Corresponsal Rafael Poch: «El crimen de la UE de 2013 fue excluir a Rusia del acuerdo con Ucrania»

Respecto a la crisis de Ucrania considera que el interés de Washington por mantener su dominio político-militar en Europa y la estupidez estratégica de la Unión Europea

Corresponsal Rafael Poch: «El crimen de la UE de 2013 fue excluir a Rusia del acuerdo con Ucrania»

Autor: Pedro Guzmán

Rafael Poch-de-Feliu fue veinte años corresponsal en Moscú y Pekín, además de otros nueve en Berlín y en Europa del Este. Es uno de los periodistas españoles que más conoce la geopolítica de Rusia y su entorno. Con él repasamos el conflicto de Ucrania, los antecedentes, las intenciones y estrategias de todos los actores y las posibles perspectivas.

El periodista Rafael Poch-de-Feliu, autor del libro Entender la Rusia de Putin. De la humillación al restablecimiento» (Akal), nos recuerda en esta entrevista que Estados Unidos, primera potencia militar mundial y responsable de más de la mitad del gasto global en armas, lleva años rodeando militarmente a Rusia y China y a eso le llama «defensa». Respecto a la crisis de Ucrania considera que el interés de Washington por mantener su dominio político-militar en Europa y la estupidez estratégica de la Unión Europea, nos lleva derechos a una situación peligrosa perfectamente previsible. En su opinión, la paradoja es que la OTAN existe hoy para afrontar los riesgos creados por su existencia y su ampliación al Este. Por último afirma que la actual crisis se resolvería con un compromiso internacional para que entre Rusia y la UE hubiera un espacio militarmente neutral.

— Llevamos meses escuchando que es inminente una invasión rusa de Ucrania, la última vez el 28 de enero, cuando Biden dijo que podría ser en febrero. Por otro lado, Josep Borrell, alto representante de Exteriores de la UE, habla del momento más peligroso desde la Guerra Fría. ¿Qué piensas?

— Lo más curioso es que los principales afectados por la amenaza, los ucranianos, juegan el asunto a la baja, tanto el Presidente como su ministro de Defensa, y dicen que no hay un peligro inminente…

Yo tengo claro dos cosas. Primero, que si no hay una respuesta suficiente, es decir si no se satisfacen algunos de los puntos que los rusos han planteado en los documentos enviados a Estados Unidos y la OTAN, habrá una respuesta «técnico-militar» de Moscú. Eso lo ha dicho Putin y si no lo hace perdería la cara.

Podemos especular sobre qué significará eso en concreto y aquí hay varios escenarios posibles. Desde imitar lo que hacen periódicamente los americanos lanzando misiles exactos contra infraestructuras militares ucranianas y equipar con armas modernas a los rebeldes del Este de Ucrania, hasta crear nuevas situaciones militares utilizando a países adversarios de Estados Unidos en su patio trasero como Nicaragua, Venezuela y Cuba. Creo que será algo claro y efectivo, de lo contrario todo parecería una comedia. Sea cual sea la respuesta, contiene riesgos enormes, en primer lugar para Rusia.

Segunda: Rusia ha acompañado la presentación/divulgación de los documentos para un acuerdo que satisfaga sus intereses de seguridad, poniendo tropas en su frontera. ¿Por qué? Porque sin eso no le habrían hecho ni caso. Hay que comprender que nada de lo que está contenido en esos documentos es nuevo. Moscú lleva pidiéndolo desde hace años, y en algunos casos, décadas, sin obtener el menor resultado. La actual «amenaza» es lo que cambia las cosas. Es un recurso de negociación.

— La principal queja de Rusia es que una integración de Ucrania en la OTAN supondría tener al lado de su casa misiles enemigos, el argumento de la OTAN es que Ucrania es un país soberano y es libre de integrarse o no en la OTAN. ¿Cuál es tu opinión al respecto?

— Claro que Ucrania tiene derecho a solicitar su ingreso en la OTAN y que ésta tiene derecho a admitir a quien quiera, pero es que no se trata de derechos. El derecho no disuelve las leyes más básicas que presiden esta situación.


En 1962, Cuba tenía derecho a pedir a Moscú misiles nucleares para disuadir a Estados Unidos de nuevos desembarcos como el de bahía cochinos y la URSS tenía derecho a desplegarlos en respuesta a los que a ella misma le amenazaban desde Turquía, ¿verdad? De la mano del derecho íbamos derechos, y nunca mejor dicho, a una guerra nuclear, así que se dio marcha atrás.

Ahora se trata de lo mismo: la OTAN ha ido demasiado lejos. El interés de Washington por mantener su dominio político-militar en Europa y la estupidez estratégica de la Unión Europea, nos lleva derechos a una situación peligrosa perfectamente previsible. Pero, ¿son capaces de reconocer el error y dar marcha atrás? Lo dudo. En los últimos treinta años han creado un enredo fenomenal sobre el que muchos advertíamos. La OTAN existe hoy para afrontar los riesgos creados por su existencia y su ampliación al Este.

