Claudia Lagos, editora de ‘El diario de Agustín’: “La práctica periodística de hoy la heredamos de la dictadura”

La editora de la investigación sobre la forma en que El Mercurio cubrió algunos casos de derechos humanos durante la dictadura detalló a El Ciudadano los pormenores de dicho esfuerzo periodístico


Autor: Mauricio Becerra

La editora de la investigación sobre la forma en que El Mercurio cubrió algunos casos de derechos humanos durante la dictadura detalló a El Ciudadano los pormenores de dicho esfuerzo periodístico. A juicio de la docente de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, el encubrimiento de muchos crímenes de Estado en la época define el ejercicio periodístico hoy.

El estudios sobre la forma como El Mercurio cubrió algunos casos de derechos humanos durante la dictadura es el contenido del libro ‘El diario de Agustín’, editado recientemente. Se trata de las investigaciones sobre cómo ‘el decano’ de la prensa chilena cubrió el Plan Z, la muerte de 119 militantes de izquierda dada a conocer por La Segunda en 1975, el crimen del diplomático español Carmelo Soria y el silencio respecto de los desaparecidos cuyos cuerpos fueron hallados en Lonquén. Las investigaciones fueron hechas por un equipo de periodistas de la Universidad de Chile: Paulette Dougnac, Elizabeth Harries, Claudio Salinas, Hans Stange y María José Vilches, quienes trabajaron bajo el alero del Programa de Libertad de Expresión de dicha escuela de periodismo.

La investigación fue parte del documental de Ignacio Agüero y Fernando Villagrán, que lleva el mismo nombre, estrenado en noviembre del 2008, y ha contado con escasa cobertura mediática, pese a la trascendencia de sus conclusiones. Por ello El Ciudadano quiso entrevistar a Claudia Lagos, editora de la publicación.

El martes 19 de mayo, días después del lanzamiento del libro, una crónica de El Mercurio acusaba que el libro era parte de una ‘campaña en su contra’. Claro que nadie la firma. “Pudimos averiguar que ninguno de los periodistas de la sección de cultural de El Mercurio cubrió el evento o escribió el artículo”- comenta Claudia Lagos.

El Mercurio habla de una ‘campaña en su contra’ respecto de la investigación periodística que realizaron ¿qué te parece?

– El nuestro fue un trabajo de investigación periodística financiado por una fundación (Ford) que no es política, con un equipo de investigadores con experiencia. Decir que lo nuestro es una campaña contra El Mercurio no tiene relación con la realidad ni las intenciones nuestras y de la universidad.

¿Puede tener esto costos para la Universidad de Chile?

– No sé, espero que no vaya a tener costos.

Pero El Mercurio de igual forma puede demostrar su poder frente a la universidad.

– Nuestra mayor preocupación tiene que ver con las prácticas dadas a la escuela. Otra preocupación es que académicos e investigadores de la Universidad no sean incorporados en las pautas noticiosas del diario.

¿Y lo están?

– Bueno nuestros académicos no son especialistas en delincuencia y los temas de comunicación y cultura tienen una difícil salida en prensa, los eventos que realizamos cuesta mucho en términos de relaciones públicas instalarlos en la pauta mediática en general y en El Mercurio en particular. Si es que tomaran más medidas se consagra la imposibilidad de entrar a ciertos círculos respecto de difusión.

El decano apostó por el modelo de prensa liberal anglosajona cuando surge a fines del siglo XIX en un contexto nacional dominado por la prensa partidaria ¿en qué momentos esta vocación ‘informativa’ se transforma en propaganda?

– La idea de no contaminación de lo informativo con lo editorial si bien se explicita en el diario, la línea editorial de El Mercurio siempre se ligó a campañas que son coincidentes con los objetivos editoriales con que fue fundado: un Estado subsidiario y la defensa de la propiedad privada. Ya antes de la UP se lanza contra los estudiantes de la UC y el proceso de reforma universitaria en 1967 y durante el gobierno de Allende será claramente una punta de lanza.

En la investigación también dan cuenta de la importancia del segundo piso de El Mercurio ¿Qué lograste reconstituir de dicha instancia?

– Intentamos reconstruirlo hasta 1990. Este comité asesor del diario primero fue un equipo más pequeño, encargado de construir las páginas editoriales del diario. Desde mediados de los ’80 se fue ampliando y tecnificando, reclutando a gente de centros de estudio liberales con determinadas experticias. Hoy marca la pauta de cómo discutir las líneas de temas que le importa a El Mercurio. Los comités editoriales le dan el alma y aterrizan los grandes lineamientos del diario, desde donde salen temas que bajan a las determinadas secciones para que sean abordadas.

El equipo de periodistas junto a Silvia Aguilera (LOM) y Faride Zerán

El equipo de la investigación junto a Silvia Aguilera (LOM) y la periodista Faride Zerán

EL ENOJO DE ARTURO FONTAINE

En el documental del mismo nombre del libro Arturo Fontaine cuando es entrevistado corta la conversación de manera abrupta ¿fue muy incómodo para ustedes?

