Por Adriana Ampuero Constituyente Independiente Distrito 26 y Cristina Dorador Constituyente Independiente Distrito 3
Este 8 de marzo reflexionamos y nos activamos por la necesidad de avanzar hacia un país equitativo y diverso, lo cual tiene una íntima relación con la disputa por terminar con el hipercentralismo.
Los pueblos de Chile cuentan por primera vez con un órgano constituyente democrático y paritario, que busca cambiar el rostro de un país patriarcal.
Estos meses hemos analizado iniciativas constitucionales históricas, como la paridad de género en los cargos de representación, la consagración del derecho a los cuidados, la justicia con equidad de género, los derechos sexuales y reproductivos, entre otras. Sin embargo, el debate feminista, como elemento fundamental en la construcción de un país que deje atrás el patriarcado, muchas veces se desdibuja en discusiones técnicas sobre el sistema político y su forma de Estado.
Somos el país mas centralizado de América Latina y ciertamente de los más centralizados de la OCDE, el poder económico y político se encuentran radicados en una zona acotada del territorio nacional perpetuando la geografía de la inequidad.
El hipercentralismo se ha vuelto un factor vulnerador para el acceso a los derechos sociales básicos y un obstáculo para el desarrollo nacional. Este modelo es la fórmula utilizada por una elite para concentrar el poder y acentuar un sistema autoritario y patriarcal, que se prefigura desde la Colonia y se profundiza a través de la dictadura militar, plasmado a conveniencia en la Constitución de 1980 que hoy buscamos dejar atrás.
En este modelo de estructura vertical, paternal y segregador, las mujeres de Palena deben parir en Puerto Montt y las mujeres de Mejillones en Antofagasta por falta de salud digna, las niñas de Lemuy y del Altiplano deben abandonar sus hogares a temprana edad para acceder a la educación media y muchas de ellas no pueden soñar con la educación superior por falta de medios y por tener que abandonar el hogar, profundizando la desigualdad estructural e interseccional del país.
Fue Simón Bolívar quien expresó: «Los Estados Americanos necesitan gobiernos paternales» y esa estructura de concentración del poder y relaciones clientelares que construyen nuestra forma de estado, se sostienen en pleno siglo XXI invisibilizando a las regiones, la ruralidad, la insularidad y condenando a los territorios a la imposibilidad de gobernarse, por ser considerados incapaces ante un centro de impulsión política, de un pater.
El centralismo mata, es abusivo y patriarcal y ese es un costo que no debemos seguir pagando. Romper la inercia requiere de cambios profundos y no de maquillajes, votar por un Gobernador Regional no nos convertirá en un país descentralizado, tampoco lo hará eliminar los delegados presidenciales (que deben ser suprimidos). Necesitamos ir mas allá, avanzar hacia una distribución equitativa de recursos y del poder, avanzar hacia autonomías políticas, administrativas y financieras reales que permitan a las regiones ser dueñas de sus destinos, de su planificación económica y territorial, donde todas y todos seamos partícipes, donde la relación entre los niveles nacionales y subnacionales no sean de subyugación, si no de coordinación y solidaridad .
La propuesta de Estado Regional, que nace desde la Comisión de Forma de Estado de la Convención Constitucional, nos propone salir de las reformas en la medida de lo posible, para pasar a un modelo transformador que responda a la realidad de nuestro país diverso, política, territorial y culturalmente, con Desierto en el norte, con Patagonia en el sur, con más de 3.896 localidades en situación de aislamiento según indica la misma SUBDERE a través del estudio de localidades aisladas, actualizado con los datos censales del 2017.
Avanzar hacia un Estado Regional es también romper las lógicas centralistas patriarcales que nos han dejado en la indefensión y abandono, así como el espejismo de tener un pater familia.