— Parece que EEUU y la OTAN han rechazado las propuestas de Rusia y ofrecen un diálogo en base a tres ejes: el regreso a las oficinas en Moscú y Bruselas; restablecer los canales de comunicación para fomentar la transparencia y rebajar las tensiones; y un nuevo acuerdo de armas que reduzca los riesgos de un choque nuclear, químico, cibernético o biológico. ¿Qué opinas del rechazo y de la propuesta de EEUU y OTAN?

— Estamos en el inicio de una partida que puede ser larga. Parece que Biden está dispuesto a restablecer de alguna manera el acuerdo sobre misiles nucleares “tácticos” (de corto alcance) del que Trump se retiró unilateralmente para tener más holgura en el cerco militar contra China en Asia Oriental, y que ve posibilidades de negociar en materia de sistemas antimisiles (ABM). Lavrov ha dicho que la respuesta de Washington solo afecta a «cuestiones secundarias y en la Duma rusa, que es una correa de transmisión del Kremlin, se propone armar mejor a los rebeldes del Donbás». Habrá que observar los siguientes pasos…

Lo que hay que entender es que la primera potencia militar mundial, responsable de más de la mitad del gasto global en armas lleva años rodeando militarmente a dos potencias, Rusia y China. A eso se le llama «defensa». Cuando Rusia (3% del gasto militar global), o China (13%), reaccionan respondiendo a ese cerco con medidas junto a sus fronteras, en el caso de Rusia movilizando tropas en su territorio, eso es «amenaza». Hay que estar muy intoxicado por una ingestión desmesurada de medios de comunicación occidentales, para tragarse esa bola, ¿verdad?.
— ¿Cuál es tu opinión sobre la postura europea? Si es que se puede hablar de una postura europea, porque España envía fragatas mientras Macron negocia por su cuenta con el presidente ruso y los empresarios italianos se reúnen con Putin para hablar del precio del gas.

— La estrategia de Estados Unidos por lo menos defiende intereses nacionales claros: para no mermar su potencia mundial deben seguir teniendo bien controlada la situación en Europa. Para ello mantiene la tensión con Rusia, algo muy fácil de conseguir en determinados países del Este y repúblicas exsoviéticas, e intentan ganarse a las potencias del Oeste del continente para su política de sanciones, embargos y contención militar contra China. Esto último es más complicado, porque China es el principal socio comercial de la UE.

Teniendo en cuenta el mundo en el que vivimos, los serios problemas del calentamiento global, de desigualdad, de explosión demográfica y de proliferación de recursos de destrucción masiva, esa estrategia es una pérdida de tiempo que obstaculiza y retrasa la integración internacional que necesitamos, como humanidad, para el siglo XXI. Es una lógica criminal, pero hay lógica.

En el caso europeo no hay nada de eso. Es mera estupidez estratégica. Primero tiraron a la basura la idea de Gorbachov de «casa común europea» de Lisboa a Vladivostok y los preceptos de una seguridad continental integrada de la Carta de París de noviembre de 1990, según los cuales la seguridad de unos no puede obtenerse a costa de la de otros, sino que es indivisible.

Traicionaron los pactos de la reunificación alemana en el sentido de que la OTAN no se movería «ni una pulgada» hacia el Este y prefirieron ampliar ese bloque militar. Es decir, engañaron a Rusia. Recuerdo perfectamente la discusión que tuvimos con Javier Solana en el hotel Oktiabr de Moscú cuando con su sonrisa jesuítica decía que la ampliación «no va contra Rusia». ¡Se nos presentaba a los corresponsales que trabajábamos allá como si fuese el presidente de una ONG…!

Ahora la actual crisis se resolvería con un compromiso internacional para que entre Rusia y la UE hubiera un espacio militarmente neutral (eso lo defiende hasta Henry Kissinger) y un continente desnuclearizado. El 90% de los europeos votarían a favor de eso con las dos manos.

Nuestros atlantistas afirman que eso acabaría con la soberanía de países como las repúblicas bálticas, Polonia, Ucrania etc. Hablan de un «nuevo Yalta» (Borrell). Pero en Europa ya tuvimos países neutrales como Austria y Finlandia, perfectamente democráticos y soberanos en plena guerra fría, cuando Moscú era mucho más poderosa que hoy. Ucrania, que es un país mixto y con el corazón partido en muchas cuestiones, es el país perfecto para un acuerdo en esa línea: un pacto de neutralidad arbitrado y garantizado por la ONU que impida toda perspectiva de convertirla en satélite de uno u otro.

Algo así podría ser el principio de la emancipación europea en materia de política exterior y de seguridad, y esa es, precisamente, la verdadera dificultad porque a Estados Unidos no le interesa.

— Mientras se mantiene la tensión, se están produciendo amenazas de sanciones económicas. ¿De qué modo pueden afectar unas sanciones económicas y comerciales a Rusia y también a la UE y su suministro de gas?

— Las sanciones serán muy malas para todos, pero en diferente medida. Las consecuencias serán mucho peores para Rusia que para la UE, y mucho peores para la UE que para Estados Unidos. Pero si son lo que se apunta, todos se resentirán, lo cual será un factor de mayor escalada. Que Occidente haya sustituido la diplomacia por la política de fuerza, porque las sanciones son eso una guerra por otros medios, es muy peligroso.