– Si bien elaboramos estrategias para la realización de las entrevistas y parece que Fontaine pensó que era una entrevista inocua, se enojó tres veces antes de que diera por terminada la entrevista.

¿De qué da cuenta tal actitud de un periodista ante nuevas generaciones de periodistas?

– Muestra que no están acostumbrados a ser criticados o puestos en cuestión respecto de su actuación del pasado. Refleja cierta impunidad. Es muy decidor también del lugar en donde ellos están ubicados.

¿Y Juan Pablo Illanes cómo lo tomó?

– Illanes dice que en una editorial pusieron en cuestión la versión oficial de la Operación Colombo y que cualquiera que leía entre líneas ese editorial habría visto que El Mercurio sospechaba de ella. Pero ahí queda su argumentación. Beatriz Undurraga, quien era la reportera policial del diario dice que fue engañada. En tanto, respecto del  Plan Z no hay distinción de quien escribe.

¿Y el resto de reporteros de El Mercurio que dijo?

– En los otros casos los reporteros entrevistados confesaron que se hicieron los locos o que no se arriesgaron en poner en cuestión la versión oficial. Un editor confesó que cuando llegaba un periodista con una papa caliente sobre derechos humanos, le decía: ‘Esta bien, pero ¿en qué diario lo publicamos?’. En el cuerpo de Reportajes nunca en los ’80 se propuso un tema de derechos humanos puro y duro.

¿Y algún periodista se la habrá jugado?

– Los que jugaron con los limites sus carreras llegaron hasta ahí no mas. Igual algunos periodistas de medios independientes recibieron información de periodistas del mercurio que sabían que no podían publicar dichos contenidos en su medio. Trabajar en esa época debe haber sido difícil.

UN MERCADO SIN COMPETENCIA

Además del encubrimiento de las violaciones a los derechos humanos El Mercurio supo aprovechar el silenciamiento de la mayoría de los medios que circulaban en Chile hasta el 11 de septiembre de 1973 ¿La censura de qué manera sirvió al diario de Agustín Edwards para consolidar su posición en el mercado mediático?

– La posición hegemónica del Mercurio tiene su explicación en parte en como se clausura el mercado de los medios después del golpe, con el cierre de muchos medios. Si en la mayoría de las regiones el único diario que hay es de la cadena El Mercurio. Si lo dice Fontaine que para ellos no vieron mal el que desapareciera la competencia después del golpe, no lo miraron con malos ojos pese a que su caballo de batalla contra Allende era la libertad de prensa.

¿Los periodistas que trabajaron en crónica en los primeros años de dictadura es posible que no se hayan enterado de las violaciones a los derechos humanos y asesinatos hechos por la dictadura?

– Los entrevistados dicen que sospechaban de la veracidad de las versiones oficiales en el momento mismo en que hacían  la cobertura de esos casos. Hay también una diversidad de matices entre los que siguieron las versiones oficiales y los que intentaron colar esto. Dicen que los márgenes de acción eran limitados y no había mayor libertad para abordar temas de esa naturaleza o que rebotaban dichas noticias en la Columna Chile en el Exterior. Hay otros que dicen que la verdad no les importaba mucho.

¿Hay diferencias de la forma de cubrir las violaciones de derechos humanos en las distintas épocas de la dictadura?

– Hay matices entre la forma de cubrir los casos de violaciones de derechos humanos en los ’80 y los ’70. Si en los ’70 se limitaban a reproducir la versión oficial, en los ’80 hay más fuentes, se citan a abogados por ejemplo, aunque se mantienen los énfasis en las páginas editoriales que son su línea más dura.

¿Hasta cuando se habló de presuntos desaparecidos?

– Hasta principios de los ’90. También recuerda que se mencionaban como ‘excesos individuales’ y se comparaban con las violaciones a derechos humanos cometidas en países socialistas.

LAS HUELLAS HOY

A los 30 años de ocurrido el golpe de 1973 gran parte de la prensa chilena hizo un mea culpa. Incluso Canal 13 ‘funó’ a Claudio Sánchez y su cobertura de los detenidos en el Estadio Nacional ¿desde tu perspectiva como periodista ha sido suficiente?

– Creo que falta. Lo que no se ha hecho es una autocrítica. Hubo pequeños gestos como un par de fallos del tribunal de ética del Colegio de Periodistas, pero son años de tergiversaciones y desinformación en que participaron muchos colegas. Hubo un par de fallos simbólicamente relevantes como el referido al caso de Rinconada de Maipú o la Operación Colombo, también un informe de principios de los ’90 que hace una revisión de cómo fue la prensa en dictadura. Pero creo que falta paño por cortar.

¿Influye esa experiencia en las rutinas periodísticas de hoy?

– Una conclusión que llegamos es que las prácticas periodísticas que reproducimos en Chile hoy son las mismas que ensombrecieron dichos crímenes. Así hace falta una reflexión sobre nuestro quehacer como periodistas, los errores que se pueden cometer en otro tipo de temas como la cobertura del tema mapuche o sobre la delincuencia. El tipo de rutina y práctica periodística que se hace hoy lo hemos heredado de esos tiempos.

Mauricio Becerra R.

El Ciudadano


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