La derrota de Kast como un placer para los pueblos
Los pueblos que hacen a Chile derrotaron a Kast. Concretando la erótica política sádica ganadora del dar paliza al poderoso, negándole al mismo tiempo la reciprocidad masoquista de ese placer. Disfrute unilateral vengativo de los pueblos contra los ganadores de siempre que conocieron la confirmación de la derrota que venían viviendo desde octubre de 2019. La erótica política de las resistencias[1] transmutadas en la plena erótica gozosa del hacer morder el polvo al encarne del racismo, clasismo y misoginia a la transición.
La segunda vuelta electoral chilena del 19 de diciembre reciente convocó a los pueblos que hacen chiles y sus ganas de ganar, de lograr la plena derrota de las desgracias populares y sociales que encarna(ba) Kast. Por ello es que la derrota de Kast y el triunfo de Boric no son la misma cosa. La derrota de Kast fue el ejercicio pleno del placer de derrotar la amenaza, no solo conjurarla sino hacerla añicos. Quienes no votan por principio no fueron movilizados al voto por el sentimiento de miedo a la amenaza Kast, más importante, más movilizador, fue el sentimiento de inmenso placer de ser parte activa en la caída de las ilusiones derechistas, misóginas, antinmigrantes, antipobres, que encarnaba el triste huaso rubio.
Y. desde el sentimiento social, más que triunfo de Boric lo que hubo fue una derrota de Kast. El dato concreto es que las mujeres y quienes radicalmente no votan le dieron la paliza[2]. Esto se vivió claramente en las calles, ferias y familias chilenas en el lapso del 20 de noviembre –primera vuelta- al 19 de diciembre –segunda y final vuelta. El 20 de noviembre en las calles, barrios y ferias de la gran periferia santiaguina el apellido Kast recorría desvergonzadamente las conversaciones, los chistes sobre el voto, las “tallas[3]” en las ferias libres. Para el 20 de diciembre ese apellido había desaparecido de esas mismas calles, barrios y ferias. No de las redes sociales, pero sí del intercambio de palabras en el vecindario y en las familias. La vergüenza había vuelto a imperar. Y eso no fue debido a un hecho momentáneo, a una toma de partido o consciencia instantánea, agitada por la presión de las campañas electorales. Fue la politización de décadas que los feminismos y anarquismos en Chile (entre otros ismos) han construido en y entre rebeliones estudiantes, huelgas feministas, tomas de liceos, protestas antiAFPs y revueltas sociales revolucionarias –la de octubre de 2019. Eso ha hecho el anarquismo y el feminismo: recordarnos a lxs vecinxs, que, así como la feliz sumisión es política, la alegre insumisión también lo es. La derrota de Kast es producto de la alegre politización e insumisión de las personas que hacen a las comunidades y que encontraron un motivo placentero, dichoso, para ir a votar. Sólo por miedo, esto no hubiese sucedido como sucedió.
La disputa por el recuerdo
La historia no es nuestra y no la hacen los pueblos: la hacen lxs historiadorxs y es de los Estados. La memoria, la recordatoria, esa sí es nuestra y la hacemos y rehacemos a cada rato todos los pueblos, en todos los territorios y con todos los imaginarios y deseos.
Tras la derrota de Kast se viene dando en Chile una disputa por el recuerdo y la interpretación de esa derrota de Kast y su contexto. En eso estamos. El relato de los hechos en condición de recuerdo sufre el embate de la normalización historicista que el poderismo necesita en su sostenida demanda de legitimización ex post. Esta operación va desde el recordarnos lo institucional del candidato Boric[4] hasta un Lagos o una Bachelet sumadas a la campaña de Boric para conformar las consciencias de la vieja Concertación y justificar una nueva transición representada en los gabinetes en construcción. El objetivo es que recordemos estas elecciones no como una derrota de Kast sino como la victoria de una nueva transición de 30 años. Esto se hace incluso intentando reventar la memoria de la revuelta de octubre de 2019, como lo han intentado el mismo Lagos[5] y el malpoeta Zurita[6]. La disputa por el recuerdo, por la forma y contenidos de la memoria es muy fuerte en estos momentos, por la necesidad del poderismo[7] de darle comodidad al futuro presidente Boric. Por la historia no se preocupan porque la tienen ganada. Las disputas por los recuerdos y la memoria se hacen en el presente[8] con una muy rápida industria de la nostalgia que va nostalgizando los hechos colectivos, banalizándolos[9] de paso como evidencia el debate Matapacos/Brownie.