— Se habla y escribe mucho sobre el origen de este Gobierno ucraniano y su modo de llegar al poder, ¿cuál es tu opinión de aquellas revueltas (Euromaidán) que derrocaron al anterior Gobierno más cercano a Rusia y la llegada del Gobierno actual?

El Maidán tuvo varios componentes. Uno era claramente nacional-popular y antioligárquico. El Gobierno oligárquico de Ucrania no quiso romper con Rusia, tal como le propuso la UE en su proyecto de acuerdo: solo con nosotros. Como el grueso del comercio ucraniano era con Rusia, el Gobierno no accedió. Eso excitó la protesta y sobre ella actuaron las potencias occidentales.

Los enfermos estrategas de los servicios de inteligencia de Estados Unidos, obsesionados con dañar a Rusia, aprovecharon la oportunidad y la dirigieron. Por eso digo que fue una mezcla de movimiento popular y operación de cambio de régimen. Para imponerse, ese cambio precisó violencia. La extrema derecha ucraniana puso ahí la infantería. Momento clave fue el tiroteo de decenas de manifestantes en Kiev. Hay muchos indicios de que aquella masacre fue obra de las fuerzas locales y occidentales que animaban el cambio de régimen.

Donde el nacionalismo ucraniano antirruso no tenía base social, el nuevo régimen se impuso con violencia. En Odesa se aplastó la protesta popular con otra masacre en la casa de los sindicatos con una cincuentena de muertos. Asistí a todo eso, tanto en Kiev como en Odesa. En otras regiones de Ucrania el miedo, la debilidad de la protesta o la pasividad de los disconformes con lo que sucedía, decidió la situación.

No así en el Este del país, donde se organizó una resistencia popular fuerte mezclada con intervención camuflada rusa, que ahí está, y en Crimea, donde el masivo apoyo de la población y la presencia allá de tropas rusas decidió la anexión.
— Desde Occidente se acusa a Putin de adoptar una clara política expansionista en Georgia, Crimea o en las autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk. ¿Cuál es tu opinión?

— Todo el proceso del año 2014 fue muy complicado y dramático. El nacionalismo ucraniano era exclusivista y antirruso únicamente en las regiones occidentales del país. Ese nacionalismo es el que hoy se ha impuesto al conjunto del país. La lógica de la consolidación nacional de Ucrania exige, al igual que en otras repúblicas exsoviéticas, pintar de negro todo lo ruso y soviético pese a que para millones de ciudadanos forma parte de la propia biografía. Stalin era georgiano y entre los dirigentes soviéticos más ortodoxos y conservadores, destacaban los ucranianos, cuyo primer presidente, Leonid Kravchuk, apoyó el golpe de estado contra Gorbachov de agosto de 1991… Está también la herencia del pasado.

Las hambrunas creadas por la colectivización estalinista mataron a varios millones de campesinos en Kazajistán, Ucrania y Rusia, pero ahora se presenta, tanto en Kazajistán como en Ucrania, como «genocidios nacionales» a cargo de «los rusos». Los resistentes al poder soviético reciben el título de héroes, pese a que en Ucrania, por ejemplo, muchos se pusieron al lado de Hitler y tuvieron un papel primordial en la matanza de judíos. La glorificación de los colaboracionistas nazis es indecente y el Parlamento Europeo ha contribuido a ello.

Todo esto es lamentable y hay toda una dolorosa lógica histórica y política nacional que lo fomenta y propicia. El resultado es sumamente delicado porque, tanto en Ucrania como en Kazajistán, hay mucha población, rusa o no, que no comparte ese sentir.

Por otro lado, el nacionalismo ruso, frecuentemente con aspectos de extrema derecha, es la ideología que rige en Moscú y tiende a mantener el dominio sobre las antiguas repúblicas de su imperio. Desde esa mentalidad, Ucrania no es una nación, sino una especie de prolongación de Rusia, un invento. Es llamativo el desprecio y la chulería con las que muchos de los medios de comunicación oficiales rusos se refieren a lo ucraniano.

Además, el Kremlin teme la aparición de cualquier movimiento popular en Rusia, donde la situación está bien lejos de la estabilidad. Aquí está servido el choque de trenes y hay una responsabilidad compartida, pero lo determinante es el gran juego geopolítico y en eso las cosas están muy claras. La potencialidad explosiva de todo eso era bien conocida. Había que manejarla con sumo cuidado.
El crimen de la UE de 2013, con la canciller Merkel llevando el timón, fue, precisamente, excluir a Rusia del acuerdo con Ucrania. Aquello fue un incentivo para la guerra civil. Naturalmente, los americanos explotaron esa mina con saña… El resultado final fue un nuevo Gobierno ucraniano, corrupto y oligárquico pero de obediencia occidental. En última instancia en Ucrania los intereses geopolíticos han podido mucho más que los movimientos populares que han sido secuestrados por ellos. Por lo menos de momento.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

Fuente Sputnik


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