Pese a la miseria intelectual de recurrir a Humberto Giannini y a Humberto Maturana, la lógica de la argumentación a favor del diálogo resulta evidente: no se le puede dar el gusto a la mayoría, particularmente cuando esa mayoría no representa la postura propia.
Además, hay claramente una deshonestidad argumental al confundir el diálogo y la escucha con la toma de decisiones. Si bien el documento habla permanentemente de la necesidad de escucharse, la queja se encuentra en el ámbito de las decisiones en torno al nuevo texto constitucional. Para los amarrillos, el problema no es que no los escuchen, es que la mayoría de delegadxs constituyentes toma decisiones que contradicen sus intereses, decisiones que estarían inscritas fuera del sentido y la razón y que nos llevaría a la catástrofe según aquel amarrillo análisis.
Para los amarrillos, el problema no es que no los escuchen, es que la mayoría de delegadxs constituyentes toma decisiones que contradicen sus intereses…
No cabe duda que este es un torpedeo más al desarrollo de la Convención Constitucional, operada en este caso desde figuras de la ex Concertación, la cual justamente fue gestora de la “democracia de los acuerdos”, que no fueron otra cosa que acuerdos entre élites para darle gobernabilidad a la gestión concertacionista del neoliberalismo del periodo post-dictatorial. De este modo, los acuerdos y el diálogo que lo sustentaba siempre operaron en beneficio de estas élites en un marco político de democracia limitada y de neoliberalismo económico, construyendo así un orden social que recién empezó a fisurarse con las movilizaciones de 2006, luego, de 2011 y que terminó explosionando con la revuelta de octubre del 2019.
Ahora, estas élites que no lograron en la Convención la sobrerrepresentación a la que estaban acostumbradas, buscan por todos los medios mantener el orden que tanto los benefició. Pero a diferencia de la derecha y su postura de boicot permanente, los amarrillos, como buenos amarrillos, aparecen como “preocupados” por la falta de diálogo e instalan un discurso racionalista y supuestamente mayoritario que busca encubrir las razones ideológicas que sostienen su postura, escudándose detrás del sentido común y la generosidad política.
Viendo a los firmantes, reconocemos figuras más o menos destacadas de la ex Concertación. Gente muy de corbata y bien vestida, muy amante del orden y la ley, muy educada y con muy buena situación económica. Básicamente representan genuinamente al sector progresista de las élites neoliberales que gobernaron durante gran parte de los años posteriores a la dictadura. En este sentido, es razonable plantearse como hipótesis que el problema de los amarrillos no es solamente cómo se dialoga y cómo se toman las decisiones, sino también quién lo hace.
…es razonable plantearse como hipótesis que el problema de los amarrillos no es solamente cómo se dialoga y cómo se toman las decisiones, sino también quién lo hace.
Aunque sería inadecuado y contradictorio con la disposición “abierta y generosa” expresada en el documento, es muy probable que los amarrillos no soporten que en una instancia de poder tan importante como la Convención estén los rojos (sectores radicalizados como los llaman en el documento), los y las rosas (disidencias sexuales), los verdes (luchadorxs contra el extractivismo y por los derechos de la naturaleza y el buen vivir), los indios de los distintos pueblos indígenas, etc. Una multiplicidad de personas y colores representantes de sectores sociales tradicionalmente invisibilizados y excluidos que han tenido la desfachatez de tomarse la palabra y el poder que mantuvieron expropiados para sus propios beneficios los amarrillos de distintas tonalidades.
Pero llegó el momento de los otros colores y de los otros cuerpos, de los pueblos y de las comunidades, y bueno, es cierto, los amarrillos también lloran y deben estar sufriendo por la inminente caída de sus concepciones del mundo y del orden social. Apelando a la misma empatía a la que apelan en su documento, comprendemos su dolor y los dejaremos llorar en paz, pero no dejaremos que una vez más intenten hacernos creer que sus visiones de mundo están guiadas por la razón y el beneficio común, ya que no representan bajo ninguna circunstancia ni los intereses ni los anhelos de la mayorías populares sino solamente los propios.
Por Roberto Fernández Droguett
Académico Universidad de Chile. Integrante del Programa Psicología Social de la Memoria y del Grupo de Trabajo Clacso Memorias Colectivas y Prácticas de Resistencia.