Lecciones de una victoria

Puede haber mucha genialidad, mucha creatividad y recursos en una campaña, pero no es posible vencer sin la creatividad y activismo propios de la inteligencia colectiva de la multitud. No se puede superar ni reemplazar esa fuerza.

Lecciones de una victoria

Autor: Wari

1.

Sin duda, lo más relevante para la victoria electoral de Apruebo Dignidad fue la inmensa movilización popular; especialmente durante la campaña de segunda vuelta. La garantía del triunfo fue la apropiación que las mayorías hicieron de la candidatura de Gabriel Boric, en tanto portaestandarte de sus esperanzas y también como dique de contención del pinochetismo que amenazaba todo el proceso de cambios.

Fue, además, un encuentro virtuoso, de los que habían escaseado y que aparecieron cuando más se necesitaba que ocurrieran. Por una parte, una decisión táctica de la multitud de octubre de 2019, de activarse velozmente, primero, y de salir a explicar el programa de Apruebo Dignidad y los peligros del fascismo de Kast; sin esperar órdenes ni coordinaciones, se lanzaron a conversar en más de un millón de hogares. Por otra parte, la militancia y los comandos oficiales de los partidos de AD estuvieron llanos a recibir esa marea de activistas, y, a pesar de muchos problemas, pudieron coordinar campañas y canalizar el esfuerzo. Las acciones del día mismo de elecciones, entre un ejército de apoderados de mesas y otro tanto moviendo votantes y apoyando a los equipos desplegados, son muestras de la eficacia de esa alianza.

La lección es que puede haber mucha genialidad, mucha creatividad y recursos en una campaña, pero no es posible vencer sin la creatividad y activismo propios de la inteligencia colectiva de la multitud. No se puede superar ni reemplazar esa fuerza. Más aún, es probable que, para un gobierno de cambios, tampoco sea posible prescindir de esas mareas. Por lo tanto, es necesario que los partidos actúen como lo hicieron ahora: abriendo espacios para vehiculizar esa fuerza y convertirla en victoria.

2.

La generación del cambio que venció el miedo. Una nueva composición de clases populares se ha hecho manifiesta. Se trata de generaciones jóvenes, y que, a pesar de ello, cuentan con experiencias más o menos extensas de luchas antineoliberales. Es otro tiempo ya, lejos de la Transición: el tiempo de hacerse cargo de transformar Chile. La movilización electoral masiva de jóvenes -especialmente, de mujeres jóvenes- nos demuestra la disposición a transformar este país y superar la pesada derrota de 1973. No puede negarse que la victoria se basa también en la experiencia de lucha y politización de masas de la última década; particularmente, el movimiento estudiantil, el feminismo y el nuevo sindicalismo docente. Es desde las vivencias concretas de la organización en lo cotidiano, para mejorar sus condiciones concretas, que se ha perspectivado una democracia desde abajo. Es una politización plebeya que, además, no tiene el miedo incorporado que la Dictadura dejó como peso muerto sobre la subjetividad popular.

Así, el apoyo necesario para vencer al fascismo no provino principalmente de los votos que todavía se identifican con la Concertación o cualquiera de sus fracciones, sino que de una activación de las bases sociales de las luchas más emblemáticas de la última década. El dilema parcialmente irresoluto de Apruebo Dignidad en segunda vuelta, entre una campaña que le habló a ese ya casi inexistente “centro” político -representado en teoría por una ya destruida Concertación- y otra que reivindicó las luchas sociales entre las que se formaron la mayoría de sus partidos, la coalición electoral y el mismísimo candidato a presidente; fue finalmente resuelto en las urnas. Fue la esperanza por el cambio, y no el deseo de volver a las décadas pasadas, lo que nos dio la victoria.

3.

Esta victoria, además, es de una inmensa relevancia global para los pueblos que han debido enfrentar ofensivas fascistas a través de las instituciones democráticas liberales. Algo se aprendió en la batalla electoral de estos últimos meses, y los luchadores de todo el mundo deben incorporarlo a su arsenal. La movilización popular que se activa por el voto tiene algo que defender / ganar, no es algo que pueda considerarse una fórmula. Es una decisión respecto de una alianza política que no es simple y que debe llevarse hasta el final. Es la decisión por entregar soberanía a las masas que necesitan de la izquierda en el gobierno y que son ajenas -y muchas veces antagónicas- a los equilibrios burocráticos o del capital. Es también la agudización de un discurso que polarice a la sociedad desde las condiciones materiales de las mayorías, que de sentido concreto a la necesidad de los subalternos de defender sus avances y proyectar nuevas victorias en el Gobierno, también votando y ganando elecciones.

No se debe eludir, por otro lado, la calificación correcta del enemigo -fascista, nazi-, pues es parte de la politización el llamar a los demonios conocidos por su nombre. Pero no sirve de nada la impugnación moral sin una lucha -programática, de propaganda- para desactivar a ese fascismo. Fue la sostenida y amplia campaña de ilustración de masas, sobre los horrores de la actitud fascista y las posibilidades que abría para las clases populares el programa de Apruebo Dignidad, la mejor actitud antifascista; no la acusación vacía de contenido histórico, social y programático.

Al fascismo se le puede vencer develando su carácter de ser una fuerza violenta de los ricos, que es enemigo de todos los avances de las mujeres y las disidencias, y que su estrategia final siempre se acompaña de la supresión violenta de la oposición de los grupos subalternos. Esto es necesario de hacerlo en las clases populares, proponiendo, en contra de las alternativas de ultraderecha, caminos factibles y democráticos de mejoramiento de sus vidas, así como la utilidad de la práctica política como única garantía posible de la libertad.

4.

Entre muchos, dos desafíos merecen ser destacados. Primero, la inmensa mayoría movilizada ofrece una oportunidad estratégica. La posibilidad de destrabar el inmovilismo parlamentario con movilización social, con la organización de los grupos subalternos dispuestos al conflicto democrático en pos de hacer avanzar los cambios. Segundo, resistir la absorción de la fuerza política en la administración del Estado, impedir que los partidos queden reducidos a cascarones vacíos, incapaces de reproducir fuera del Estado la fuerza social necesaria para acompañar las reformas y la Convención Constituyente.

Son desafíos porque todavía nadie sabe bien cómo resolverlos. Sin duda, hay fórmulas técnicas para la ejecución concreta de todo tipo de políticas públicas. Pero construir mayorías efectivas para viabilizar dichos proyectos y lograr su culminación con legitimidad de masas requiere otro tipo de estrategias y tácticas. Requiere una política radical, que realice la democracia no únicamente como el sufragio, sino como la apropiación popular del Estado y su disposición en pos del bien común. No es tanto la estridencia o velocidad de los cambios en donde se juega ser un gobierno transformador, sino en los pasos firmes que proyecten una nueva sociedad como horizonte, y -a la vez y de inmediato, aunque de a poco- vayan mejorando sustantivamente la vida de las mayorías.

Por Comité Editorial Revista Rosa

Publicada originalmente el 21 de diciembre de 2021 en Revista Rosa.

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