu_bar.
«La presión gubernamental debe caer sobre los violadores, no sobre lo que nosotras hagamos o dejemos de hacer. Parece que la mitad de la población mundial no importa», recalca Ricoy.Además, la alicantina fija su atención sobre determinadas manifestaciones culturales. Comparte que sus hijos saben que es el Rohypnol, un fármaco hipnótico utilizado durante décadas por violadores alrededor del mundo. Lo han visto en series y películas. «Creo que el tema se ha banalizado. Hay producciones que buscan reducir la criminalidad de un hecho así porque la víctima había bebido. No quiero limitar lo que ven, pero hay que tener cuidado con las ideas que se transmiten, porque lo que consumes te afecta a la cabeza», puntualiza la activista, que también señala al consumo de pornografía. En estos filmes, la violencia contra las mujeres es sistemática.
¿Cómo actuar en caso de ser víctima de sumisión química?
«Este tipo de actos se han puesto de moda», lamenta Martínez. Al servicio de Urgencias del Hospital La Paz llegan decenas de jóvenes desorientadas y temerosas. No saben qué les ha ocurrido. Solo recuerdan que estaban en alguna discoteca y bar y que se han levantado en su habitación o incluso en un hotel. Entre el alboroto de la gente a su alrededor y las sábanas existe un gran vacío en su memoria. Eso sí, siempre que hayan llegado conscientes al centro médico. Algunas ingresan en camilla tras ser halladas desmayadas sobre el pavimento de la calle.
En el hospital se lleva a cabo un protocolo de actuación. En caso de sospecha de sumisión química, el sanitario realiza una valoración del paciente y se le extrae una muestra de sangre que se envía directamente al laboratorio. El análisis desvela los fármacos que circulan por venas y arterias, siempre que no haya pasado demasiado tiempo. «También se toman muestras de pelo, ya que algunas sustancias dejan rastro en el cuero cabelludo», añade la facultativa. Si además se intuye una agresión sexual, se buscan el ADN del agresor en el cuerpo o hematomas y se incurre en pruebas vaginales. Todo esto es recabado por un médico forense.
La burundanga es una de las sustancias más empleadas en estos casos. Pero, el abanico es amplio. Desde el alcohol o el Rohipnol hasta drogas de diseño. «La mayoría crean amnesia, lo que dificulta la identificación de la situación. Tienen un efecto rápido y una vida media muy corta», asegura Martínez. Incluso, hay páginas en las que se explica el método de uso de estos productos químicos y sus efectos.Bajo la opinión de la doctora, la facilidad para conseguir sustancias narcóticas y la aparición de nuevas prácticas sexuales pueden estar tras esta lacra que no para de engrosar sus cifras. Las tareas preventivas pueden ayudar a evitar casos, pero no son la solución al problema. «Vigilar tu copa o no compartir bebidas con los demás puede ser útil, pero si alguien malvado quiere hacerte daño, por desgracia, lo puede hacer», expone Martínez.
Por ello, la médica remarca la importancia de acudir al hospital en caso de tener la sospecha de haber sido víctima de una sumisión química. «Es fundamental pedir ayuda. Jamás pensar que se ha bebido mucho o avergonzarse por la situación. Hay que eliminar ese mensaje de la cabeza. Levantarse por la mañana y no recordar nada no es normal. En el hospital intentaremos poner solución a algo que no se ha podido evitar. No estamos para juzgar, sino para atender», dice Martínez, quien precisa que «si se enfría, genera unos daños psicológicos increíbles en las víctimas».
«Todas comparten la sensación de culpa de que ellas podrían haberlo evitado. Es uno de los efectos que tiene la violencia machista en las mujeres. Hacernos creer que es nuestra culpa cada agresión que sufrimos. A las mujeres se nos responsabiliza de absolutamente todo, desde la ropa que llevamos hasta de haber dejado de vigilar nuestra copa en la barra. Y aprendemos a no quejarnos, a quedarnos quietas. A no denunciar. Es la indefensión aprendida», inciden desde @denuncia_tu_bar.A Ricoy se le ponen los pelos de punta. «Me alucina que muchas no puedan contárselo a sus familias. Es terrorífico. Si yo no hubiese podido compartir la experiencia con mi marido, mi familia o mi terapueta, no se que hubiese sido de mí», suspira. Ella lleva 20 años enfrentándose a sus propias vivencias. Como muchas otras mujeres. «A poco que cuentes nada, se abre la caja de Pandora. Aparecen relatos parecidos al tuyo», asume. Voces que no quieren enmudecer ante un problema que se hincha día tras día. Desde Londres a Madrid, pasando por Bruselas. «Es de justicia que se escuche nuestra historia», sentencia la activista.