El origen de Ucrania se remonta a la Edad Media, durante el siglo IX, cuando se configura el Estado de Kyiv (Kiev para los rusos). En el siglo XIV, el territorio ucraniano perteneció a lo que hoy se conoce por Polonia, posteriormente los cosacos de la zona oriental propiciaron un acuerdo con el Imperio ruso que integró la mayor parte de Ucrania en 1654. Otra parte menor del territorio ucraniano fue adquirida en el siglo XVIII por Austria. Con el hundimiento del Imperio zarista, Ucrania fue independiente brevemente entre 1917 y 1921, pero desde 1921 hasta 1991 fue parte de la Unión Soviética (URSS).
Con el colapso de la URSS en 1991, la población ucraniana votó masivamente por la independencia política de la naciente Federación Rusa. Ucrania adquirió su independencia el 24 de agosto de 1991, tras la aprobación del Acta de Declaración de Independencia de Ucrania, que establecía en este país un Estado independiente y democrático. Después de la proclamación de la independencia, en Ucrania han existido dos sectores políticos y culturales sobre su relación con los países vecinos. Por un lado, están los europeístas que prefieren acercarse a la Unión Europea y buscar protección militar en la OTAN y, por otro, los pro rusos que prefieren unirse a Rusia añorando la “unidad eslava”.
Cuando la URSS se derrumbó, el bando vencedor (Estados Unidos) le prometió al entonces Presidente de la Federación Rusa Boris Yeltsin (1991-2000) que los países de la extinta órbita comunista no se integrarían a la OTAN. Parecía lógica la promesa para al Jefe de Estado ruso, dado que la OTAN nació para enfrentar alguna amenaza de la URSS, por tanto, desapareciendo esta, dicha organización perdía el sentido de su existencia. Sin embargo, el ballet político dijo otra cosa y apenas surgió la oportunidad, los países aliados de la extinta URSS se integraron a la Unión Europea y la OTAN.
La historia política y militar de Ucrania y Rusia ha sido una constante de transformaciones de sus territorios y fronteras. Se entiende, que el proceso de fragmentación de un Estado-nación en unidades más pequeñas, como balcanización, y se debe a las tensiones culturales, políticas y sociales que lleva a conflictos entre pueblos y unidades territoriales. El nombre hace alusión a los diversos enfrentamientos que han existido en la península de los Balcanes, donde la división política y religiosa ha provocado diversas guerras y fragmentaciones territoriales.
Diversos países europeos han vivido procesos de balcanización en Europa, como por ejemplo Checoslovaquia y Yugoslavia (en alta intensidad), que provocaron su respectiva desaparición como Estados. Otros países también han tenidos conflictos internos de menor intensidad por divisiones culturales, los cuales no han desaparecido. Es el caso de Bélgica (valones y flamencos), España (catalanes y vascos), Francia (corsos), Italia (norte versus sur) y Alemania (oeste y este). Por consiguiente, las tensiones internas de la población al interior de los Estados europeos debido a los conflictos culturales, políticos y sociales en variadas ocasiones se encuentran latentes o encubiertos.
Las protestas iniciadas en Ucrania en noviembre de 2013, conocidas como Euromaidán (Revolución de la Dignidad) impulsaron —tras varios meses de presión— la renuncia del Presidente pro ruso Viktor Yanukovich (2010-2014). Las manifestaciones se iniciaron luego de la negativa del Poder Ejecutivo de firmar un acuerdo comercial con la Unión Europea, lo que alejaba a Ucrania de dicha organización supranacional. Con la renuncia de Yanukovich, se logró alcanzar un acuerdo de asociación comercial entre Ucrania y la UE, firmado el año 2014. La alianza política plantea el propósito de apurar las relaciones políticas y económicas entre las partes con la finalidad de la integración de Ucrania a la UE. Actualmente, este pacto se encuentra en proceso de ratificación por parte de los Estados miembros de la Unión Europea. Esta decisión generó una pánico en el gobierno de Vladimir Putin (2000-2022) porque existía la posibilidad que con este tratado la UE entraría al mercado ruso a través de Ucrania.
El presidente Putin, aprovechó el caos político que había en Ucrania en los años 2013-2014 ( Euromaídan) iniciando la invasión de la península de Crimea (sur de Ucrania) y organizó un plebiscito para justificar la anexión de dicha provincia, suceso que fue considerado ilegal por la comunidad internacional.
Esta invasión al territorio ucraniano se entiende porque la política exterior de Rusia en sus diversas versiones estatales (Imperio zarista, Unión Soviética y ahora como Federación), siempre ha aspirado por el control de aguas cálidas, ya que el Mar Báltico pasa varios meses congelados, por lo que su flota naval queda debilitada en la temporada de otoño-invierno. Por consiguiente, anexionar Crimea en el año 2014 permitía a Rusia ampliar su poderío geopolítico, militar y comercial en los mares Azov y Negro.
Por lo tanto, como señalamos anteriormente, una variable fundamental en el conflicto Rusia- Ucrania fue el “pacto de palabra” entre Estados Unidos y Rusia que los países que pertenecían a la extinta órbita soviética no podrían ingresar a la OTAN. La OTAN y UE no respetaron los espacios fronterizos de Rusia y los acuerdos que suscribieron con Ucrania fueron vistos por el Kremlin como una amenaza a su economía y frontera.
Otro tópico que observamos en este conflicto, es el lado amargo de las políticas de las identidades. El realce de los nacionalismos étnicos que Putin utiliza para justificar la invasión de Ucrania (proteger a la población rusa) nos hace necesario cuestionar, problematizar y moderar las políticas identitarias de otros sectores que también abundan en diversos lugares del mundo. Cabe entender que la deliberación política se debe configurar entre individuos y no entre identidades o castas.
Marcelo Valenzuela Cáceres Doctor en Historia de la Ciencia.