Este año la consigna es “vamos por la vida que nos deben”, y probablemente una vez más las distintas movilizaciones convoquen a cientos de miles de mujeres en todo el país, bajo una perspectiva cada vez más amplia de carácter plurinacional que también ha ido incorporando y visibilizando a las mujeres indígenas, migrantes y a las disidencias sexuales. Una vez más, los colores morados y verdes se toman las calles para impugnar un modelo social y cultural en crisis y transformación, justamente producto de esta y otras luchas.
No cabe duda que las luchas del movimiento feminista siempre han implicado avances no solamente para las mujeres sino para la sociedad en su conjunto. Sus luchas no solamente han permitido problematizar las desigualdades y violencias propias de una cultura machista y patriarcal, sino también generar transformaciones efectivas en los modos de relacionarnos en distintos ámbitos sociales. Uno de los ámbitos que se ha venido cuestionando y transformado ha sido el político. Si bien aún queda mucho por hacer, entre otros elementos tenemos una Convención Constitucional paritaria y un nuevo gobierno que se declara abierta y decididamente feminista. Pese a esto, las desigualdades, las discriminaciones, las violencias y las prácticas machistas siguen siendo importantes y requieren mantener y profundizar las transformaciones en curso.
En el contexto anteriormente descrito, cabe preguntarse por el rol de los hombres. Si bien el apoyo al feminismo se ha transformado casi en una moda muchas veces vacía de contenido (hemos visto más veces de lo quisiéramos declararse feministas a hombres porque agradecen el apoyo de sus esposas), existen lamentablemente muchas situaciones que nos hacen cuestionarnos seriamente hasta qué punto el feminismo ha permeado la visión de los hombres respecto de las mujeres. Los números de femicidios, violaciones y otras agresiones sexuales siguen en aumento, las desigualdades y discriminaciones laborales se mantienen y la cantidad de hombres que no pagan las pensiones de sus hijos es altísima a la vez que el número de hombres que asumen el post-natal en vez de sus parejas es bajísimo.
¿Y entonces, qué hacemos? Aunque pueda parecer un poco obvio, el primer paso es sin duda informarnos sobre las luchas feministas, sus historia y sus demandas. Hoy en día existe una gran cantidad de información sobre las distintas perspectivas y reivindicaciones del feminismo, por lo que no resulta una labor mayormente problemática. Algo más difícil es encontrar información abundante y de calidad que aborden las problemáticas asociadas a las masculinidades y sus posicionamientos respecto del feminismo, pero también existen. Un segundo paso es difundir y discutir sobre estos temas, particularmente entre hombres. Sin embargo, esto no puede reducirse a un mero esfuerzo individual y las instituciones educativas, laborales y comunitarias deberían promover espacios de formación y debate sobre estos temas, asumiendo que la despatriarcalización y la eliminación de conductas machistas son responsabilidades colectivas que deben contar con esfuerzos permanentes, sistemáticos y generalizados.
Pero finalmente, todo lo anterior resulta completamente insuficiente si no somos capaces de actuar y llevar a la práctica todos estos conocimientos y reflexiones. En todos los campos de nuestra existencia, ya sea íntimo, colectivo y social, deberíamos procurar problematizar y transformar nuestros modos de ser y relacionarnos con las mujeres y con nosotros mismos. Probablemente las generaciones más jóvenes estén más sensibilizadas al respecto, pero en la medida que esto no sea un esfuerzo colectivo, los avances que podamos tener seguirán siendo acotados, insuficientes y tardíos. La violencia que siguen viviendo diariamente las mujeres requiere de cambios drásticos y rápidos que permitan empezar a eliminarla de una vez por todas, en beneficio de las mujeres pero sin duda también en beneficio del conjunto de la sociedad y quizás incluso de nuestra sobrevivencia como especie. Los valores de la masculinidad tradicional nos tienen al borde del abismo tanto en términos ecológicos como en términos geopolíticos, por lo que ahora es cuando. No parece exagerado afirmar que el futuro será feminista, o no será.
Por Roberto Fernández Droguett
Académico Universidad de Chile. Integrante del Programa Psicología Social de la Memoria y del Grupo de Trabajo Clacso Memorias Colectivas y Prácticas de Resistencia.