Alberto Cerda empezó hace dos años a promover la licencia Creative Commons en Chile y, junto a Claudio Ruíz y Felipe Cortéz crearon Derechos Digitales, organización que apunta a promover el acceso libre al saber y las nuevas tecnologías. Y para ello promueven el CC, «un sistema de licenciamiento de obras que permite más libertades de acceso a los usuarios que el actual copyright y apunta a posibilitar un modelo legal que facilite el uso de las obras para el dominio público. La actual legislación sobre derechos de autor entorpece la circulación de las ideas y del saber, condición que quizá haya tenido sentido en el mundo analógico, pero que resulta anacrónico en el digital»; según sostiene Cerda.
-Pero lo más probable es que todo creador quiera proteger sus obras y recibir ganancias de su explotación comercial.
-Esto tiene sentido para algunos creadores, como productores cinematográficos o cantantes famosos, pero hay otros autores, como políticos, científicos o blogger, que están dispuestos a compartir lo que hacen y que la gente utilice sus obras. CC surge ante la radicalización de los derechos de autor que apuntaba a potenciar el cariz comercial de las obras en desmedro del acceso ciudadano a ellas.
-El sistema del copyright es todo o nada ¿El CC qué es?
– Respetando la legislación sobre derecho de autor existente, se puede adoptar el CC y permitir a las personas usar los contenidos generados con más o menos libertades. Legua York licenció como CC su último disco, permitiendo con ello que pueda ser modificado, que se produzcan mezclas o sea reeditado. Hay otros autores están dispuestos a compartir lo que han hecho, pero se reservan la explotación comercial de la obra o exigen que no se modifique. Eso tiene que ver con la licencia que cada creador adopta cuando elige CC.
MATANDO LIBROS (O LECTORES)
-El copyright ha generado algunas aberraciones, como el que “La Internacional” no pueda ser silbada por nadie o cuando los ‘defensores de los derechos’ del desaparecido John Cage demandaron a The Planets por usar un silencio en su obra.
-En Chile hay varias más, como el que la actual legislación impide que puedas pasar a una cinta de cassette un libro para que lo utilice una persona discapacitada visual; o el uso dado a las fotocopias en el sistema educacional implica infringir el derecho de autor, ya que en Chile no se establece el derecho a copias privadas o para uso de bibliotecas.
-Recientemente Pablo Dittborn, dueño de The Clinic, anunció una querella en contra de las universidades por asociación ilícita al permitir que se fotocopien textos para estudio en las bibliotecas.
-Justamente eso demuestra una aberración del copyright. Tiene sentido perseguir a organizaciones criminales que lucran con el uso de obras de tercero, pero es distinto cuando nos planteamos perseguir criminalmente a personas que están haciendo un uso como acceder a la cultura sin obtener beneficio económico de ello.
-Me imagino que muchos autores lo que más quieren es que su conocimiento circule.
-La mayor parte de los autores que producen obras con contenidos políticos o científicos, preferirían ver circular sus hallazgos o ideas a verlas restringidas por las leyes del copyright. El problema es que cuando en Chile se legisla sobre derechos de autor se usa como molde un pequeño grupo de obras, como las canciones más tocadas en las radios, las películas hechas en Estados Unidos o algunos best sellers vendidos en librerías. El grueso de la producción cultural no sigue estos cánones de comercialización y se ven impedidas de circular, lo que impide el acceso a la cultura.
-En Chile hay un discurso muy hegemónico sobre los derechos de autor ¿Qué falta agregar a esa discusión?
-El discurso sobre derechos de autor está monopolizado en Chile y tiene un profundo desequilibrio en favor de los titulares, salvaguardando sus derechos, no el de los creadores y en ningún caso el de los usuarios. Se defienden los intereses de compañías cinematográficas o discográficas; no a los participantes del proceso de creación y menos los intereses de la comunidad. Cuando implementan sanciones penales pro persecución de la piratería están salvaguardando un nicho de mercado definido por un tipo de industria que lucra de la experiencia cultural.
-¿Por qué la Sociedad de Derecho de Autor, SCD, se hacen parte de este discurso?
-La SCD ha evolucionado su discurso público. Si antes eran radicalmente anti limitaciones al derecho de autor, ahora se han dado cuenta que ese discurso en vez de cuidar sus obras, salvaguardaba los intereses de terceros. Fernando Ubiergo, presidente de la SCD, dijo haberse sentido utilizado en esta campaña contra la piratería. Hoy admiten que es necesario garantizar el acceso de la ciudadanía a los progresos de la ciencia, las artes, la cultura o la tecnología.
-Hay una imagen en la memoria: la quema de discos piratas por gerentes de la industria discográfica y representantes de la cultura del gobierno.
-La legislación actual dice que cuando se incauta cualquier producción ilícita, si no existe manifestación de voluntad para que se destruya la obra, ésta debe destinarse a bibliotecas públicas. Si el titular de los derechos reclama al respecto, se procede a la destrucción del material y eso ha ocurrido. Hace menos de dos años atrás se quemaron libros.
MEMORIA CHILENA
-¿Por qué ustedes acusan a la web de la Dirección de Bibliotecas Públicas y Museos (Dibam), Memoria Chilena, de apropiarse del patrimonio común?
-El sitio de Memoria Chilena está conformado por obras de dominio público, las que pueden ser utilizadas ampliamente al hallarse sus derechos ampliamente extinguidos. Estamos hablando de “La Araucana” de Alonso de Ercilla o “Los Trasplantados” de Alberto Blest Gana, que son patrimonio común de la humanidad. Que la Dibam escanee estas obras y las suba al sitio web implica que cualquiera puede verlas y usarlas, lo que es muy loable, pero en las condiciones de uso de su sitio se asegura lo contrario, así el usuario por un lado tiene acceso al material y, en teoría, usar esos conocimientos para investigación, docencia o ampliar el saber de Wikipedia; pero a la vez, la biblioteca me está pidiendo su permiso para usar esos contenidos. En los hechos se está apropiando del dominio de todos nosotros y lo inscribe bajo su exclusiva competencia.
-¿Quizá ni tengan idea de esto?
-Quiero creer que es así. Me parecería una señal muy equívoca de la Dibam mantener estas políticas de uso, al ser ellos los responsables en Chile del departamento de propiedad intelectual. Ellos están en la mejor posición para saber qué es lo que se puede hacer y que no.
-¿Qué sería adecuado que los autores hiciesen al respecto?
-Antes de adoptar cualquier decisión respecto de bajo qué condiciones quiere que su obra circule, debiera leer con atención la licencia de CC y así ver si están dispuestos a compartir su obra bajo condiciones más favorables que lo que establece la legislación. Si alguno de ellos ve en su obra un potencial negocio, podrían adoptar licencias CC que permiten la circulación de la obra, pero que reservan para el creador su explotación económica.
-¿Adoptar CC no es cerrarse a obtener algún beneficio de la obra?
-En absoluto. CC es un amplio abanico que ofrece distintas soluciones de acuerdo a tus propios requerimientos. Cualquiera de ellas es más satisfactoria que el actual copyright. La diferencia radica en el nivel de libertades que un creador está dispuesto a compartir con los usuarios de sus obras. Claro que para nosotros, CC es un parche momentáneo, una solución parcial a una legislación que ha ido enfatizando la protección en desmedro del acceso. Por lo tanto, hay que pensar en una legislación en la que el acceso no sea una excepción, sino que la regla.
Mauricio Becerra