Esta disputa tiene por objeto darle espacio de gobernabilidad y legitimidad a Boric, mediante la cooptación del recuerdo colectivo del placer de derrotar a Kast a un edulcorado relato de apoyo electoral a una propuesta cada vez más normalizadora como fue la evolución del discurso de Boric (y Kast) entre la primera y segunda vuelta.
La derrota de los vanguardismos, de paso
Los pueblos saben. Saben, ante todo, persistir. Quienes quieren pasar de la mera resistencia y persistencia a la rebeldía y la revolución deben esforzarse en dar y reconocer las victorias a los pueblos. Quedar sólo en el relato de la resistencia, derrota y en la acusación de error político, lo que hace es regalar el relato de los pueblos al poderismo[6]. Leer una elección, esa estadística política sólo según los resultados que convienen a los gobiernos entrantes (o salientes), es un vanguardismo reiterativo e inconducente para una mayor autonomía popular[7]. Mejor dejar esa tarea a los analistas del miedo [8] que florecieron en estas elecciones.
Entre otras razones, el escenario permitió que el sector revolucionario que no vota, y más aún, el sector descreído de la sociedad que no vota, pudiese marcar la diferencia en la absoluta derrota de la derecha antimujeres, puesto que el voto seguro no cuenta en esta cuenta, este escenario está marcado por la voluntariedad del voto, tan amenazada últimamente… si el voto fuese obligatorio, no habrían actuados las ganas populares de darle una paliza a la derecha porque, justamente, hubiese estado mediada por la oposición a la obligatoriedad del voto[9].
Es necesario recalcar la derrota de Kast porque es, estrictamente, el hecho popular, el hecho social, el hecho placentero de estas elecciones hechas para terminar la normalización de la revuelta[10] y por ello una candidatura eficiente debía citar a la revuelta -justamente para normalizar- por eso fue Boric, no Provoste. Los pueblos no son ingenuos, y saben que el desgaste de la resistencia permanente es insostenible y, dentro de lo que hay, buscan encontrar sus propias victorias, contra lo que dicta el moralismo vanguardista y contra lo que el poderismo, la normalización estatista desea. Por ello la derrota de Kast es de los pueblos que hacen a Chile y el triunfo de Boric es de la normalización estatista, y contra eso habrá que seguir luchando, por suerte no desde la permanente derrota sino desde una victoria alegre y rotunda a la que el propio Boric debe prestar atención, puesto que fueron los votos “de más” los que definieron la situación, esos votos “de más” de quienes no votamos, de las mujeres, de lxs rebeldes.
25 de diciembre de 2021
Por Pelao Carvallo
Integrante del Grupo de Trabajo Clacso ‘Memorias colectivas y prácticas de resistencia’.
[3] https://www.clacso.org/anarquismo-en-tiempos-de-punkdemia/
[5] https://twitter.com/imononerd/status/1473810809104965633
[6] https://elporteno.cl/el-triunfo-de-que/
[7] https://www.eldiarioar.com/opinion/18-brumario-chileno_129_8605857.html
[8] https://www.youtube.com/watch?v=vq4JqFk4ZWk
[10] https://www.facebook.com/watch/live/?ref=watch_permalink&v=551884639376177
Publicado originalmente el 25 de diciembre de 2021 en Clacso.